SOCIEDAD › CUARENTA PERSONAS FUERON MANTENIDAS CAUTIVAS DURANTE CINCO HORAS EN UN BANCO DE PILAR
Una banda entró a robar al Banco de la Nación, pero fue repelida a los tiros. El único que no pudo escapar tomó a todos los presentes de rehenes. Luego habló con los canales de TV y hasta reclamó que en el zócalo pusieran una declaración de amor a su mujer.
“Yo, en realidad, no soy negociador. Yo soy Guillermo Andino.” La respuesta del conductor televisivo era para “Cheto”, un joven de 20 años que ayer mantuvo durante cinco horas a cuarenta rehenes dentro de una sucursal del Banco de la Nación en la localidad bonaerense de Pilar. “Lo que necesitamos son las cámaras”, aseguró “en vivo” uno de los rehenes durante la primera hora de captura ante el repetitivo pedido del captor que amenazaba con activar una bomba. Las cámaras de televisión llegaron, también los patrulleros, el Grupo Halcón y, en helicóptero, el ministro de Justicia y Seguridad, Ricardo Casal. La toma de rehenes mediática comenzó después de un tiroteo entre la policía y un grupo de ladrones en la puerta del banco. “Cheto” habría sido el único que no pudo fugarse. Después de dos horas de secuestro, las comunicaciones mediáticas quedaron de lado y comenzó la mediación policial, con la mujer y la hija del captor presentes. A media tarde, el joven, que negoció con la policía gaseosas y pizzas para los rehenes, se entregó sin resistencia ni personas heridas. “El operativo fue excelente”, aseguró el jefe de la Bonaerense, Juan Carlos Paggi.
La sucursal del Banco Nación en Pilar está ubicada en el cruce de las calles Rivadavia y Tucumán. A 50 metros, la Comisaría 1ª de la localidad, que también funciona como subsede de la DDI de San Isidro, y la Unidad Fiscal de Investigación local. Según la versión policial, al mediodía, un grupo de cuatro jóvenes llegó a la puerta de la sucursal en auto y dos de ellos entraron armados a robar. Al intentar escapar se enfrentaron con la policía y uno de ellos quedó atrapado dentro del local junto a unos cuarenta clientes que se transformaron en rehenes, mientras que el resto se fugó. Paggi contó por la tarde que contaban con cuatro sospechosos capturados. La suma de las versiones llevaba a ocho el número de ladrones.
“Entró con dos pistolas en la mano, pidiendo la plata a los gritos”, dijo un hombre que logró escapar. De pelo corto, saco y con dos armas, “Cheto”, “Chilenito” o “Jonathan” fueron los seudónimos que fue utilizando el captor entre comunicaciones con los canales C5N, América y Telefé y las salidas para liberar rehenes. Embarazadas, primero.
–Vamos a negociar o no vamos a negociar –dijo “Cheto”.
–Yo, en realidad, no soy negociador. Yo soy Guillermo Andino –aclaró el conductor.
–Sí, lo sé, pero hacémela corta. Hablá ahí con la policía. Yo los llamé porque a mí me favorece –apuntó el captor.
–Lo que necesitamos son las cámaras –apuró uno de los rehenes.
El diálogo televisivo siguió con el rehén que aseguraba: “Estamos todos bien”, después de que “Cheto” había indicado: “Sólo tiré dos tiros”. Algunos rehenes ya habían dejado atrás la puerta de la sucursal y las ambulancias, los patrulleros y el Grupo Halcón rodeaban la manzana.
El tono de “Cheto” era conciliador y hasta confesó en cámara que tenía VIH. “Yo le pregunté por qué actuaba de esa manera. El me contó que tenía una hija de diez meses y que le tenía que llevar algo para comer, que no tenía trabajo y que tenía VIH”, relató luego una jubilada-rehén que hizo las veces de confidente del ladrón. Una sola amenaza mantenía a los televidentes expectantes: “Mirá que tiene una bomba”, había advertido otra rehén.
“Jonathan” esperaba dentro de la sucursal que la policía cumpliera con la condición de llevarle un auto para escapar y que en el zócalo de los noticieros apareciera una inscripción para su mujer (“Jesica, te amo”), uno de los últimos pedidos que hizo al conductor de C5N.
En la cuarta hora de “tensa calma”, lugar común durante cinco horas de transmisión “en vivo”, llegó a la puerta del banco el ministro de Justicia y Seguridad. El hijo del encargado del banco continuaba esperando la liberación encerrado en un baño y los cuarenta rehenes habían degustado pizzas y gaseosas gracias a la negociación de “Jonathan” con la policía.
Paggi analizó que, al verse “rodeado”, el captor pidió la presencia de su mujer, que fue “convencida” de ir al lugar, con su beba en brazos, para persuadir al “Chilenito”. Era “muy ciclotímico”, agregó el jefe de la Bonaerense, para explicar el trabajo de “tres horas para descomprimir la situación”. Cerca de las 17, el zócalo de los noticieros indicaba el fin del teleteatro. Josué Rodríguez Coronel, que contaba con un pedido de captura por el robo a un supermercado en Tigre, cruzaba la avenida Rivadavia escoltado por la policía a encontrarse con Jesica.
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