SOCIEDAD › EL POLVILLO QUE DEJó LA LLUVIA DEL FIN DE SEMANA RESULTó SER HIERRO Y SILICIO LLEGADOS DE LA PUNA
El fenómeno cubrió veredas, patios, terrazas y autos. Ahora, los expertos descubrieron que es hierro y silicio proveniente de la erosión de los suelos del norte argentino y sur de Bolivia. Recomiendan no respirar el polvillo y limpiar lo que quede de él.
› Por Emilio Ruchansky
La ciudad de Buenos Aires y buena parte del conurbano empezaron la semana con la calle, las terrazas, los patios y los capots de los autos llenos de un inusual polvillo blanco, amarillo, naranja, marrón, rojo y hasta rosáceo, según las distintas versiones. Esta especie de terrina apareció después de varios días de lluvia y fue atribuida, de apuro, al cambio climático y luego, con bastante fantasía, al resto de cenizas que emanaron de un volcán chileno. La Agencia de Protección Ambiental (APA) del gobierno porteño tomó muestras y las mandó a analizar “ante las numerosas consultas de los vecinos de la ciudad y con el fin de llevar tranquilidad”.
Los resultados de laboratorio concluyeron que en el polvillo hay “material inorgánico, con preponderancia de silicio en forma de sílice”, hierro férrico y una escasa cantidad de sodio. “Es el material árido de algún suelo. Lo ferroso es lo que tiene la tierra roja, podría provenir del norte del país. El tema es que haya óxido de silicio, que es lo que forma la arena de la playa. Es importante aclarar que en ningún momento respiramos esta terrina que apareció en la ciudad. En verdad fue vehiculizada por la lluvia, no estaba en la altura del aire que respiramos, con lo que no es dañina para la salud”, informó Graciela Arrechea, jefa de laboratorio de la Agencia.
Si se respira este polvo, agregó la especialista, “es lo mismo que respirar pequeñas partículas de vidrio que se depositan en los pulmones y eso es absolutamente nocivo”. Por suerte, agregó, el constante clima húmedo y frío de estos días hace que este polvillo se aferre al piso y el viento no logre elevarlo al aire. En todo caso conviene barrer y deshacerse de la tierra o baldear los ambientes donde se haya acumulado. “Esto no tiene nada que ver con fenómenos como el humo del 2008 –recordó la bioquímica–, ése fue un verdadero episodio de contaminación, hubo gente con alergias, bronquitis y otros problemas respiratorios. Lo que acaba de pasar es sólo una anécdota curiosa de un fenómeno inusual al lado de eso.”
Entre las zonas afectadas por el “polvo pardusco terroso”, según el informe de la APA, están Burzaco, La Matanza, Vicente López, San Martín, Ituzaingó, y en la ciudad, los barrios de La Boca, Barracas, Floresta, Flores, Parque Chacabuco, Belgrano, Núñez, Villa Crespo, Parque Avellaneda, Villa del Parque, Mataderos, Villa Lugano, Villa Devoto y Saavedra. La preocupación se diseminó, silenciosa, como el polvo en el viento. En la zona norte del conurbano la coincidencia hizo recordar que en 2006 se demostró que un polvillo amarillo que caía cada vez que soplaban vientos del Este provenía de una central eléctrica de la Costanera, que quemaba fuel oil. También hubo gente que creyó oler azufre y recordó que en 2008 nueve personas se intoxicaron en una escuela de Belgrano. Alguien profetizó la llegada de la neumoconiosis, enfermedad causada por aspirar polvos minerales.
La APA tiene tres estaciones de Monitoreo Atmosférico Automático, ubicadas en La Boca, en la esquina de Córdoba y Callao y en Parque Centenario. Allí primero se confirmó que el aire no estaba más contaminado de lo normal. El jueves pasado, informa el estudio, “la concentración del material particulado respirable detectado en el aire fue variando durante el día entre valores diez veces inferior al valor límite permitido en nuestras normas (150 microgramos/m3), hasta un 65 por ciento del mismo, sin ser sobrepasado en ningún momento”. En las estaciones también se recogieron los restos de terrina adheridos al suelo para hacer luego el análisis físico-químico en los laboratorios de la APA.
“No obstante las diversas zonas de extracción, las determinaciones efectuadas evidencian similitud de composición en la totalidad de las muestras”, agrega el informe, donde se descarta que se deba “a fuentes fijas contaminantes” y se menciona la probabilidad de que su origen esté asociado a la erosión del viento sobre el suelo. “Esto tiene que ver con la preponderancia del viento noreste. Este material tuvo que haber estado muy alto, al nivel de las nubes, para que pudiera caer con la lluvia”, arriesgó Arrechea, antes de indicar que sólo el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) puede saber de dónde proviene exactamente el polvo.
La causa del fenómeno, según señalaron en un informe especial del SMN, es una “tempestad de polvo” ocurrida el domingo pasado en el noroeste argentino y el sur de Bolivia, mientras llovía en Buenos Aires. “Se registraron vientos muy intensos del sector Oeste y Noroeste” en la puna, continúa el informe, una región que se caracteriza por ser muy seca, “especialmente en esta época del año en que las precipitaciones son prácticamente nulas”. “Como dato ilustrativo, en la localidad de La Quiaca (ubicada a 3462 metros sobre el nivel del mar) se registraron vientos de 95 kilómetros por hora del Noroeste, con informes de tempestad severa de polvo y reducción de visibilidad a cien metros”.
De acuerdo con la circulación de vientos en los niveles medios de la atmósfera –entre 3 y 5 kilómetros de altura–, gran parte de esta tormenta de polvo fue transportada desde la puna hasta el centro y este del país el mismo domingo y durante el lunes. En esta parte el polvillo se cruzó con la baja presión, que generó una extensa zona de nubosidad y precipitaciones. “De esta manera, gran parte del polvo presente en las capas medias de la atmósfera se incorporó a la nubosidad que en esa zona de desarrollaba y precipitó junto con las lluvias”, explica el SMN. Es lo que hizo llover arena en Buenos Aires, cuando muchos soñaban con otra nevada como la de 2007.
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