SOCIEDAD › PRIMERA AUDIENCIA POR EL CASO QUE DESNUDó LA TRAMA DEL CONTRABANDO DE EFEDRINA EN EL PAíS
Desde ayer son juzgados once mexicanos y nueve argentinos acusados de traficar efedrina a ese país y de haber montado un laboratorio ilegal en Ingeniero Maschwitz. Un testigo reconoció que no contó todo lo que sabe porque tiene miedo.
› Por Carlos Rodríguez
“Tengo miedo. ¿Usted no tiene miedo?” Iván Omar Albornoz fue el testigo más importante en la primera audiencia del proceso oral y público en el que se juzga a 20 personas –once mexicanos y nueve argentinos– acusadas de traficar efedrina a México y de haber montado, en la localidad de Ingeniero Maschwitz, un laboratorio clandestino de elaboración de drogas sintéticas. Albornoz habló de su “miedo” cuando el fiscal Miguel Angel Blanco García Ordas le preguntó por qué, en su declaración testimonial de ayer, había omitido datos importantes, que sí había mencionado en su testimonio durante la etapa de instrucción. Albornoz, que a mediados de julio de 2008 trabajaba como remisero, tuvo un vuelco en su vida a partir de ser contratado como chofer personal por el mexicano Jesús Martínez Espinoza, detenido en la misma causa junto con Mario Segovia, llamado El Rey de la Efedrina. Ambos, Segovia y Martínez Espinoza, serán juzgados en un futuro juicio oral. De remisero sin auto propio, Albornoz pasó a conducir un Seat León, valuado en más de 20 mil dólares, que estaba a su nombre por decisión de Martínez Espinoza, quien lo había comprado.
“El (por Martínez Espinoza) no lo podía poner a su nombre porque es extranjero”, dijo Albornoz para justificar el hecho de que el Seat León haya sido inscripto de esa manera. Una consulta de Página/12 al Registro Nacional Automotor arrojó como resultado que “cualquier extranjero, si llena los requisitos necesarios, puede comprar un auto en la Argentina”. El fiscal de instrucción, Jorge Bosca, planteó –antes del presente juicio– que Albornoz debía ser indagado como sospechoso de haber sido miembro de la organización delictiva. Por eso, antes de dar ayer su testimonio, el presidente del Tribunal Oral 2 de San Martín, Daniel Cisneros, le aclaró que “lo que declare aquí bajo juramento, como testigo, no podrá ser utilizado en su contra” en un eventual futuro juicio.
En la apertura de la audiencia se leyó la acusación en un caso que comenzó el 17 de junio de 2008, con la detención de nueve ciudadanos mexicanos en una casaquinta de Ingeniero Maschwitz, donde funcionaba un laboratorio clandestino de elaboración de drogas sintéticas, en base a la efedrina. Los acusados son Rubén Rodríguez Cano, Luis Rocha Mendoza, José Alejandro Velazco Colón, Miguel Sierra Chávez, Jorge Gerónimo Lira, Rodrigo Lozano Rodríguez, Jesús Paulo Arroyo Vergara, Edgar Rocha Mendoza y Salvador Barrera Baladez.
Los otros dos nacidos en México son Salvador de la Cruz Acuña y Alberto Domínguez Acuña, detenidos el 22 de noviembre de 2008 en el aeropuerto de Ezeiza, cuando intentaban pasar por la aduana 9 kilos de metanfetamina. En cuanto a los argentinos acusados, la lista incluye al ex funcionario de la Municipalidad de General Rodríguez Manuel Poggi, acusado de haber alquilado un galpón donde se encontraron barriles que contenían efedrina. También están los hermanos Guillermo y Héctor Salomón, dueños de una droguería en el barrio de Liniers, imputados de desviar partidas de efedrina para que fueran utilizadas como precursor químico.
Los hermanos Daniel y Alejandro Mancuso, ambos fisicoculturistas, fueron acusados por los Salomón de tener participación en las actividades ilegales. Los Mancuso son los únicos a los que se les concedió la excarcelación. Otro imputado es el empresario Raúl Ribet, detenido el 5 de agosto de 2008 como presunto proveedor de efedrina a los mexicanos. Bajo el mismo cargo están los farmacéuticos Marcos Frydman y su ex esposa Ana María Nahmod. El último acusado es Sebastián Martín Segovia, sobrino de Mario Segovia, conocido como El Rey de la Efedrina. La causa sobre la ruta de la efedrina fue la última que tuvo a su cargo el sancionado juez federal Federico Fa-ggionato Márquez.
Los dos primeros testigos fueron los policías Abel Enrique de la Cruz y Luis Eduardo Peralta. De la Cruz recibió la denuncia anónima, en la División Drogas Peligrosas de Zárate-Campana, que permitió el posterior allanamiento en la quinta de Maschwitz. El oficial participó en operativos que se hicieron en la Capital Federal, provincia de Buenos Aires, Clorinda y Rosario, donde se secuestró documentación, balanzas, bidones, importantes partidas de efedrina, recipientes de vidrio propios de los laboratorios, garrafas, cocinas eléctricas y otros elementos.
El oficial principal Peralta, por su parte, fue quien hizo el trabajo de inteligencia en la quinta de Maschwitz, previo al operativo. Relató que durante su tarea de observación escuchó una fuerte explosión dentro de la casa y observó cómo salía hacia el exterior “una nube de humo, de gas blanco y espeso que despedía un olor muy fuerte, que me produjo ardor en la garganta”. Esos olores habían sido mencionados en la denuncia anónima de un vecino de la zona. Peralta, luego del estallido, que produjo roturas en una de las ventanas de la casa, vio salir de la misma a un grupo de seis o siete personas. Al otro día se hizo el allanamiento.
Después prestó testimonio el remisero Iván Omar Albornoz, quien se convirtió en chofer personal de Jesús Martínez Espinoza. Primero como peón de una remisería y luego en el Seat León que fue inscripto a su nombre, Albornoz, durante “dos o tres meses” llevó a diario a Martínez Espinoza desde una casaquinta en el barrio parque Almirante Irízar, en Pilar, hasta farmacias y droguerías de la Capital Federal. Entre ellas a la que es propiedad de los imputados Marcos Frydman y Ana María Nahmod. El testigo los reconoció después, a pedido del fiscal, entre la multitud de acusados. Frydman y Nahmod, que ya no son pareja, se sentaron juntos y dialogaron durante toda la audiencia. Ambos hacían gestos de negación cada que se los mencionaba como involucrados en algún hecho ilícito.
A lo largo del interrogatorio, Albornoz negó en todo momento haber tenido alguna información sobre qué actividad realizaba su patrón Martínez Espinoza, quien le pagaba “un sueldo fijo” por sus servicios. Admitió que el grupo de mexicanos tenía dos casasquintas en Pilar, una de las cuales no era utilizada. Cuando la fiscalía le recordó que en la instrucción había hecho muchas precisiones sobre las actividades de Martínez Espinoza, el testigo dijo que tenía “miedo”, aunque no hizo alusión a ninguna amenaza directa. La impresión general es que este juicio es apenas el preámbulo del que, en fecha a determinar, tendrá en el banquillo a Mario Segovia y al también mexicano Martínez Espinoza.
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