SOCIEDAD
Cómo lograr que los tumores se conviertan en verdugos de sí mismos
Científicos del Conicet descubrieron que los propios tumores pueden producir sustancias que limitan el crecimiento de metástasis. Apuntan a convertir al cáncer en una enfermedad crónica.
› Por Pedro Lipcovich
Existe una sustancia capaz de limitar el crecimiento de metástasis cancerosas, al privarlas de los vasos sanguíneos que necesitan para alimentarse, y esa sustancia es producida, nada menos que por los propios tumo- res. Este sorprendente descubrimiento fue realizado en la Argentina por investigadores del Conicet, y se integra a una investigación internacional que está a punto de iniciar una fase decisiva de ensayos sobre seres humanos en Estados Unidos y Europa. La consigna es sitiar a los tumores por hambre, cortándoles sus líneas de abastecimiento, y puede conducir al desarrollo de nuevas drogas, a pronósticos más afinados sobre los tratamientos e incluso a que las quimioterapias ya usuales puedan administrarse en dosis menos agresivas para los pacientes. La estrategia apuntaría a transformar el cáncer en una enfermedad crónica tratable, ya que los tumores no desaparecerían pero se mantendrían en estado latente.
El equipo argentino está dirigido por Daniel Bonfil y pertenece al Laboratorio de Investigación del Cáncer del Centro de Estudios Farmacológicos y Botánicos del Conicet (en colaboración con el Instituto de Genética Experimental de la Universidad Nacional de Rosario). Los resultados de su trabajo se publicarán en la prestigiosa revista International Journal of Cancer. “El principal inconveniente para la cura del cáncer suele ser el desarrollo de metástasis; si no fuera por ellas, muchas veces la cura se aseguraría por la extirpación del tumor principal”, señala Bonfil. Los investigadores del Conicet prestaron atención a una desdicha: a veces, luego de la necesaria cirugía sobre un tumor, empiezan a aparecer metástasis, súbitamente, como si el tumor principal, por alguna razón misteriosa, las hubiera mantenido bajo control. Los investigadores del Conicet examinaron ese misterio.
Trabajaron con unos ratones llamados nude, (“desnudos”, porque no tienen pelo) raza mutante especialmente desarrollada para la investigación, que tienen la particularidad de no desarrollar rechazo por tejidos extraños, por ejemplo, tumores de origen humano. Observaron que en determinados casos, el tumor principal impedía que creciera la metástasis. Los investigadores del Conicet le pusieron un nombre a este fenómeno: “resistencia antitumoral concomitante”.
¿Cómo hace el tumor para inhibir, a distancia, el desarrollo de sus propias metástasis? ¿Por qué, para qué lo hace? Al responder estas preguntas, el trabajo de los científicos argentinos confluyó con una de las líneas de investigación más promisorias en terapias para el cáncer: la que, por decirlo en términos militares, destruye al ejército invasor cortándole sus líneas de abastecimiento.
Tumores sitiados
Las células, cancerosas o no, necesitan oxígeno y nutrientes y sólo pueden obtenerlos de la sangre. Para crecer, el tumor –que algunos compararían con un banco extranjero en un país latinoamericano– tiene que convencer al sistema circulatorio del organismo para que desarrolle vasos especiales destinados a nutrirlo, a él, que es su enemigo. Esto, que se llama “angiogénesis”, el tumor lo logra produciendo sustancias especiales que estimulan al aparato circulatorio.
Pero también hay sustancias que inhiben el desarrollo de nuevos vasos sanguíneos. Una de ellas se llama “angiostatina”, fue descubierta en 1994 y define una fuerte esperanza en la lucha contra el cáncer: bloquear el desarrollo de los tumores al impedir que se formen los vasos sanguíneos que pudieran nutrirlos. En el Hospital Universitario Thomas Jefferson, de Filadelfia –Estados Unidos– y en el Centro Médico Universitario de Utrecht –Holanda– acaba de finalizar la primera fase de investigación con seres humanos con angiostatina: se estableció que la droga es, en principio, bien tolerada y no tiene efectos secundarios graves. Está a punto de iniciarse la segunda fase, dirigida a medir su eficaciaterapéutica. Si todo va bien, el fármaco podría estar disponible en unos cinco años.
“Es apasionante”, se apasiona Bonfil ante la ingeniosa perspectiva de “por primera vez, tratar tumores apuntando, no a las células que los forman sino a los vasos que los nutren”. El resultado de estas terapias sería que “el tumor entraría en estado latente por inanición”; no podrían crecer. El cáncer no se eliminaría pero permanecería controlado, se transformaría en enfermedad crónica tratable de modo que “el paciente podría recibir la angiostatina de por vida, como los diabéticos la insulina”, advierte el investigador.
Y aquí se engancha el trabajo que dieron a conocer los científicos argentinos. ¿Cómo hace el tumor para inhibir el desarrollo de sus propias metástasis?: produciendo angiostatina. ¿Para qué le sirve impedir que sus metástasis crezcan?: “La hipótesis es que, como la metástasis competiría con el tumor principal por oxígeno y nutrientes, a éste le conviene biológicamente impedir que se desarrolle”, propone Bonfil.
¿Y para qué pueden servir los descubrimientos de estos investigadores del Conicet? “Por ejemplo, para detectar en los pacientes, según la cantidad de angiostatina que su tumor produzca, qué probabilidades hay de que desarrollen metástasis, a fin de establecer si la terapia debe ser más o menos agresiva; o bien, para diseñar terapias que puedan ‘aprender’ de los propios tumores la mejor manera de frenar el crecimiento de las metástasis”, contesta Bonfil.
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