Dom 22.08.2010

SOCIEDAD  › LLEGO LA TENDENCIA DE LA PROYECCION DE EVENTOS CULTURALES EN CINE HD

El espectáculo de la alta definición

Ir al cine ya no sólo es para ver películas. Durante el Mundial hubo partidos de fútbol. Ahora hay ópera, ballet y están por llegar otros eventos a la pantalla gigante. Todo, en HD. La tendencia cultural viene de la mano de la tecnología: ya son casi setenta las salas digitales que funcionan en la Argentina.

› Por Soledad Vallejos

Este año, el fútbol jugó a ser el caballo de Troya para la ópera y el ballet. Quizá lo sea también para el rock; ocasionalmente, para eventos de motivación y otras yerbas destinados a empresarios. Para sumar desconcierto, habría que decir que todo esto sucedió, y sigue sucediendo, en un mismo espacio: las salas de cine.

La tendencia, que no nace acá pero parece dispuesta a radicarse, es progresiva y para ensayar se sirvió de los partidos del Mundial de Fútbol. Y es que, amén de clásicos de cada Mundial, con horarios estrafalarios para hacer planes sociales (que así y todo existieron) y celebraciones en el Obelisco, esta vez Buenos Aires tuvo una novedad. A los bares con super pantalla, o mejor dicho, a su costumbre de convertirse en sucursales de las salas hogareñas o suerte de neosalas de sociedades de fomento, se sumó la alternativa excéntrica. Obviamente, juntarse en salas de cine para ver los partidos con amigos y desconocidos, entre cafés, gaseosas y pochoclo.

Un mapa en movimiento

Las transmisiones satelitales, realizadas en High Definition, se proyectaron en pantallas de complejos dedicados, hasta entonces, exclusivamente a la proyección de films. Pero así como los asientos, el sistema de sonido y de video eran los mismos que para las películas, el público parecía notablemente transformado. Si jugaba Argentina, además de cumplir con la rutina de gritar al referí, dar instrucciones a los jugadores y criticar al DT, la platea se ponía de pie durante la interpretación del himno; se cantaba como si fuera el estadio. Ver el partido era la ocasión, pero el objetivo parecía ser más bien sufrir una suerte de teletransportación: casi se cumplió cuando la transmisión fue en 3D, con provisión incluida de las gafas usadas para las películas realizadas con esa técnica. La transmisión 3D es, por ahora, apenas un ensayo. Realizado a escala planetaria, sí, pero todavía lejos de convertirse en norma (aunque desde hace unos días, sin ir más lejos, una compañía de electrónicos empezó a vender televisores domésticos con tecnología 3D, por módicos 25 mil pesos la unidad).

No puede decirse lo mismo del HD. Mientras en los hogares cunde el recambio tecnológico de televisores en larguísimas cuotas, en las salas los números también crecen. En agosto, llegaron a ser unas 70 las salas digitales ya instaladas y en funciones en Argentina; se trata de poco menos del 10 por ciento de todas las existentes en el país. A fines de 2009, esas salas no llegaban a ser 30. Fuentes del sector estiman, además, que llegando la fecha de estreno de uno de los tanques del año (la nueva entrega de la saga de Harry Potter) podrían ser 100 las salas argentinas con tecnología digital.

En busca de la
experiencia perdida

Ralph Haiek es uno de los responsables de aquellas transmisiones deportivas no tan lejanas, o más bien, uno de los entusiastas gestores de la proyección en cines de espectáculos líricos y de ballet. “Hace 20 años, mientras estaba de luna de miel, me desvié para ir a una conferencia de techies (fanáticos de la tecnología) en San Francisco. Se presentaba el HD y ahí me di cuenta de que el futuro era esto”, recuerda Ralph Haiek, uno de los responsables de The Other Screen. Desde entonces, dice, “la tecnología siguió avanzando y los cines se digitalizaron. Y eso permite pasar cualquier tipo de contenido: no solamente películas, sino también productos televisivos o contenidos alternativos, poco habituales para los cines. Cuando vimos que había llegado esta tecnología a Argentina, formamos la empresa con la idea de que pudiera proveer esa programación alternativa y ayudar, a la vez, al proceso en el cual los cines se convierten en salas de eventos”.

Por estos días, ese modo que refiere Haiek se traduce, en algunas salas de Buenos Aires, en la proyección del montaje de La bohème tal cual se vio recientemente en la Royal Opera House de Londres. Las funciones, que se realizan en todos los grandes complejos de cines (hay funciones hoy, mañana y la próxima semana; la cartelera está en www.operayballetencines.com), no son una anécdota o un evento aislado, sino parte de una programación anual que Haiek llama “temporada”, como en los teatros, y cuya curaduría está a cargo de un maestro tan conocido en el mundo clásico local como Santiago Chotsourian. De hecho, para septiembre está anunciado El lago de los cisnes, en la puesta del Royal Ballet de Londres, cuya primera bailarina es Marianela Núñez, una argentina casi desconocida para el gran público y que no suele bailar en el país.

–La movida la empezó el Met de Nueva York hace un par de años, cuando se les ocurrió democratizar la oferta de su sala. Sólo se la podía ver estando allí, en Nueva York, por lo que decidieron transmitirlo en vivo y vender la señal, que se envía por satélite. Hoy están en 700 salas, entre Estados Unidos y otros países. Poco a poco, fueron haciendo lo mismo las grandes salas de Europa, como la Royal Opera o la Scala de Milán –-recuerda Haiek.

–Existiendo la oferta de este tipo de productos también en la televisión por cable y en DVD de fácil acceso, ¿por qué cree que hay público interesado en verlos en cine?

–Es que verlo en pantalla grande es realmente una experiencia muy diferente de verlo en DVD. No reemplaza el vivo, pero se acerca bastante. Y desde el punto de vista artístico, mejora notablemente lo que es en televisión o DVD. Hoy día, un cantante de ópera es un actor de teatro, y de alguna manera los directores de televisión se han puesto a la altura del contenido: podés ver planos, realizaciones, transmisiones enteras muy expresivas.

–El producto que se ofrece excede, entonces, el espectáculo lírico clásico.

–Sí, es otro producto. No pudiendo estar ahí, en Nueva York, en Londres, es un modo de acercarse al contenido que de otra forma estaría vedado. Y es hacerlo a lo grande, en esa pantalla. De lo que se trata es de empujar un cambio de paradigma: convertir la sala de cine en sala de eventos. Es volver a buscar la función social original de esa sala, que con el tiempo fue mutando y perdiéndose. Algunos contenidos podrías verlos en tu casa, pero si estás con alguien a quien no le interesa, o solo, tal vez prefieras decir “me voy con amigos a ver tal cosa”.

–¿Por qué elegir la lírica y el ballet para distribuir en los cines?

–Básicamente porque la música clásica, por decirlo así, es más sistémica. El Met, el Royal Opera House, la Scala, todos esos teatros saben qué obras van a tener en dos años. En el rock, por más que se organicen tours, no sabés qué puede pasar. Igualmente estamos proyectando atacar también ese aspecto de los contenidos. Es cuestión de oportunidad. También depende de los contextos, porque este tipo de proyecto tiene que ver con la territorialidad. Cuando estudiamos la posibilidad de proyectar ópera, descubrí, por ejemplo, que en Estados Unidos donde más éxito tiene es en los pueblos más chicos. La gente se viste de gala y va. Claro, son lugares donde no tienen sala lírica, no existe algo como el Mozarteum, nada. Creemos que acá, en algunos sitios del interior, puede pasar algo así.

Desde la otra vereda, y tal vez paradójicamente, el mismo entusiasmo invade al presidente de la Fundación Teatro Colón, Rodolfo Ceretti, quien recuerda que la institución ve con ojos encantados la iniciativa. “En Buenos Aires hay más opciones en calidad y precio; en el interior no pasa. Antiguamente se daba ópera, pero luego fueron cerrando las salas. Creemos que esto es una forma de dar espectáculos a gente del interior que no tiene que esperar a que lleguen las vacaciones de invierno para venir acá.”

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