SOCIEDAD › VOLVIERON A ATACAR A UN SUPERMERCADISTA QUE TENíA CUSTODIA POLICIAL
Arrojaron bombas molotov contra un supermercado de Recoleta, dos meses después de que su dueño fuera baleado en un supuesto intento de robo que no fue. Le habían exigido 50 mil dólares para trabajar. Tenía custodia policial, pero antes del ataque desapareció.
Aplicando el viejo truco de la zona liberada, un supermercadista chino que ya había sufrido un atentado en julio por el que debía tener una custodia policial por orden judicial, sufrió el domingo pasado otro atentado cuando la custodia policial se había esfumado. El ataque consistió en varias bombas molotov que fueron arrojadas contra el local, ubicado en Riobamba 1021, plena Recoleta. Los ataques parecen funcionar como una especie de represalia contra el dueño por negarse a pagar a un grupo mafioso –que tanto podría ser chino como no serlo– una protección clásica, esto es, protección de sí mismo, la antigua práctica del “pagame para que no te ataque”.
El supermercado está ubicado en la calle Riobamba 1021, entre Santa Fe y Marcelo T. de Alvear. El nombre figura en un enorme cartel fijado en el frente, sobre la puerta: Supermercado Riobamba 1021. A la escasa originalidad en la elección del nombre se le opuso la originalidad del dueño en el tratamiento de lo que se podría llamar “peajes habituales”, es decir, una cerrada negativa a “colaborar” en su propia seguridad. Al menos, eso surge de las consecuencias sufridas.
Todo parece haber comenzado el 22 de junio pasado, cuando un hombre de rasgos orientales acompañado por uno de rasgos occidentales entraron al local y le dejaron a Zhuqing Yu, de 40 años y dueño del supermercado, un papel escrito con ideogramas chinos con un nombre, un teléfono celular y la suma que debían pagar para seguir trabajando, según declararon más tarde la víctima y su familia. La suma era de 50 mil dólares. Como método de afirmación del peaje, durante esos días se repitieron los llamados telefónicos amenazantes.
Hasta que el 26 de junio, y aparentemente cuando ya el supermercadista mostraba decisión en no colaborar en su propia seguridad, apareció un muchacho con un gorrito blanco. No eran todavía las nueve y media de la noche y Zhuqing atendía al público. El muchacho, en lugar de hurgar en las góndolas, enfiló derechito al dueño, sacó una pistola calibre 32 y sin mediar palabra le disparó a la pierna izquierda, con la seguridad de que el mensaje sería entendido correctamente. El caso venía al dedillo para alentar la ola mediática de inseguridad. Pero no, aunque el muchacho escapó sin tomar nada, las primeras hipótesis dieron vueltas alrededor del robo. Hizo falta que la esposa del demolido Zhuquing declarara que los venían amenazando, que les exigían 50 mil dólares y que los llamados se sucedieron después de aquel ataque para que cambiaran la hipótesis.
El autor del disparo quedó filmado por las cámaras de seguridad del comercio, es joven y los investigadores están convencidos de que se trata de un sicario al que le pagaron para que balee a Yu.
Los llamados posteriores, hablados por un hombre en idioma chino, decían que “sabemos que el dueño no murió, si no pagan en dos días, muere”, y “pongan la plata o les mato a uno de sus hijos”, fueron algunos de mensajes intimidatorios.
Después de los sucesos de la segunda mitad de junio, la Justicia ordenó una consigna policial en la puerta del Riobamba 1051. Consigna que quedó a cargo de la comisaría 17. El domingo en la madrugada, sin embargo, cual salidera bancaria, la custodia policial, como dicen los brasileños, “sumiu”, se esfumó. Y desde la calle, aprovechando que la zona había quedado liberada de custodias, lanzaron un par de bombas molotov que no causaron otro daño que un principio de incendio absolutamente focalizado.
El nuevo episodio es investigado por la fiscal Estela Andrades de Segura, quien ya se puso en contacto con su colega Pablo Recchini, que es el fiscal que tiene la causa por el ataque en el que resultó baleado el dueño del lugar.
El ataque a Yu fue el primero de una seguidilla que tuvo su caso más grave el 9 de julio último, cuando el encargado de un supermercado chino situado en Costa Rica 5623 de Palermo Hollywood fue asesinado de siete balazos, luego de que fuera extorsionado por una mafia que le pedía 50.000 dólares para trabajar.
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