Dom 19.01.2003

SOCIEDAD  › UNA INVESTIGACION REVELA QUE LOS DESOCUPADOS SUFREN TAMBIEN ALTO NIVEL DE AGOBIO PSIQUICO

El estrés de no hacer nada

Contrariando la imagen del estrés vinculado a la sobreexigencia laboral, un estudio del Conicet y la UBA demostró que los desempleados también lo pueden padecer. Según la muestra, el 65 por ciento de los desocupados tiene problemas para concentrarse y un 25 por ciento empezó a fumar o fuma más que antes.

Desde que comenzó a hacerse famoso en la década del ‘80 de la mano de los yuppis y los “workaholics”, el estrés estuvo siempre asociado, como concepto, a situaciones vinculadas con el exceso de trabajo o de la presión que eso significa. Por ello, al escuchar la frase “estoy estresado”, inmediatamente se piensa en una persona tapada de trabajo, ojerosa y con el pulso tembloroso. Ahora, una investigación desmiente esa imagen. Un estudio realizado por expertos del Conicet y de la Universidad de Buenos Aires revela que las personas que han perdido su trabajo sufren altísimos niveles de estrés, que afecta en lo físico y psíquico, así como sus vidas y sus relaciones familiares. Entre los datos más relevantes del estudio surge que casi un 65 por ciento de los encuestados tiene más problemas para concentrarse que antes de perder el empleo y que un 25 por ciento empezó a fumar o, si ya lo hacía, incrementó su frecuencia desde que está desocupado.
“Nosotros definimos al estrés como una relación particular entre el individuo y su entorno que es evaluado por éste como amenazante o desbordante de sus recursos y que pone en peligro su bienestar. Si tomamos esta idea como válida, el concepto supera la idea tradicional del estrés laboral, para expandirse hacia otros ámbitos, permitiéndonos analizar desde una óptica diferente un sinnúmero de situaciones, que hasta ahora se hallaban sin respuesta” explicó a Página/12, Nora Leibovich de Figueroa, la investigadora que llevó a cabo el estudio junto a Paula Szabo y Marta Schufer. Es a partir de este nuevo enfoque del concepto que los investigadores se han volcado a medir su incidencia en diferentes contextos, entre ellos, el de desempleo.
Según la investigación, que incluyó una muestra de 108 personas desocupadas perteneciente a los programas de reinserción laboral del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, casi el 32 por ciento de las personas encuestadas ve en la necesidad de enfrentar nuevos caminos la principal causa de su malestar. “El qué hago ahora es lo que trae el estrés y la desesperación. Es la falta de un proyecto claro y la imposibilidad de ubicarse nuevamente como sujeto, frente a un contexto que los expulsa. Todo esto genera altísimos niveles de angustia”, explicó Nora Gluzman, coordinadora del taller “¡Animo!, busco trabajo”, del hospital Pirovano, un espacio creado como contención para aquellos que, tras perder el trabajo, se sienten apartados de la sociedad.
Pero mientras la desesperación ante un futuro sin perspectivas se instala entre las mayores preocupaciones de los desocupados, sólo un 11 por ciento consideró como un factor importante sentir vergüenza por su situación, hecho que años atrás ocurría habitualmente. Hasta la década del ‘90, cuando la tasa de desocupación comenzó a trepar, quien estaba sin trabajo era frecuentemente considerado un “vago” o un “inútil” por sus pares y familiares, y esa sensación se trasladaba a la propia persona, que se sentía responsable de su situación.
En la actualidad, en cambio, el 51 por ciento de los encuestados consideró que las causas del desempleo son externas a su persona, y que las causas de su situación están íntimamente vinculados con una sociedad que expulsa gente en lugar de integrarla. “Esto, si bien es cierto, complica mucho la tarea del analista”, dijo la licenciada Roxana Yattah, del centro de Salud Mental Nº1, Manuela Pedraza, “ya que la pregunta habitual que nosotros intentamos que nuestros pacientes se respondan es qué tienen que ver ellos con la situación que los angustia, y buscamos que cambien su posición. Pero con respecto al desempleo, en la gran mayoría de los casos es la realidad la que se impone y poco tiene que ver la actitud que haya tenido la persona frente al problema”.
En ocasiones, la frustración del desempleado se vuelve, convertida en ira, contra los afectos más cercanos. Así, un 33 por ciento de los encuestados contestó que se irrita más fácilmente de lo que lo hacía con anterioridad, lo que se traduce en problemas de pareja y familiares muy graves, que complican aún más el cuadro. “El nivel de separacionesproducidas a causa del desempleo es altísimo en este momento, y además, se está produciendo otro fenómeno aún más complejo: el de las parejas que continúan viviendo bajo un mismo techo porque no hay plata para irse a otro lado, pero que no se pueden ni ver”, comentó la licenciada Gluzman.
El trabajo también ahonda en las consecuencias físicas que produce el desempleo. Casi el 40 por ciento de los encuestados reconoció sentirse agotado tanto física como mentalmente, y un 64 por ciento dijo no poder concentrarse como antes en las tareas que emprende.
De allí que la asistencia profesional sea fundamental para superar esa crisis. Según todos los especialistas, la salida de esta situación se relaciona directamente con un reposicionamiento de la persona que le permita dejar su lugar de víctima, y desplegar sus posibilidades en nuevos ámbitos. “Intentando mirarlo de un lado positivo, la situación de desempleo obliga al sujeto a vincularse más con su vocación y esforzarse por ser creativo. Con la caída del empleo, el mundo no se acaba”, concluye Yattah.

Producción: Damián Paikin

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