SOCIEDAD › LA HISTORIA NEGRA DEL CASO GOROSITO Y DE LOS MéTODOS POLICIALES EN MERLO
La historia que anticipó la muerte de Fabián Gorosito: un robo e intento de violación fabricados para justificar la detención. Una semana antes de aparecer el cuerpo habían detenido a varios policías de la primera acusados de robar casas y autos.
La investigación por el secuestro, tortura y muerte de Fabián Gorosito, en Merlo, sigue una pista con indicios fuertes. Dos meses antes de que el joven fuera asesinado, uno de los uniformados detenidos e investigados en el caso descubrió que su esposa rumbeaba por otros brazos. Según la información que se busca corroborar, atacado de furia el uniformado entró a la casa rompiendo la puerta al estilo allanamiento, pateó muebles y amasijó a golpes a su mujer como si fuera un sillón más, y después instaló en la comisaría la versión de que lo habían robado e intentado violar a su esposa. Al culpable ya lo tenía en mente en forma anticipada y sólo restaba detenerlo y que recibiera algún tipo de castigo. No es la primera vez que en la sexta de Merlo ponen en práctica el método del autocontrol. Hace siete años, un joven detenido por hurto murió baleado por la espalda de un escopetazo mientras se encontraba reducido en el piso de la celda. El oficial que disparó estuvo prófugo hasta que por esos curiosos birlibirloques del destino, la calificación cambió de homicidio agravado a homicidio culposo, y fue reincorporado. En Merlo no la llevan de parabienes: hace unos días detuvieron a una banda que robaba casas, polis de la comisaría primera, entre ellos una agente que intentó ahorcarse.
Según la información con la que cuentan los investigadores del asesinato de Fabián Gorosito, alrededor de dos meses antes de que el joven fuera secuestrado, uno de los policías descubrió que su mujer, quien trabajaba en una estación de servicio de la localidad, se encontraba con la víctima. Ese día, el bonaerense, arrebatado pero con lógica costumbrista, entró a su casa a los gritos y a los golpes como un elefante enfurecido contra todo lo que se encontrara en su camino, incluyendo a su esposa. Después llegó el momento de reflexión y consideró instalar en la comisaría la versión de que habían entrado a robar en su casa y que intentaron violar a su esposa. Y que al retirarse le habían dicho a la mujer: “Agradecéselo a tu marido”.
Rápidos para ajustar cuentas bajo el común denominador de la inseguridad, un grupo de colegas de la sexta decidió ayudar en escuadrón al denigrado colega. No está claro qué grado de conocimiento tenían del caso, si sólo conocían la versión que él había difundido en la seccional o si, con más amistad, estaban enterados de los entretelones del supuesto robo. La cuestión es que de uno u otro modo el equipo estaba dispuesto a detener al personaje.
La oportunidad se presentó el 14 de agosto pasado. Esa noche, Fabián Gorosito se reunió con sus amigos en la puerta de la iglesia José Obrero para salir a bailar. En unas motos, el escuadrón lo “detuvo” y lo trasladó a la comisaría sexta, donde no fue registrado en el libro de ingreso, una mecánica que desde hace décadas figura en los manuales de la mejor policía del mundo. Que Gorosito reconociera o no la realización del robo y el intento de violación, era una meta que podía servir para el grupo, no para el marido, que no estaba interesado en ningún tipo de confesión.
Se intenta determinar con la autopsia definitiva si Gorosito murió asfixiado como se cree y si ocurrió en la comisaría o en el zanjón donde fue arrojado después de la paliza.
El 12 de septiembre de 2003, la misma comisaría aparece en los registros criminales. Ulises Inostroza, de 22 años, y su padre, Jerónimo, habían sido detenidos por la denuncia de una empresa de cable por una conexión trucha. El 15 se produjo una discusión en una de las celdas. El comisario y cuatro o cinco oficiales se acercaron a los calabozos con Itakas. Uno de ellos disparó tres veces e hirió a uno de los detenidos en una pierna. Ordenaron entonces a todos los presos que se echaran al piso boca abajo. Entraron a la celda entonces, y el oficial en cuestión disparó a la espalda de Inostroza un escopetazo provocándole la muerte. La autopsia determinó que el disparo había sido realizado a una distancia de entre 5 y 30 centímetros. El oficial desapareció de la escena y fue pasado a disponibilidad, acusado de homicidio agravado. La curiosa modificación de la calificación del delito, a homicidio culposo, lo devolvió a la Bonaerense, donde registra en alguna de las tantas comisarías de La Matanza.
Una semana antes de la detención de los siete policías de la sexta de Merlo, otra comisaría del mismo distrito, la primera, entraba en crisis: fueron detenidos el encargado de logística, y una mujer policía del destacamento Nueva Pompeya, en el barrio Matera, de Merlo. La agente formaba parte de una banda con un bonaerense exonerado. La banda se dedicaba a robar casas y autos marcados durante sus recorridas de patrullaje. En la casa del encargado de logística encontraron autos con pedidos de secuestro. En efecto, los había secuestrado.
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