Vie 07.01.2011

SOCIEDAD  › REYNALDO WABEKE, VIUDO DE ADELFA, PRIMER GAY CASADO EN SANTA FE Y BUSCAVIDAS

Un lugar para el show bizarro

Las mujeres mayores bromean: dicen que quieren casarse con él, que ya despidió a su esposa de 82 años. El ahora estrena su obra Putimonios en acción, que incluye una conferencia con el público y exabruptos varios.

› Por Emilio Ruchansky

Desde Mar del Plata

Reynaldo, con smoking y moñito, llama la atención en la peatonal, donde promociona su obra.
Imagen: Leandro Teysseire.

Dos señoras de barrio que caminan atadas por el codo en la peatonal San Martín frenan de manera imprevista, como si hubieran visto un fantasma de la juventud. Contemplan a un joven rubio, sonriente, vestido de smoking y moño. Y entonces una se desata. “¿No te querés casar conmigo?”, le dice. El joven contesta con otra pregunta: “¿Tenés plata?”. Ella niega con la cabeza y él se ríe: “Sólo agarro viejas con plata”. Es Reynaldo Wabeke, el mediático viudo de Adelfa, la señora de 82, ya fallecida, con la que se casó en 2007, y también el primer ciudadano de Santa Fe capital en estrenar la ley de matrimonio igualitario. No está paseando. Reparte volantes de su obra: Putimonios en acción.

Enseguida se arma una ronda, aparecen los grupos de chicas y chicos pidiendo sacarse una foto, y Reynaldo reparte abrazos y sonrisas. También aprovecha para negociar la entrada, como le indicó la boletera del auditorium del Shopping Peatonal, en San Martín 2236: “Cincuenta pesos si vienen solos; si son tres o cuatro, 25 por cabeza, 30 a estudiantes y jubilados”. De cerca lo sigue otro personaje del elenco, “Morena”, que va disfrazada de novia. En verano, Mar del Plata es tierra de oportunidades.

Son las 23 y adentro, en el tercer piso, una cola de 40 personas es multitud para un teatro de 180 butacas, que rara vez se llena. Es su debut actoral, dice Reynaldo, y al mismo tiempo su forma de homenajear a Adelfa, que cumpliría 85 años esa noche. El nombre de la obra refiere a una pintada que apareció el 19 de agosto pasado en el Registro Civil santafesino, cuando se casó con Cristian, su novio durante dos años. “No a los putimonios”, decía el graffiti.

Se apagan las luces y se proyectan las imágenes de varios noticieros informando del casamiento con Adelfa y hasta una nota del programa ITN news (CHEC) de Estados Unidos. Conchita, el actor y productor Lautaro Reyes que convenció a Reynaldo de subirse al estrado, pide que el público se ponga de pie mientras suena el vals de los casamientos. Y entran Morena y Reynaldo, que se casan en una ceremonia oficiada por Conchita, que es “Xuxa para los chiquitos”.

No habían pasado 10 minutos cuando una mujer se levantó y salió apurada de la sala para sacar a sus hijas. Es que Conchita no tuvo mejor idea que pedirle al público que la llame por el apodo que Ricardo Barreda detestaba y decir: “¡Cómo me calienta que me digan así!”. Enseguida se arma un concurso de baile, que incluye una preselección atinada para el disparate que se viene. Señoras mayores, para variar. Reynaldo les promete 24 días de felicidad, el mismo tiempo que tardó en fallecer Adelfa, que ya estaba enferma “Después las mató”. Ellas se ríen, todos se ríen menos Reynaldo: “Paren, yo no la maté a Adelfa, ¡eh!”.

Las parejas que compiten bailan una cumbia, Conchita festeja a los ganadores, “una vieja y un pendex, como debe ser”, y Morena hace mímica de un lento que dice en un momento: “Yo era sólo lo que tú querías ver”. Sigue otro video que muestra el casamiento de Reynaldo y Cristian, a través de los medios. “¡Qué lindo que sos!”, suelta una señora muy mayor. “No se confunda, ¡yo estoy unido en feliz putimonio, digo, matrimonio”, contesta.

Pasados 40 minutos, Reynaldo inaugura la conferencia de prensa “exclusiva”, que anticipó en la peatonal para tentar turistas. “¿Heredaste mucha plata?”, pregunta una anciana. “No crea. Se gasta mucho en abogados”, dice. “¿La extrañás?”, le dice un señor. “Sí, soy quien soy gracias a ella. Siempre fui discriminado, mi cuñado me echó de casa para quedarse con la plata de mis viejos y Adelfa fue mi madre, mi abuela, un gran amor en mi vida.”

“¿Y para qué se casaron?”, pregunta una señora que sabe la respuesta y le dice: “Para que te dejara los bienes”. Reynaldo asiente. D“Estaría viviendo bajo un puente si no me casaba”, confiesa. “Hay que ser morboso para pensar otra cosa sobre ese casamiento, como cuando me preguntan si Adelfa era fogosa”, agrega Reynaldo. Tras un intervalo de música y malabares, Conchita reproduce con un turista elegido entre el público la oferta de sexo en la calle y presenta a “Reina Reynaldo”, la versión trans del viudo de Adelfa, disfrazada de conejita. Conchita explica por qué todos y todas, “heteros, gays, tortas, putañeros y matrimonios felices” deben cuidarse del VIH. Y como si repartiera estampitas en una iglesia, Reynaldo despide al público repartiendo preservativos, que nadie desprecia, ni la abuela que le gritaba “¡qué lindo que sos!”.

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