El primer día de mayo, el papa Juan Pablo II, muerto en 2005, será declarado beato por su sucesor, Benedicto XVI. Lo que permitió ascenderlo al culto de los altares, en un proceso cuya extrema rapidez han resaltado todos los vaticanistas, fue lo que –por decreto papal– acaba de ser considerado milagro: la curación “inexplicable” de una monja francesa que, tras la intercesión del ya fallecido religioso polaco, habría superado el mal de Parkinson. La beatificación, paso previo a la canonización, alcanzará en este caso un tiempo record, puesto que habitualmente para iniciar el expediente se requiere que hayan transcurrido al menos cinco años desde la muerte del posible beato.

El nuevo status, además, implica que, en adelante y a pesar de los indicios en contrario, la Iglesia Católica sostiene que el fallecido Karol Wojtyla jamás protegió a curas pedófilos como el mexicano fundador de los Legionarios de Cristo Marcial Maciel. La noticia de la beatificación despertó críticas (ver aparte) y también congratulaciones, como la expresada por el ex presidente polaco Lech Walesa, quien se definió como “doblemente feliz” con el anuncio: porque “hombre que en vida era un santo se convertirá oficialmente en santo” y, además, porque “tendremos por fin un santo de nuestra época, alguien a quien conocimos bien”.

Aunque culminó su extensa agonía el 2 de abril de 2005, el proceso que lo llevará a los altares se aceleró por “la imponente reputación de santidad de la que gozó el papa Juan Pablo II durante su vida, en su muerte y después de su muerte”, informó el Vaticano en un comunicado. La comisión de cardenales y obispos de la Congregación para las Causas de los Santos dio por probado que sin la intercesión de Wojtyla no habría sucedido la curación “inmediata e inexplicable”, en junio de 2005, del mal de Parkinson que sufría la monja francesa Marie Simon-Pierre.

La monja, por entonces de 40 años, trabajaba en un hospital de Aix en Provence (sur de Francia) cuando le diagnosticaron la enfermedad. Eso sucedió en 2001. Seis años después, en 2007, contó a la prensa que en los meses previos se curó “milagrosamente”, luego de una crisis de la enfermedad que sobrevino tras la muerte de Juan Pablo II. El Papa murió el 2 de abril de 2005.

Tras conocer la noticia de la muerte, la Congregación de las Pequeñas Hermanas de las Maternidades Católicas, de la que ella es parte, se entregó a una noche de rezos y pedidos al religioso recién muerto. Paralelamente, la mujer, informó ayer uno de los encargados de documentar el proceso, Slawomir Oder, siguió el consejo de la madre superiora de su congregación, quien le había sugerido escribir el nombre del Papa fallecido en un trozo de papel. La propia religiosa aseguró que el cambio en su salud se produjo al amanecer: “Me sentí completamente transformada. Sentía algo muy fuerte que es difícil de describir y estaba convencida de estar totalmente curada”.

Simon-Pierre relató que, cuando acudió al consultorio, “el neurólogo se quedó sin habla” por ver su mejoría repentina. “Me miró y me dijo: ‘¿Qué sucedió, has tomado dosis dobles de tus medicamentos de dopamina?’. ‘No doctor, le dije, ya los suspendí por completo’”, dijo la monja que había respondido. En los documentos que demuestran el “milagro”, dijo Oder, figuran ejemplos de la caligrafía de la religiosa durante su enfermedad y después de su curación. “El cambio de letra es impresionante: de ilegible a normal.”

La beatificación de Juan Pablo II, además de suceder en tiempo record, se convertirá en un evento histórico. Hace un milenio que en la Iglesia Católica ningún Papa proclama beato a su antecesor. Sólo la ratificación de otro milagro podría convertir a Juan Pablo II en santo, de acuerdo con los requisitos vaticanos.