SOCIEDAD › AHORA SUSPENDEN EL RESCATE DE SOBREVIVIENTES POR FALTA DE REFUGIOS
Desde ayer sólo se retira a los enfermos y heridos graves. Escasean las vacunas y hay temor por posibles epidemias. La cifra oficial de muertos asciende a 710 y hay al menos 300 desaparecidos. Ayer volvió a llover en zonas del desastre.
› Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
Decir que, a una semana de la catástrofe que destrozó tres municipios de la región serrana vecina a Río, lo que se ve es un escenario de guerra, es decir poco. Porque lo que se ve en las áreas afectadas es un escenario de abandono y extrema desesperación. En Teresópolis, a unos 90 kilómetros de Río, volvió a llover fuerte en la tarde de ayer. Los trabajos de rescate de las víctimas proseguían bajo el aguacero, pero con equipos terrestres. Los vuelos de rescate aéreo fueron suspendidos en forma definitiva, tanto en Teresópolis como en Nova Friburgo. El lunes se suspendieron los vuelos destinados a localizar cadáveres y rescatarlos. A partir de ayer, sólo serán retirados los enfermos y heridos más graves. La opción por dejarlos en sitios seguros se debió a la necesidad de transportar, vía helicópteros, medicinas, agua y alimentos y también a que los refugios ya no tienen más espacio. Entre las tres ciudades más duramente afectadas, los evacuados superan la marca de los 22.500. Los refugios ya no tienen espacio para más.
Teresópolis sepultó a 235 cuerpos y hay por lo menos otros 50 esperando que se abra espacio en el cementerio local. Ayer, en los puestos de socorro, la gente humilde buscaba sitio para vacunarse. Había tres cartelitos indicando puestos de vacunación contra tétanos, hepatitis A y leptospirosis. Algunos empleados pasaban instrucciones. Quien sufrió alguna herida debe vacunarse contra el tétanos. Todo aquel que tuvo contacto con cadáveres debe vacunarse contra la hepatitis A. Todos los que ingirieron agua de los ríos deben vacunarse contra la leptospirosis. Y entonces tropezaban en la realidad: las dosis de la vacuna contra el tétanos no llegaron en cantidad suficiente, contra hepatitis A tampoco y contra la leptospirosis no existe. Un campesino, que como voluntario cargó a más de 35 cadáveres, muchos en estado de descomposición, fue avisado de que deberá volver el viernes, para ver si llegaron nuevas cargas de vacuna.
En Nova Friburgo el sol apareció –y se mantuvo en el cielo– por segundo día consecutivo. La cantidad de barro y lodo disminuyó mucho, pero las polvaredas aumentaron en la misma proporción. Con el polvo vienen enfermedades pulmonares. En las zonas rurales sigue siendo casi imposible moverse en cualquier vehículo mayor que las bicicletas y motos.
En Petrópolis, principal y más sofisticado centro turístico de toda la región serrana, muchas áreas y distritos no han sido afectados por los temporales. Pero donde hubo catástrofe, los daños y pérdidas han sido descomunales. Ayer volvió a llover y los equipos de rescate y salvación que trabajan en el distrito de Itaipava optaron por seguir trabajando, a pesar de admitir que las posibilidades de encontrar sobrevivientes entre los escombros y el barro son prácticamente nulas. En Itaipava se armaron las tiendas de campaña similares a las que fueron utilizadas en Haití luego del terremoto del año pasado. Allí fueron instalados los centros médicos de las fuerzas armadas y la coordinación de los trabajos de asistencia se desarrolla de manera más lógica, racional y, como consecuencia, más humana.
Desde la mañana del lunes dos aviones sobrevuelan toda la región. Su tarea es fotografiar todo, para elaborar, en el menor plazo posible, el nuevo mapa topográfico de la sierra, para detectar nuevas zonas de riesgo extremo. La destrucción ha sido tan formidable que los mapas actuales ya no sirven. Algunos arroyos y ríos tuvieron sus cursos de tal manera alterados que se considera imposible que vuelvan a ser lo que eran. El arroyo Dantas, que cruza ocho kilómetros entre el centro de Nova Friburgo (la más duramente afectada de las ciudades serranas) y se extiende por la zona rural antes de dirigirse a las montaña que lo conducirán al mar, tenía, hasta hace ocho días, cuatro metros de ancho por dos de profundidad. Ahora es un río caudaloso, con casi 80 metros de ancho y una profundidad de ocho. Lo que había en sus márgenes desapareció para siempre.
Se prevé que, hasta la mañana del jueves, los equipos de socorro que se mueven por tierra alcancen las áreas todavía aisladas en Nova Friburgo. En vastas áreas de Teresópolis, la segunda ciudad más devastada, se calcula que esos equipos lleguen entre mañana a la tarde y la mañana del viernes. Sólo entonces se tendrá una idea más precisa del número de muertos en esta ciudad. Las previsiones más optimistas de los equipos de Defensa Civil señalan que el número de muertos contabilizados hasta ayer, 285, podrá multiplicarse por dos, es decir, que se llegue a 570. Otros cálculos indican que el número podrá ser todavía mayor. Hasta la noche de ayer, la cifra oficial de muertes era de 710, con por lo menos 300 desaparecidos. De confirmarse los cálculos más conservadores, será la peor catástrofe de la historia en Brasil.
En Brasilia, la presidenta Dilma Rousseff determinó una mayor participación de las fuerzas armadas en la región alcanzada por la tragedia. La falta absoluta de coordinación en las acciones llevadas a cabo por funcionarios de los municipios y del gobierno estadual se tradujo en una confusión exasperante para las ya traumatizadas víctimas. Por ahora, la principal misión de las tropas fue reabrir carreteras (la red vial de las zonas rurales prácticamente desapareció), proveer puentes de emergencia y participar de los trabajos de distribución de alimentos y medicinas.
El gobierno de Río, por su lado, promueve estudios de urgencia para detectar zonas de riesgo. Al mismo tiempo, y en conjunto con las alcaldías, trata de remover a los moradores de las zonas afectadas. Un obstáculo para esa remoción: la mayoría inmensa de los moradores no tiene para dónde ir. Ayer, las alcaldías de Teresópolis y Nova Friburgo anunciaron la expropiación de dos estancias, cuyas tierras serán destinadas a la construcción de viviendas populares para los que perdieron sus casas. Serán tres mil en Friburgo, 500 en Teresópolis. Plazo para el final de las obras: diciembre. Hasta entonces, nadie dice a la gente que perdió todo dónde se quedará a vivir.
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