SOCIEDAD
› OPINION
Los amigos de Palau
› Por Washington Uranga
En torno de la visita al país del evangelista Luis Palau y al espectáculo religioso-cultural-musical del cual el predicador electrónico será figura central, se ha desarrollado una aceitada maquinaria publicitaria y de poder. Los organizadores no escatimaron esfuerzos para convertir a Palau en el interlocutor de políticos (es difícil que un político en campaña se resista a una invitación de alguien capaz de reunir mucho más gente que cualquiera de sus punteros), dirigentes y funcionarios (ayer se entrevistó con Eduardo Duhalde) y para dejar en claro que ellos también –un sector de los evangélicos– tiene acceso al poder por lo menos en el mismo nivel que lo puede hacer la Iglesia Católica. El hecho permite diferentes lecturas. El propio Palau admitió que tan importante campaña está financiada por parte de la comunidad coreana y empresarios locales “amigos” que no identificó. No dijo nada, en cambio, de los aceitados contactos que tiene con los magnates petroleros de los Estados Unidos que han solventado parte de sus extensas giras por el mundo. La presencia de Palau se encuadra dentro de una estrategia de legitimación de los evangélicos que quieren que su crecimiento numérico evidente se refleje también política y culturalmente, aumentando su influencia en la sociedad. Si bien se habla de una convocatoria “amplia”, está claro que, por una parte, las llamadas “iglesias históricas” no se entusiasman con un predicador electrónico como Palau. El argentino-norteamericano apoya su discurso en la esperanza y en el anuncio de Dios desde una lectura fundamentalista de la Biblia, pero relega a un segundo plano las cuestiones sociales y el reconocimiento del conflicto social, también presente en la Biblia a través de la imagen de la cruz. Por ello el discurso social más crítico de las iglesias evangélicas históricas no tiene espacio en la predicación de Palau que prefiere los contactos cercanos con el poder y un anuncio más liviano y poco comprometido. El otro propósito evidente es el de competencia con la Iglesia Católica. Por esa razón se eligió el escenario del Monumento a los Españoles en Palermo, coincidentemente el mismo lugar donde se hizo la concentración católica con ocasión de la visita del Juan Pablo II. Las comparaciones serán inevitables y los seguidores de Palau aspiran a superar la cifra que reunió el Papa. Palau encarna en fenómeno religioso cultural con un discurso que le resulta muy afín al sistema: hablar de la esperanza y de Dios sin hacerse demasiadas preguntas por los conflictos y los padecimientos del presente.