SOCIEDAD › EL SORPRENDENTE JUICIO A UN BONAERENSE QUE MATó A UN VETERINARIO
Ocurrió en 2003, en un campo cerca de Villa Rosa. Un cabo baleó a un veterinario durante un presunto operativo cerrojo para atrapar a los ladrones de un camión. La fiscalía empezó acusando al policía por homicidio simple y terminó casi defendiéndolo.
› Por Horacio Cecchi
Cuando mañana se inicie la lectura de la sentencia del Tribunal Oral en lo Criminal 7, de San Isidro, el cabo 1º Juan Pablo Rueda tendrá el 75 por ciento de la batalla ganada. Sentado en el banquillo de los acusados por balear al veterinario Dante Jarcovsky en diciembre de 2003, Rueda espera que el tribunal atienda en especial la que resultó su mejor defensa: la acusación de la fiscalía. Habiendo iniciado el juicio con ocho años de condena como horizonte más favorable, vio la luz cuando en sus alegatos la fiscalía sorprendió al acusarlo por exceso en la legítima defensa, con un máximo de tres años como peor pronóstico. Pero no es un caso tan sencillo como para entenderlo por una falsa performance fiscal. El veterinario fue baleado por Rueda mientras conducía un camión robado, al que nadie explica cómo y para qué subió, ni qué necesidad tenía, camión que fue robado frente a su campito cercano a Villa Rosa, Pilar, de noche y con olor a cosa armada. Hay más: Jarcovsky tenía tenencia y portación de una Glock para defenderse de los cuatreros que ya le habían robado en un par de ocasiones. En su poder no encontraron la Glock (que apareció envuelta en arpillera y enterrada en la arena en su campo), aunque llevaba inexplicablemente la documentación habilitante. Para peor, dijeron que encontraron una 38, vegetariana de tan plantada que se la anunciaba, que la Bonaerense usó para justificar la legítima defensa, pese a que estaba herrumbrada. Siguen las curiosidades.
El 19 de diciembre de 2003, Dante Jarcovsky cumplía 42 años. Veterinario, casado con Cristina Ibarba Bruni, ex jocketta, también veterinaria, era propietario de un campo de 3,5 hectáreas (a unos pocos kilómetros de Villa Rosa, su pueblo natal y donde sus padres habían vivido desde siempre), en la calle Misiones, conocida como calle de la tosquera, por una tosquera grande que hay al final, a unos cinco kilómetros de recorrido desde la ruta 25. Del otro lado de la calle, pasando unas tranqueras, cuatrocientos metros hacia dentro, está el campito de Dante. Además de la tosquera, la zona tiene la particularidad de tener a pocos metros las quintas de De la Rúa, Nosiglia y Santibáñez. El 18 por la noche, Dante llamó a Cristina para asegurarse de que había llegado bien a Saladillo, donde vivía la pareja. La llamaba desde la casa de los Arévalo, un albañil y ex policía y su hijo, que solían cuidar el campo durante su ausencia y que sería quien prepararía el cordero asado para el festejo del cumpleaños. “Dante tenía una Glock 40 como legítimo usuario porque los cuatreros lo habían robado un par de veces –dijo Cristina a Página/12–. El arma nunca quedaba en el campo. Cuando se quedaba él, la tenía encima, y cuando se iba a Saladillo se la dejaba a Arévalo, que cuidaba el campo.”
Jarcovsky, que no había regresado a Saladillo, para poder organizar el asado del día siguiente con los Arévalo, en Villa Rosa, se quedó de visita “hasta terminar de ver el programa de Tinelli”, dijo Cristina. Una vez que terminó, alrededor de la 0.30 del 19, dejó a los Arévalo y se dirigió al campito, en su camioneta verde, a unos cinco kilómetros de allí y acompañado por Héctor Canelo, un peón de la zona. Al mismo tiempo en que salía de lo de los Arévalo, un trío entraba en el obrador de la tosquera en una camioneta y robaba un camión. El vigilador, nuevo y Peregil, de apellido, avisó a la policía cuando los ladrones se iban con el camión. El destacamento Derqui envió un patrullero. En él viajaban Juan Pablo Rueda y la cabo Pagani, cuya memoria sufrió los embates de un temprano Alzheimer, no por olvidar los hechos, sino por olvidar cuál de las cinco versiones que dio a la Justicia era la más convincente.
Rueda dejó el patrullero sobre Misiones, a unos 1500 metros de la ruta 25. O sea, a unos 3500 metros de la tosquera y el campito de Dante. Declaró que vio venir cuatro luces, dos del camión y dos menos importantes, supuestamente de la camioneta de los ladrones. Dejó el auto a la izquierda de la calle (Pagani, si la memoria no le fallaba, dijo que a la derecha). Rueda hizo señas de que parara y disparó. Primero dos veces con su escopeta 12/70 con munición de plomo (9 cada cartucho). Se le trabó y siguió con su Browning 9 milímetros, con la que hizo 10 disparos, tres de costado cuando el camión se le vino encima y chocó al patrullero. Todos los disparos fueron al conductor, pese a que Rueda dijo que disparó al sistema de frenos y las ruedas. Los escopetazos a menos de 30 metros. Dante murió intentando abrir la puerta y dejarse caer. Era la 1.45.
Empiezan las preguntas que debió hacer la fiscalía de Pilar al investigar el robo que luego archivó. Allí se perdieron datos clave que habrían revelado los motivos del crimen. ¿Qué hacía Dante arriba de un camión robado frente a su casa? ¿A dónde fueron los tres ladrones denunciados por el Peregil? ¿Por qué si le devolvieron la Glock, no la llevaba encima (estaba enterrada en arena, que la arruina), pero sí llevaba las credenciales que van con el arma y no con el portador? ¿Cómo apareció la 38 vegetariana y herrumbrada que la Bonaerense dijo que disparó? ¿Rueda se asustó como mono con navaja o participó de una cama al veterinario? ¿Por qué, de los 18 perdigones (15 impactaron en Dante) y las diez balas 9 milímetros, sólo se rescataron tres perdigones y una bala y ni una sola vaina? ¿Cómo apareció el celular de Dante, días después, en manos de Héctor Canelo? ¿Y por qué Canelo sabía que la camioneta de Dante apareció estacionada en Escobar y allí la fueron a buscar? Si ninguna de estas preguntas provocó curiosidad judicial, entonces mucho menos la provocará el pedido de legítima defensa del fiscal.
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