SOCIEDAD › UN ADOLESCENTE RECIBIó UN BALAZO Y UN PUNTAZO DESPUéS DE PROTESTAR POR UN PROCEDIMIENTO POLICIAL
Manuel, de 18 años, está internado en el hospital de San Miguel, con protección de la Gendarmería. Fue herido después de que, junto a un grupo de vecinos, intentara impedir la detención arbitraria de unos chicos de su barrio.
› Por Emilio Ruchansky
Escondido en un cuarto del Hospital Larcade, en San Miguel, Manuel F. pasa las horas, mientras un gendarme controla que solo sea visitado por sus familiares. No está preso ni se lo acusa por algún delito. “Lo están cuidando de la Policía Bonaerense”, dice su tía, por lo bajo, en un pasillo del hospital repleto de gente. Hace poco más de una semana Manuel recibió un balazo en la cintura en medio de una discusión con varios oficiales en el barrio Mitre, de esa localidad, y según denuncian los familiares, en su intento por encubrir el ataque, los oficiales lo sacaron del auto que lo trasladaba al hospital, lo subieron a un patrullero y le dieron “un puntazo” en la panza. Luego lo acercaron a la guardia, donde fue operado esa misma noche. La herida de bala le inundó de sangre el estómago y, desde entonces, lo alimentan mediante suero.
El incidente comenzó la tarde del miércoles 16 de abril, cuando dos oficiales de la Bonaerense, una mujer de apellido Ruiz y un hombre que se identificó como Gómez, llegaron en un patrullero de la Comisaría 3ª de San Miguel a una escuela. Al parecer, habían recibido una denuncia anónima sobre una pelea entre estudiantes pero llegaron y no encontraron a nadie. Muy cerca, en Rodríguez Peña al 4300, había un grupo de chicos de 13 y 14 años parados en una esquina. Según los testigos que declararon en la Unidad Fiscal de Investigación 19 de Malvinas Argentinas, ambos oficiales increparon a los chicos y trataron de llevarse a Germán M., hijo de un histórico militante peronista del barrio, afiliado a la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE).
“La hermana mayor de Germán, Carolina, se acercó al lugar con otros vecinos que estaban en la puerta tomando mate. A Germán lo habían agarrado del cuello y lo tiraron contra el capot del patrullero. Los dos policías fueron a provocar a los chicos, pero Carolina se plantó. Hubo un forcejeo, los vecinos le tiraron un par de cascotes al patrullero y la policía se fue. Pero antes, la oficial Ruiz le tiró una piedra a la gente”, relata Hugo Grillo, militante del Movimiento Evita y allegado al padre de Germán, en cuya casa terminaron refugiándose los chicos, temerosos de una réplica policial. Por desgracia, no se equivocaron.
Al rato llegaron seis patrulleros y un Duna blanco con agentes de civil a esa casa, ubicada en Rodríguez Peña al 4300. Nuevamente apareció el oficial Gómez, quien se desempeña como jefe de calle, y golpeó la puerta de mal modo. “Carolina le explicó que no podían entrar sin una orden de allanamiento, pero los policías la escupieron. Después rompieron una ventana y entraron por la puerta trasera”, detalló Grillo. Afuera, frente a la casa, un grupo de vecinos había ido par impedir el procedimiento policial. Allí, algunos vieron cómo la policía les pegaba a Germán y a su madre.
En medio de la protesta contra la policía, en la calle, sonaron dos disparos. Uno de ellos dio en la espalda de Manuel F., un chico de 18 años que integraba el grupo de los que intentaban impedir las detenciones. El proyectil le perforó el estómago y salió por el vientre. El joven, que trabaja repartiendo comida para un bar de la estación San Miguel, fue socorrido por los vecinos, que dispusieron de un auto para llevarlo al Hospital Larcade. “Lo subieron a una camioneta y cuando hicieron un par de cuadras, se les cruzaron dos patrulleros; los policías sacaron a Manuel a los golpes y lo subieron a un patrullero. Un pibito vio cómo le dieron una puntada en la panza para que parezca una pelea. Después lo tiraron en la guardia”, dice la tía de Manuel F., que se turna con otros familiares en el hospital para “no dejarlo ni un minuto solo”.
Luego de una operación de emergencia, en la que tuvieron que contenerle la hemorragia interna, y de una transfusión de sangre, Manuel F. fue derivado a una sala común el viernes pasado. Allí, según relata un tío suyo que pidió reserva de su nombre, había entre otros tantos pacientes, dos presos custodiados por agentes de la Bonaerense. “Un peligro. Enseguida pedimos protección y logramos que lo cambien de cama y pongan un gendarme a cuidarlo”, agrega el familiar. Manuel F. ya declaró ante el fiscal Diego Guida, quien apartó a la Bonaerense del caso y puso a cargo de las pericias a la Gendarmería Nacional.
Los agentes implicados fueron trasladados de comisaría, pero siguen trabajando, lo que provoca mucho miedo entre los familiares. “La bala que lo hirió ya apareció y también los vecinos juntaron otras vainas porque esa tarde la policía disparó varias veces. La madre y el padre de él están muy asustados pero quieren justicia, aunque se tengan que enfrentar con la Bonaerense”, dice el tío del joven, que fue asesorado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). La salud de Manuel F. mejora, pero lo carcomen los nervios.
En el barrio Mitre hubo protestas de amigos y vecinos del joven para que sean castigados los responsables. “Fue muy alevoso lo que hicieron y por eso deben estar desesperados por tapar todo, Manuel no quiere hablar por ahora, tampoco sus padres, esto les cambió la vida”, dice la tía del joven en el Hospital Larcade. El fiscal recorrió esos pasillos, habló con camilleros, emergentólogos y médicos. Ya declararon al menos 15 vecinos, mientras la Policía Bonaerense mantiene la versión de que las heridas fueron provocadas por el “rebote” de un balazo y un puntazo anónimo.
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