Más de tres semanas después del devastador terremoto, los trabajadores de la planta nuclear Fukushima Daiichi 1, en el nordeste de Japón, trabajan sin cesar para enfriar los reactores y detener las fugas radiactivas al Pacífico. Hay emisiones radiactivas que hacen temer una contaminación medioambiental perdurable y extensa, y no se disipa el peligro de una catástrofe nuclear aun mayor en la central. La tarea podría durar meses. Yukio Edano, portavoz del gobierno, señaló que Japón no podrá evitar una “larga lucha” contra la crisis nuclear. Por otra parte, se detectaron niveles de radiactividad en verduras y mariscos procedentes de la región de Fukushima, pero las autoridades aclararon que estaban dentro de los niveles permitidos. La cifra de víctimas fatales asciende a 12.020 y hay 15.512 desaparecidos, cuyos cadáveres fueron probablemente barridos por el agua.

La prioridad de los empleados de la compañía Tokyo Electric Power (Tepco), propietaria de la central, es restablecer la alimentación eléctrica de los reactores dañados para que funcionen los circuitos de refrigeración. Sin embargo, los avances en esa tarea son lentos. Goshi Hosono, consejero del primer ministro Naoto Kan, vaticinó que serán necesarios “probablemente varios meses para detener las fugas radiactivas”. “El mayor desafío son las alrededor de 10 mil barras de combustible usado, cuya retirada llevará mucho tiempo”, añadió.

La tarea más difícil es evacuar las capas de agua altamente radiactivas, que en parte se filtraron al océano Pacífico por una brecha de 20 centímetros descubierta en un foso conectado al reactor 2 a 40 kilómetros de la central; la contaminación con yodo es dos veces superior a la permitida. “Hasta ahora no está claro si el volumen de agua que ha salido al océano ha disminuido”, dijo un portavoz de la Agencia de Seguridad Nuclear, Hidehiko Nishiyama.

Los trabajadores de la central intentan taponar la grieta en una caja de cables de uno de los edificios que alberga las turbinas. El primer intento de sellarla con cemento fracasó, por lo que se probaba un polímero químico para impedir la fuga. En tanto, en los próximos días, se espera que llegue frente a la central una plataforma flotante de acero de 136 metros de largo y 46 de ancho. Sus depósitos de una capacidad de 10 mil toneladas podrían servir para evacuar el agua contaminada.

Las autoridades japonesas midieron niveles de radiactividad por debajo de lo permitido en verduras y mariscos procedentes de la central nuclear. En 33 de las 49 verduras y frutas analizadas se hallaron yodo y cesio, pero en niveles que quedan por debajo de lo máximo permitido en alimentos. También se halló cesio en cinco tipos de mariscos de la costa de Ibaraki, pero los valores quedan por debajo de lo legalmente permitido. A partir de estos resultados, el gobierno nipón analiza la opción de levantar las trabas al envío de alimentos. Además, por primera vez, el gobierno y Tepco midieron la radiactividad atmosférica en los 20 kilómetros evacuados en torno de la planta nuclear, y detectaron valores de hasta 50 microsievert por hora, según informó un canal de noticias local, aunque no explicaron cuán dañosa era la cifra. También se analizarán los bienes industriales procedentes de Fukushima por su posible contaminación.

Por otra parte, el gobernador de la provincia de Fukushima, Yukei Sato, criticó a la agencia de supervisión nuclear del país por la tardía publicación de datos sobre productos agrícolas posiblemente no afectados por radiactividad en la región, lo que permitiría que puedan volver a ser vendidos. En medio de la batalla contra la radiactividad, un centenar de personas se manifestó frente a la sede de Tepco en Tokio para gritar “nunca más centrales nucleares”.