SOCIEDAD › MAÑANA SE CASA EL PRINCIPE GUILLERMO, SEGUNDO EN LA LINEA DE SUCESION DEL TRONO BRITANICO
La lista de invitados incluye al príncipe de Bahrein, arquitecto de la represión en ese emirato, y al despótico rey de Suazilandia. Deja afuera a los ex primeros ministros laboristas Tony Blair y Gordon Brown, pero invita a Margaret Thatcher.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
En toda boda, la lista de invitados es un problema. Pero si el enlace es entre el segundo en la línea de sucesión del trono británico, el príncipe Guillermo –que mañana contrae matrimonio con Kate Middleton–, y los que quedan afuera o adentro son jefes de Estado, príncipes o ex primeros ministros, la cuestión se complica. La decisión de Palacio de tener entre los 1900 invitados al príncipe Salman bin Hamad al Khalifa, arquitecto de la represión en Bahrein; al despótico rey Mswatti III de Suazilandia o al embajador del Zimbabwe de Robert Mugabe ha provocado la movilización de grupos de derechos humanos que prometieron protestas frente a los hoteles de los dignatarios. Más polémica aún ha causado en el Reino Unido la lista de políticos excluidos del evento. Ni el ex primer ministro laborista Tony Blair ni su sucesor Gordon Brown estarán presentes en la Abadía de Westminster, a diferencia de la baronesa Margaret Thatcher y Sir John Major, dos ex primeros ministros conservadores, que sí han recibido la tarjeta VIP de invitación.
El Palacio ha asegurado que no es un tema político sino de protocolo, porque tanto Thatcher como Major pertenecen a la noble Orden de la Jarretera, para la que hay que tener el título de Baronesa o Sir, algo que ni Brown ni Blair poseen. Una prueba de que no hay una animosidad política, dice el Palacio, es que entre los invitados se encuentra el actual líder de la oposición, el laborista Ed Miliband. Esta explicación “técnica” no ha convencido a nadie. Un periódico eminentemente conservador y monárquico como el Daily Telegraph no puso en duda el cariz político del asunto y tituló: “Desaire a Blair y Brown”. En el laborismo recordaron que todos los ex primeros ministros vivos –tres conservadores y dos laboristas– fueron invitados a la boda entre el príncipe Carlos y Diana en 1981, aunque ninguno pertenecía a la dichosa Orden de la Jarretera.
Más allá del “tecnicismo” protocolar, no cabe duda de que el Palacio tomó una decisión que refleja la tensa relación de la Corona con el “Nuevo Laborismo”. Al fin de cuentas, si entre los invitados se encuentran figuras destacadas del quehacer nacional como el futbolista David Beckham o el cantante Elton John, se podía encontrar algún motivo para Blair y Brown, aunque más no fuera que son dos de los cuatro ex primeros ministros vivos que tiene hoy el Reino Unido. Curiosamente, según el Daily Telegraph, en el Palacio valoran el papel cumplido por Blair durante el turbulento período que siguió a la trágica muerte de Diana, en 1997, cuando la misma institución monárquica, especie de tótem nacional, quedó en entredicho. Y es que, en realidad, las diferencias con el ex primer ministro no son tanto ideológicas o de color político como de protagonismo escénico. En Palacio siempre vieron con recelo y sospecha la estrecha relación que tenía con la princesa Diana, que incluyó una muy publicitada visita de la princesa poco después de la victoria electoral laborista a Chequers, residencia de campo del primer ministro, donde el joven príncipe Guillermo jugó al fútbol en el jardín.
Los especialistas en temas reales recuerdan también que las tradicionales visitas anuales del primer ministro al Palacio de Buckingham eran una incómoda odisea para ambas partes. Mientras Tony Blair siempre tuvo una soterrada admiración por la pompa monárquica, su esposa, Cherie, republicana y católica, era más frontal en su desdén plebeyo. Su pecado mayor –imperdonable para el Palacio– es que a la hora de los saludos siempre se negó a rendir pleitesía. El peor momento fue cuando la madre de la reina Isabel II, la Reina Madre, falleció en 2002 y, según el Palacio, Downing Street intentó asegurarse de que el primer ministro tuviera un lugar protagónico en el funeral. En su autobiografía, A Journey, Tony Blair negó toda presión de su parte, pero admitió que el hecho dejó “un sabor amargo”. Tampoco parecen haberle caído bien al Palacio algunas indiscreciones, como la de Cherie Blair, quien confesó en sus memorias que Leo, el último hijo de la pareja, había sido concebido en el Castillo de Balmoral, residencia en Escocia de la monarca, porque en las apuradas del viaje se le había olvidado su equipo anticonceptivo.
Leyendo la autobiografía política de Blair, uno se da cuenta de que en más de un sentido Leo Blair le debe su existencia a la Corona. En el libro, Blair confiesa que sus fines de semana en Balmoral eran “una combinación de lo intrigante, lo surreal y lo bizarro” y que necesitaba un par de tragos fuertes para que la velada fuera soportable. “Si individualmente los miembros de la familia real son un poco tensos, en masa, contra mí y Cherie, bueno, ustedes pueden imaginar”, les chusmea el ex primer ministro a sus lectores. Con toda esta carga social de por medio, no sorprende que los Blair buscaran relajarse en la intimidad, más teniendo en cuenta que, según Cherie, el sexo ha sido una cosa diaria en su relación antes, durante y después de Downing Street.
En A Journey, Blair cuenta que la reina se dirigió a él en su primer encuentro con sorprendente arrogancia y brusquedad. “Usted es mi decimoprimer ministro. El primero fue Winston Churchill. Antes de que usted naciera”, dice Blair que le dijo Isabel II. Esta revelación tampoco facilitó las cosas con la monarquía. Según el protocolo, las conversaciones privadas con la reina jamás ven la luz pública. De todas maneras, en el Reino Unido la reina es siempre la última en reírse: catorce años más tarde, puede jactarse de que ya son 12 primeros ministros los que han desfilado por el Palacio desde su asunción, en 1952.
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