SOCIEDAD
› UN GRUPO DE HOMBRES QUE VIVEN EN LA CALLE Y AHORA SE DEDICA A LA ACTUACION
Teatro sin techo
Se conocieron tomando la merienda que todos los días se sirve para los sin techo en la Manzana de las Luces. Allí empezaron a formar parte de un taller de actuación. Después, Agustín Cuzzani escribió una obra para ellos. Y ahora, en ese mismo lugar, todos los fines de semana se suben a las tablas.
No tienen techo ni trabajo, pero están dispuestos a hacerse oír. Son diez hombres de entre 20 y 50 años que todos los sábados y domingos se suben al escenario de la Manzana de las Luces, no para actuar a ser otros, sino para reflexionar sobre ellos mismos y contarle a todo el que quiera oírlo cómo se vive y se siente desde el otro lado, desde el banco de la plaza, desde el hall de un edificio o desde una vidriera. Se conocieron allí mismo, durante la merienda que todos los jueves reciben 200 indigentes, y no dudaron ante la convocatoria de Andrés Sacchi para armar un taller de teatro. Comenzaron a mediados del año pasado y hace un mes estrenaron Libertad por tres, una obra en dos cuadros que Agustín Cuzzani escribió para ellos. “Yo se las escribí, la letra la pusieron ellos”, ilustra el autor.
Aunque hoy no todos duermen en la calle, todos estuvieron en ella y viven el día a día sin saber cuándo les va a tocar volver: algunos tienen ahora una cama en algún hogar del gobierno porteño o un cuarto de hotel que en cualquier momento ya no podrán pagar. “No es sólo el día a día, es el minuto, porque si estás en la calle o en una plaza, en cinco minutos se puede largar a llover y ya no tenés nada”, remarca Jorge, un misionero de 29 años que sueña con poder vivir alguna vez de la actuación. Mientras espera ese momento, trabaja para alcanzarlo, cuida coches en la puerta del Teatro Broadway y vende el diario Diagonal.
Jorge Cáceres es uno de los diez actores del Grupo Teatral Gente Sin Techo. En diferentes momentos, todos ellos se acercaron a la Manzana de las Luces en busca de lo mismo: la merienda que todos los jueves y desde hace varios años brinda la institución a 200 indigentes. Allí surgió, hace menos de un año y a través del coordinador Ismael Belén, la idea de armar un taller de actuación especialmente para ellos. El 18 de enero estrenaron la obra, bajo la dirección de Andrés Sacchi y Oscar Naya.
“Estar en la calle es estar solo. Sos vos con lo que tenés encima todo el tiempo. No tenés un lugar, no tenés nada. No sólo hablo de las cosas materiales y del techo, no tenés vida propia, no tenés intimidad.” Jorge intenta definir el desamparo y la desprotección que se siente de ese lado. Pero asegura que “no nos sentimos maltratados por los particulares. Siempre hay alguno que te mira mal pero la mayoría se acerca, te ofrece comida, te pregunta cómo estás”, continúa el misionero.
Sueñan con tener un trabajo y así conseguir techo y comer todos los días, aunque se niegan a negociar la libertad: “La calle te da libertad como el escenario y la actuación. Y aunque muchos no lo entiendan yo prefiero vender en la calle o cuidar coches antes que encerrarme a trabajar en cualquier cosa”, explica Jorge. El autor de la obra, Agustín Cuzzani, acota: “El ansia de libertad es el denominador común que yo encontré entre las diez historias y sobre eso trabajé. Así viven y así se sienten, eso es la obra”, dice.
“No buscamos un salvador del otro lado, no es plata todo lo que queremos del que pasa caminando de traje y corbata, y eso también lo queremos reflejar en la obra”, afirma Carlos Pourrain, que actúa en el primer cuadro junto a su hermano Gustavo.
Aunque la indiferencia, el desprecio y el maltrato es algo por lo que todos pasaron o pasan día a día, no es lo que quieren transmitir en el escenario. Allí, eligieron contar otra cosa y entonces se animan a soñar que están del otro lado, a jugar por un rato a que los roles se invierten y a ponerse del lado del de traje y corbata. Y entonces hablan de la policía, se animar a criticar a la burocracia institucional y a defender una postura que no espera caridad sino solidaridad. “Muchas veces estuve en la calle y me tiraron plata sin que yo la pidiera. Estaba sentado en una plaza o en la vereda y me daban plata. Y si decís ‘no gracias, no necesito’, por ahí se ofenden. Eso mismo es lo que le pasa a mi personaje en el escenario”, cuenta Pourrain.
Sin quitarle importancia a esos cinco pesos que cobran como entrada a la función y que se reparten entre todos después de cada obra, la motivaciónde los actores sin techo está en otro lado: “Es impresionante la voluntad que tienen, las ganas que ponen. Estar mal dormidos o mal comidos es algo que a cualquiera le quita las ganas de hacer cosas y ellos lo sienten todos los días”, cuenta Andrés Sacchi. Y agrega: “Es muy difícil trabajar así, por eso es muy admirable la fuerza que ponen y la disciplina que lograron. No sólo no fallan sino que fueron ellos mismos los que, cuando no hubo público, se plantaron y dijeron: ‘La hacemos igual’”. Y se subieron a escena, como todos los sábados y domingos a las 21, en el patio Mariano Moreno de la Manzana de las Luces, en Perú 294.
Escenografía austera y al aire libre, sólo la lluvia es capaz de impedir que se presenten y hagan su obra. Es así, quieren actuar y demuestran que lo pueden hacer. “Actuamos no para ser otros sino para reflejar qué sentimos, y esta obra nos muestra que hay gente que quiere escuchar lo que nos pasa”, explica Jorge, el misionero.
No todos actúan por primera vez. Otro de los diez actores de Libertad por tres, Víctor Aramayo, trabajó con el grupo de teatro del Ombligo de la Luna en la obra Romeo y Julieta y fue uno de los protagonistas de La sombra de las luces, la película que el año pasado filmaron 17 sin techo que también se conocieron cuando iban a la Manzana a buscar comida. Víctor es jujeño y tiene 43 años. Ahora puede pagarse un hotel con lo que gana con la venta de la revista Hecho en Buenos Aires, pero pasó cinco años durmiendo en cajas de cartón y varias noches en la comisaría. “Me llevaban por 24 horas y a veces me dejaban más, el tiempo que querían y sin darme nunca de comer. Me llevaban por vender en la calle, por dormir en la calle o porque sí. Ellos siempre dicen que no discriminan, pero si un montón de gente camina por la calle y me piden documentos sólo a mí. Eso, ¿qué es?”, dice Víctor con impotencia.
Y no es la excepción. Al contrario, son muy pocos los sin techo que llevan su vida en la calle al margen de la policía. “La frase de la policía es ‘la calle es nuestra’ y eso significa que para lo que quieras hacer tenés que arreglar con ellos”, asegura el misionero. Víctor coincide: “El día en que no le podía dar plata a la cana no podía vender. Así de simple”.
En Libertad por tres hay un guión, un autor, escenografía, vestuario y los actores: Carlos, Juan Carlos, Sergio, Chaca, Gustavo, Ricardo, Jorge, Beto y Víctor. Es una puesta en escena, es teatro, pero ellos aseguran que lo que transmiten refleja su realidad: son actores que se representan a sí mismos y reproducen momentos de su cotidianeidad sobre las tablas del patio de la Manzana, como la llaman todos. Y el director lo confirma: “En esta pieza, cualquier parecido con la realidad... Es pura realidad”.
Producción: Paula Bistagnino.
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