SOCIEDAD › VUELVEN A INVESTIGAR LA DESAPARICIóN DE LA NENA BRITáNICA EN PORTUGAL
Cuatro años después de la misteriosa desaparición de Madeleine McCann, se presume que por un secuestro en la portuguesa Praia da Luz, el primer ministro británico lanzó una nueva investigación que involucra a treinta detectives de Scotland Yard y millones de dólares.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
Como toda desaparecida, Madeleine McCann no descansa. A cuatro años de su presunto secuestro en la localidad balnearia de Praia da Luz, Portugal, un equipo de 30 detectives de Scotland Yard dio el puntapié inicial a una nueva investigación que costará millones de dólares. En tiempos de austeridad, la decisión del primer ministro David Cameron ya levantó polvareda.
El caso de Madeleine dio la vuelta al mundo y generó en el Reino Unido una ola de simpatía –y algunas críticas– hacia sus padres, Gerry y Kate McCann, pero con el tiempo y la falta de novedades fue desapareciendo de la agenda mediática. La publicación el 12 de mayo del libro de Kate McCann, Madeleine, fue un intento de los padres de mantener vivo el caso en la opinión pública y sumar presión a un pedido que habían hecho al gobierno: que Scotland Yard reabriera el caso, virtualmente clausurado por la policía portuguesa. Una carta abierta de Kate McCann al primer ministro publicada por el periódico de mayor venta en el Reino Unido, el tabloide sensacionalista The Sun, fue una clara indicación de que el imperio mediático de Ruppert Murdoch estaba apostando fuerte al tema. El 13 de mayo, el primer ministro Cameron les escribió a los McCann para reconocer que la situación que vivían era “la peor pesadilla de cualquier padre” y asegurándoles que la ministra de Asuntos Interiores Theresa May se encargaría de ver de qué manera la policía metropolitana podía “ayudar a aclarar el caso”.
La decisión del primer ministro dividió las aguas. Mientras que muchos medios, bastantes políticos y buena parte de la opinión pública apoyaron la medida, lord Jonathan Harris, directivo de la Metropolitan Police Authority, órgano supervisor de la policía, acusó al primer ministro de postrarse ante el poder de Murdoch mientras que las familias de otros niños desaparecidos en el extranjero exigieron al gobierno que les dé la misma prioridad a sus casos. Según Harris, la intervención del primer ministro “avasalla la independencia operativa de la policía” y la sumerge en “una investigación con pocas posibilidades de éxito que desviará recursos de otros temas más urgentes”. El gobierno –y la policía– negó que hubiera habido una orden de investigar el hecho. La versión oficial es que se trató de una recomendación y que Scotland Yard, luego de analizar el pedido, lo había considerado procedente. Pero el tema de los recursos al que aludió Harris ha encendido el debate. En su último presupuesto, la coalición conservadora-liberal demócrata recortó en un 20 por ciento el presupuesto policial.
La investigación estará a cargo del inspector Andy Redwood, quien cobró notoriedad mediática en 2009, cuando descubrió al culpable de un asesinato ocurrido en 1994. Nadie pone en duda su idoneidad, pero está claro que el caso Madeleine lo pondrá a prueba. No sólo pasaron cuatro años y las distintas pistas terminaron en callejones sin salida, sino que el volumen del material acumulado es inmenso. Los 30 detectives tendrán que leer todo el caso de nuevo para encontrar ese detalle inadvertido que, según los especialistas, suele ser la clave. Una buena parte dependerá además de la excelencia de la traducción: la mayoría del material está en portugués y tendrá que ser vertido al inglés para que los detectives puedan leerlo.
El gobierno británico señaló que el gobierno portugués prometió su plena cooperación, pero lo cierto es que la relación entre ambas policías ha sido ríspida. La policía británica criticó off the record la metodología de sus colegas portugueses, que a su vez los acusaron de arrogancia. Peor aún, el equipo portugués, a cargo de Gonzalo Amaral, declaró a los padres de Madeleine “arguidos” –sospechosos– por supuestas inconsistencias en sus declaraciones y luego de que unos perros policía, llevados al departamento en Praia da Luz tres meses después de la desaparición, se pusieran a ladrar en señal, según Amaral, de que habían olfateado sangre y muerte. Hoy los McCann no son “arguidos”, pero siguen teniendo detractores. En el Reino Unido un grupo que se autodenominó The Madeleine Foundation lanzó una campaña hace más de dos años cuestionando la versión de la pareja sobre el secuestro. En su libro, Kate McCann intentó terminar con la polémica con una narración exhaustiva de los hechos, narración a la que, por el momento, le falta la médula: el paradero de Madeleine.
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