SOCIEDAD
› LOS EXTRANJEROS QUE VIENEN A LA ARGENTINA
A OBSERVAR LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES
El turismo piquetero
Van a cortes de ruta, participan en asambleas barriales, visitan comedores populares o recorren fábricas recuperadas. Algunos son turistas comunes que se interesan por el fenómeno. Pero la mayoría llega exclusivamente para eso. Son univesitarios, militantes o simpatizantes del movimiento antiglobalización.
Por Javier Brailovsky y Romina Ruffato
Los cuarenta paisanos rubios, con borceguíes hasta las rodillas y cámaras de fotos delirando en sus cuellos gordos llegaron de Alemania y de sorpresa a la Asamblea del Cid Campeador, que ocupa un antiguo Banco Mayo. Venían ellos a observar el suceso: cuatro asambleístas discutían en una ronda casi perfecta problemas concretos de un barrio de clase media. Los extranjeros tomaron fotos, conversaron con la asamblea, se subieron al micro y siguieron rumbo desconocido. “Llegué con la idea de pasar aquí el aniversario del 19 y 20 de diciembre, un hecho muy importante porque marcó la explosión de un modelo que se impuso en las últimas décadas”, cuenta la belga Silvia V., de 26 años. Carolina, en cambio, tiene 22, nació en Connecticut, Estados Unidos, y recibió su título en Política Pública en la Universidad de Carolina del Norte. Piensa hacer un doctorado para ejercer el profesorado. Es petisa, morocha, con el pelo por encima de los hombros, pasa por argentina: usa jean, remera y morral. Le falta decir “todo bien”. Cuando termine su doctorado quiere estudiar la identidad argentina, dice. Tamaña tarea. Un nuevo modelo de visitante anda por las pampas recorriendo una suerte de pobreza organizada. Es comprometido, queda bien. Los nuevos turistas militantes han descubierto en el país un buen motivo para la esperanza (y para realizar un viaje barato): se sienten parte de un movimiento antiglobalizador, cuya fuerza parece verse mejor desde afuera que desde adentro. Aunque, claro, comenzaron a llegar después de la devaluación, atraídos por un fenómeno extraño. La primera temporada “fuerte” se vio después de los cacerolazos, tomó dimensiones después de los asesinatos de Santillán y Kosteki en el Puente Avellaneda y a fines del año pasado volvieron a aparecer para conmemorar el aniversario. Llegaron atraídos por noticias virtuales que escapan al monopolio informativo: Brukman recibió ya más de 500 extranjeros, algunos piquetes son visitados por 5 o 6 gringos por semana, se suman voluntarios casi permanentes a las asambleas y los comedores escolares. Algunos quieren implementar proyectos autogestivos, se hospedan en hoteles baratos o en casas de barrios marginales de militantes piqueteros. Incluso, una argentina organiza desde Estados Unidos el primer “Piquetero Tour”, por el Gran Buenos Aires (ver aparte). Página/12 contactó a estos extranjeros para saber qué piensan sobre la Argentina, país curioso a sus ojos. Con el modelo de los Zapatours en Chiapas, nacen los recorridos entre los sectores de resistencia urbana.
Los intrépidos alemanes
“Dos tipos de extranjeros se acercan a las asambleas. Los que vienen una vez y no aparecen más, tal vez turistas tradicionales; y los que se quedan, en general, estudiantes de ciencias sociales o activistas”, cuenta Ezequiel, de la Asamblea del Cid Campeador. Herman, por ejemplo, tiene 24 años. Es sueco. Llegó el 19 de enero y se queda hasta el 10 de abril. Vino becado por su universidad donde estudia Ciencia Política y le resulta imposible esconder sus pelos rubios de corte rastamán a la cintura y sus ojos celestes. Desentona en el entorno. “Decidí escribir mi tesis sobre las asambleas barriales –cuenta–. Quiero analizar las nuevas formas de democracia, la crisis de los partidos políticos tradicionales. Pienso que la sociedad debe organizarse como las asambleas”, opina. Su primer contacto con Argentina fue por una amiga que llegó en mayo pasado y conoció a un asambleísta. ¡Guau, man! Herman viajó primero al Foro Social de Porto Alegre y allí contactó otros militantes. “Ahora mi tarea es participar de la mayor cantidad posible de actividades y realizar entrevistas a diferentes personas”, cuenta. Herman piensa que el movimiento aquí fue más lejos que en Suecia, que de por sí está alejado. “Tienen más conocimiento sobre la democracia en verdad y la democracia trucha”, asegura. La palabra trucha es del original. Hace dos jueves, a media tarde, los cuatro vecinos que estaban en la sede de la Asamblea del Cid Campeador vieron llegar un micro del que bajaron cerca de 40 alemanes, con un promedio de 60 años de edad. “Venían del Foro de Porto Alegre y habían pasado por Bolivia, Chile y Perú con la idea de estudiar movimientos sociales. Conocían la actividad de nuestra asamblea a través de la página de Indymedia.com en Internet y llegaron sin previo aviso”, cuenta Carlos, encargado del edificio y miembro de la asamblea. “Los alemanes piensan en las asambleas como un fenómeno inédito, como un posible futuro. Llegaron en el momento de la merienda que damos a 30 chicos y varios sin techo e hicieron una donación de jugos y alimentos”, dice Carlos. “Nos dijeron que les hubiera gustado que muchos más bancos se transformaran en asambleas.” Unos 50 extranjeros de distintas nacionalidades ya pasaron por el Cid. Muchos se fueron al comenzar el foro y otros en la última semana, cuando estalló Bolivia. El activismo no tiene fronteras.
I feel asambleísta
El militante viajero promedio tiene sus características: cuenta con tiempo, sin duda, suele ser joven, comprometido, activo, interesado y con respuestas a cada pregunta. No suele tener demasiado dinero en el bolsillo, por lo que busca destinos accesibles. En su mayoría tiene algún tipo de participación militante en su país de origen: o son de grupos anarquistas, estudiantes, de ATTAC o de movimientos antiglobalización. Y Argentina les anuncia en sus mentes arias las tesis más osadas. “En el Mayo Francés sólo hubo una fábrica ocupada y acá ya forman parte del paisaje. Cuando estuve en Porto Alegre, un sudafricano me devolvía una imagen demasiado grande. Parecía que fuéramos una columna del Che Guevara. A esta asamblea les caen bien las visitas. Está esa cosa cholula de que algo bien estás haciendo y por eso vienen a mirarte. Pero otras asambleas están fastidiadas. Desde afuera, una asamblea con 15 personas es amazing”, cuenta Ezequiel, del Cid Campeador.
Gabriela Gamez, 23 años, mexicana, morochona de ojos negros. Estudia Sociología en la UNAM y está en el área de Trabajo Social de la Unesco. Aunque viene a escribir una tesis, el viaje se lo pagó ella para estar 15 días entre asamblearios, a los que llegó por consejo de su asesor de tesis. Además, planea visitar La Matanza y Presidente Perón. “Hace un año y medio tomé una clase de Historia de América Latina Contemporánea, cuyo ensayo final consistía en seguir las perspectivas de un país. Fue tres meses antes del 19 y 20 de diciembre, pero se convirtió en el puntapié para estudiar las prácticas solidarias en Argentina.”
Carolina, la de Connecticut, es feminista, trabajó en la fundación de George Soros, llegó en septiembre de 2002 y piensa irse en mayo. “Soy un bicho raro, no estoy de acuerdo con el capitalismo”, asegura. En marzo de 2002 se enteró de los nuevos movimientos sociales y se inventó una beca para venir. “El mundo tiene mucho que aprender sobre Argentina porque en el peor momento de crisis la gente fue más solidaria”, explica. Carolina recorrió Jujuy, Mendoza y Córdoba. “Pero no soy una turista normal porque no vine para la joda o para gastar dólares. Vine a vivir de un modo argentino, colaborar con las asambleas y difundir el mensaje.” Al principio, dudaba entre ir a muchas asambleas o integrarse a una sola. Ahora, colabora en la entrega de bolsones de comida. “Y si con mis artículos toco a alguna persona para que sepa que Buenos Aires no es la capital de Brasil, ya es algo. Vine muy anticonsumo, pero ahora trato de colaborar con la economía argentina y comprar en negocios chiquitos, en vez del hipermercado.”
Hace ya tiempo, Lisa Garrigues de San Francisco fue acusada por la incipiente Interbarrial de Parque Centenario como infiltrada de la CIA. “Mucha gente se preguntaba qué hacía ahí”, se ríe hoy Garrigues, residentedesde septiembre de 2001. Es la “primera extranjera asambleísta”, según sus compañeros de Colegiales. Garrigues vino con la idea de enseñar inglés en el 1 a 1 y pagarse sus gastos del Primer Mundo. Pero las cosas cambiaron. “Estar acá es una experiencia que todo norteamericano debería tener para entender el rol de su país. Tuve mucha suerte de haber vivido este proceso desde adentro: estar cada semana, ver las peleas”, cuenta Garrigues, escritora que quería terminar su libro de cuentos, “pero después la realidad se volvió más interesante que la ficción”. En Estados Unidos participaba de diferentes acciones antiglobalización. “Al principio estaba muy metida en la asamblea barrial y participaba de todas las actividades. Ahora no me siento tan necesaria: sé que tarde o temprano llegarán otros extranjeros”.
Wonderfull Brukman
Silvia visitó una fábrica recuperada. Wonderfull. Tiene 26 años, es flaca, lleva el pelo corto castaño y look alternativo. Sus ojos celestes nacieron en Bélgica y arrastra las erres como lo hacía Cortázar. Llegó en septiembre de 2002 y se va en mayo de 2003. Estudió Derecho Penal. Es militante de Indymedia Argentina pero no de Indymedia Bélgica. Visitó la fábrica recuperada Zanon en Neuquén y planea volver allá para tomar contacto con una comunidad mapuche. Silvia está a full. “Estuve varios días encerrada con los obreros y obreras, haciéndoles el aguante y les preguntaba cuál era el cambio real en sus vidas a partir de la toma. Y todos me decían que ahora ir a trabajar tenía que ver con la libertad y que había mucho compañerismo”, cuenta.
La fábrica recuperada de Brukman es otro centro neurálgico de visita en Buenos Aires para los turistas motivados por el cambio (el social y el del dólar). Desde su toma, el 18 de diciembre de 2001, llegaron más de 500 personas de todo el planeta. Hubo australianos y suizos que vinieron a filmarlos; franceses estudiantes y periodistas; un norteamericano de un sindicato “muy combativo, que filmó un montón dentro de la fábrica y nos compró un traje”, cuenta Celia Martínez, de Brukman. La fábrica recibió dos veces a una chica belga, unos periodistas de un canal de Grecia “que estaban muy impactados por saber cómo llegamos a la producción”. Y otro grupo de franceses les contó que hubo en Francia una toma de una fábrica de relojes, pero sólo alcanzaron a vender el stock y nunca pudieron retomar la producción. Brukman recibió también sindicalistas de Venezuela “muy interesados en el control obrero”.
La semana pasada, en tanto, fueron visitados por un sociólogo palestino que venía en son de paz. “Estuvo tres días seguidos porque estaba haciendo un estudio sobre fábricas ocupadas. A veces los compañeros rezongan un poco por las visitas de extranjeros porque no tienen privacidad. Pero yo les digo que es bueno porque estamos instalados en el mundo. Tenemos que seguir luchando porque la gente está mirando nuestra lucha y esperan que triunfemos”, dice Celia.
Piqueterou cam hiar
De tan solicitado, el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Lanús (MTD) ya está organizado. El barrio generó un foco extra de atención con la muerte de Darío Santillán, que militaba ahí. Por eso, cuentan con delegados de relaciones internacionales que se encargan de atender a los visitantes y orientarlos en la visita. “Muchos se nos acercaron en marchas y cortes de ruta. A partir de Indymedia pudieron investigar que el movimiento piquetero tenía una historia y que nuestra corriente buscaba la autonomía por fuera de los partidos tradicionales. Para algunos extranjeros, el contacto con nosotros es un paseo por los barrios pobres para ver cómo se organizan los desocupados”, cuenta Pablo Solanas, del MTD de Lanús, que está trabajando con dos italianos de Indymedia Italia, queviven en casa de unos piqueteros. “Ellos llegaron para organizar un centro de comunicación que permita que el barrio tenga acceso a Internet y así acceder a la ‘resistencia global’”, explica.
El turismo militante también tiene, como todo fenómeno, sus temporadas altas y bajas. La alta sucedió en el verano de 2002 y volvió a tomar fuerza a partir del 26 de junio, cuando asesinaron a Santillán y Kosteki en el puente de Avellaneda. A un año del 19 y 20, la avalancha gringa volvió a hacerse presente en la Plaza de Mayo. Dos fotógrafos holandeses, por ejemplo, aparecieron desde el Africa con sus cámaras dispuestas a tomar otra clase de tribus autóctonas. “Vienen tres o cuatro visitas por semana. Después comenzaron a llegar por referencias. Se generó una especie de red de contactos internacionales: incluso nos han invitado a dar charlas en Europa”, cuenta Solanas. Algunos extranjeros querían armar un piquete global y bloquear los aeropuertos de las principales ciudades europeas. La idea, en este caso, fue desestimada por improcedente.
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