SOCIEDAD › LA METROPOLITANA, CON APOYO DE LA FEDERAL, SACó A 245 OCUPANTES DE LA VEREDITA, EN SOLDATI
Un grupo de personas aceptó el subsidio de 700 pesos mensuales del gobierno porteño. Otros lo rechazaron pero igual se tuvieron que ir. El lunes habían desalojado a los ocupantes de un complejo habitacional vecino.
› Por Emilio Ruchansky
Mientras se oye el ruido de una motosierra que muerde el tirante de una casilla, en el asentamiento La Veredita, de Villa Soldati, Noelia, recién desalojada, anda furiosa con un papel impreso y firmado en la mano. “Es para cobrar el subsidio”, dice desde el otro lado de las vallas que custodia la Policía Federal, en la esquina de Lafuente y Riestra. La joven, rodeada de uniformados de la Metropolitana, resume en estos términos la negociación con el Ministerio de Desarrollo Social porteño: “Nos dijeron que agarráramos un cheque por 700 pesos o nos cagaban a palos”. A la vuelta, sobre la calle Portela, los ocupas rechazan la primera de las 10 cuotas del subsidio pero no la sexta orden de desalojo. Su delegada, Yanina Maza, insiste: “¿Quién carajo te alquila en Capital por esa plata?”. Casi todas las veredas fueron despejadas, en total, 245 personas, entre mujeres, hombres y niños.
El primer tramo de la remoción de las casillas empieza cerca del mediodía, en avenida Castañares y Portela, a metros de los edificios sociales construidos por el Gobierno porteño que fueron desalojados el lunes pasado. Los accesos a estas veredas ocupadas en noviembre pasado, y linderas a predios del colegio Marianista, la Fuerza Aérea y los clubes Argentinos Juniors y DAOM, están vigiladas por gendarmes que controlan el paso de los camiones de basura. Pese al fracaso del día anterior en las negociaciones, y más allá de los insultos proferidos por los ocupantes, no hay enfrentamientos.
Por orden de la jueza contravencional Claudia Alvaro, quien recibió una denuncia del gobierno porteño por usurpación, primero se exploran las instancias para evitar un desalojo violento. La ministra de Desarrollo Social, presente en el operativo, promete que los trabajadores sociales “ayudarán a estas personas a reubicarse en hoteles y pensiones que los acepten con chicos”. Más tarde, consumado el desalojo, dirá: “Si le damos dinero o vivienda a estas familias, lo que estamos diciendo es que se impone la ley del más fuerte” (ver aparte).
En Riestra y Lafuente, vallado mediante, se ve una mesa donde los ocupantes reciben el papel que los habilita a pedir el cheque por 700 pesos en las oficinas del Ministerio de Desarrollo porteño, en Pavón y avenida Entre Ríos. “Ese subsidio habitacional está desactualizado. Alcanza para alquilar un cuarto en la villa en condiciones de informalidad que dificultan probar que el subsidio fue utilizado para la vivienda, una de las condiciones para recibirlo al mes siguiente”, explica Martín Cormick, de la Oficina de Orientación al Habitante de la Defensoría General porteña.
Para las cámaras, los operarios de Emergencias saltean el orden de desarme de casillas y se ensañan con una que está pegada al vallado. Derriban la pared exterior de pallets, recubiertos por telas para evitar el frío. Dentro hay un colchón de gomaespuma. Lo sacan. Luego van por el techo con una barreta. Tiene una capa de chapa, otra de plástico y las agujas secas de una casuarina. Parece un nido. “Ojo que está atada con alambres”, le dice un operario a otro. Media hora tardan en desarmarla.
Los camiones que cargan chapas, láminas, maderas, colchones viejos, entran y salen apurados por orden de la Metropolitana. El superintendente de Seguridad y Policía Comunitaria de esa fuerza dice que el operativo se lleva “con total normalidad” y reconoce que aún queda una parte de la calle Portela ocupada. Son dos cuadras, entre Ana María Janer y Riestra, que se desalojarían el lunes. A cincuenta metros de ahí están los ocupas que no aceptaron el subsidio pero le abrieron paso a la pala mecánica.
“Nos apretaron desde la fiscalía. Nos pueden abrir una causa por usurpación y no entramos en los planes para conseguir una vivienda. No aceptamos el subsidio habitacional en cuotas y tenemos abogados trabajando para conseguir toda la plata junta”, comenta la delegada Yanina Maza. Desesperada, Nora Leticia Pérez, de 65 años, recorre el lugar preguntando por una garrafa y una cocinita. “La subieron a un camión y me anotaron en una lista.” Cree que se lo dejarán en Los Polvorines, en el noroeste del conurbano bonaerense. “Te lo van a tirar acá cerca”, le asegura una vecina.
A lo largo de la calle Portela, desde Riestra en dirección a Castañares, los ocupas sacan a la luz todas las cosas de valor. Los colchones se envuelven en sábanas al igual que la ropa y van a parar a los carritos con los que se cartonea, junto a mesas, sillas y tirantes de la cama. Alguien dejó su carrito, con todas estas cosas y su televisor. “Es de Dante. Se cansó y fue a cobrar el subsidio”, dice un vecino que custodia su carro con sus cosas. Loba, una cachorra, quedó atada al carrito de Dante para cuidarle las cosas, pero un perro en celo no la deja en paz.
El vecino mira el carro de Dante. “Este pibe está en el horno”, dice.
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