SOCIEDAD › MURIó JACK KEVORKIAN, EL MéDICO QUE PROMOVíA EL SUICIDIO ASISTIDO Y LA EUTANASIA
Fue apodado el “Doctor Muerte” porque sin leyes que lo autorizaran impulsó el suicidio asistido y la eutanasia en 130 pacientes terminales. Fue enjuiciado varias veces y terminó preso. Y despertó un fuerte debate. Su muerte fue por causas naturales.
No murió en su ley. Jack Kevorkian, el médico norteamericano que –en la década de 1990, por su cuenta y sin leyes que lo autorizaran– llevó a la práctica el suicidio asistido y la eutanasia con 130 pacientes, murió ayer a los 83 años, de muerte natural, en un hospital de Michigan, el estado norteamericano donde había estado preso durante ocho años por esa actividad. Su legado es discutido, como él lo fue durante su vida. Por una parte, el histrionismo mediático y la marginalidad en las acciones de quien fue apodado “Doctor Muerte” tendieron a banalizar –según observó un destacado especialista argentino– la grave problemática en la que se inscribían. Por otra parte, sus actos contribuyeron a situar en la agenda pública norteamericana la cuestión del derecho a morir. Hoy, en dos estados de la Unión el suicidio asistido está garantizado por la ley.
En 1987, Kevorkian visitó Holanda, donde se interiorizó de los procedimientos que, todavía antes de la ley que permite la eutanasia en ese país, ya utilizaban los médicos para asistir al suicidio de pacientes terminales sin sufrir persecución legal. Un año después, de regreso en Michigan, empezó a poner avisos en diarios de Detroit sobre una nueva práctica médica que llamaba “obiatría”. Presentó al periodismo su “Tanatron”, invento consistente en una simple estructura metálica en la que había dispuesto un kit de sedantes y tóxicos para que el paciente, autoadministrándoselos, pusiera fin a su vida. Antes de hacerlo, el paciente documentaba su voluntad de morir; Kevorkian requería que se tomara por lo menos un mes para reconsiderar su decisión.
El primer paciente en acceder al suicidio así asistido fue, en 1990, una maestra que padecía la enfermedad de Alzheimer. Kevorkian mismo avisó a la policía, que lo arrestó. Mientras estaba detenido, el esposo y los hijos de la maestra difundieron la carta suicida de la mujer y el tema saltó a la prensa nacional; pronto se difundiría por el mundo. “Trato de llamar la atención de la profesión médica para que acepte sus responsabilidades, que incluyen asistir a sus pacientes en la muerte”, sostuvo Kevorkian.
Kevorkian llegó a asistir a 130 pacientes terminales, en el marco de una serie de batallas legales en el estado de Michigan. Muchas veces fue detenido y liberado. Entre 1994 y 1997 enfrentó cuatro juicios, por las muertes de seis pacientes: fue absuelto en tres y el cuarto fue declarado nulo. En 1995, la Asociación Médica Norteamericana lo calificó como “instrumento de la muerte” y como “una gran amenaza para el público”. Los periodistas lo apodaron “Doctor Muerte”.
Finalmente, en 1999, lo declararon culpable de asesinato en segundo grado, luego de haberse filmado a sí mismo, el año anterior, inyectándole una droga letal a un paciente que sufría de esclerosis lateral amiotrófica. El mismo Kevorkian había enviado al programa de televisión 60 Minutos el video que lo mostraba poniéndole él mismo la inyección al paciente. Fue condenado a entre 10 a 25 años de prisión. Al mismo tiempo, la difusión del video generó un debate nacional, no sólo sobre la ética médica sino sobre la responsabilidad de los medios de difusión.
En 1997, Oregon se convirtió en el primer estado norteamericano en admitir por ley el suicidio asistido. En 2008, el estado de Washington (en la costa oeste, capital: Seattle) estableció una norma similar.
En 2007, tras ocho años de cárcel, Kevorkian fue liberado bajo la promesa de no llevar a cabo ningún suicidio asistido ni eutanasia en lo sucesivo.
Había nacido en Pontiac, Michigan, en 1928. Sus padres eran refugiados armenios y él se graduó de médico en la universidad de Michigan. Durante los primeros años de su carrera, efectuó la propuesta de que los condenados a muerte tuvieran la opción de ser ejecutados con anestesia de modo que pudieran ser aprovechados sus órganos.
Carlos Gherardi –miembro del comité de bioética de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva– comentó que “el recuerdo que deja Kevorkian no es bueno para la reflexión sobre el suicidio asistido. Su actitud fue criticable: banalizó el tema, lo bastardeó. El derecho a morir no se puede plantear en términos de inventar un aparato o en el marco de una promoción personal. Desde otra perspectiva, sus actos fueron un epifenómeno del problema, vigente, del suicidio asistido”.
Kevorkian murió en el hospital William Beaumont, en Royal Oak, Michigan, donde había sido internado por problemas renales y respiratorios; la causa oficial fue trombosis pulmonar. Geoffrey Fieger, el abogado que lo había representado en varios juicios, explicó que “debilitado, en el hospital, no pudo hacer uso de la opción que había ofrecido a otros y había deseado para sí mismo”.
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