SOCIEDAD › LA CUARTA TRAVESIA SOLIDARIA POR EL DELTA BONAERENSE
Organizada por el Club de Remo y Náutica Belén de Escobar, son 25 kilómetros entre las islas entregando juguetes y ropa a la población carenciada. Este año participaron doscientos kayakistas del país.
› Por Facundo Martínez
Más de doscientos kayakistas de todo el país acudieron ayer al Club de Remo y Náutica Belén de Escobar para la cuarta Travesía Solidaria, que une la actividad deportiva y la ayuda a los habitantes del Delta bonaerense. Pala doble en mano, chaleco salvavidas, silbato reglamentario y bastante abrigo, Página/12 participó de los 25 kilómetros por los ríos Paraná de la Palmas y Carabelas, y por el arroyo Las Piedras. El viaje cruzó un marco natural de increíble belleza en el que conviven la riqueza y la pobreza, mansiones modernas, casas modestas y chalecitos abandonados, la industria de la madera y los pequeños emprendimientos de la gente del lugar.
La diana sonó a las 7.30 de la mañana, en un intenso frío. Los kayakistas harán una inusual entrada en calor sorteando charcos y huellas de barro, cargando una pesada bolsa de ropa hasta la Prefectura Naval, que luego irá haciendo las entregas en las viviendas de las islas. Una vez en el agua, la hermandad de kayakistas llegados de Rosario, Entre Ríos, La Plata, Ensenada, Pergamino, Capital Federal y Gran Buenos Aires, entre otros lugares, se concentra en una dársena junto al club para iniciar el recorrido poco antes de las diez.
El día no ayuda. El cielo está nublado y amenaza con lluvia. Lo primero es el cruce del caudaloso río Paraná de las Palmas, una de las principales vías fluviales de la provincia, y que ya no cuenta en sus orillas con la cantidad de palmeras que le dieron su nombre. Después se ingresará al Carabelas y tras doce kilómetros se hará la parada para almorzar en la casa de un isleño un poco perplejo que accederá con una condición, “no dejar basura en el lugar”. Unos perros se acercan, y un par de mujeres dejan sus quehaceres para mirar el espectáculo.
Esta travesía es distinta, ya que al placer de remar se le suma la actividad solidaria. En los meses previos, los socios del club relevaron la información de los isleños para saber qué necesitan y “no dejar pañales donde vive un pibe de 18 años”. Los mismos socios cuentan que esta iniciativa, que en cada edición crece de un modo extraordinario, tuvo origen en un sueño comentado en una mateada, que un día se concretó. Hoy es una travesía que atrae palistas de todas partes, dispuestos a contribuir y a compartir un fin de semana fuera de lo común.
“Lo más importante es ver la entereza con que vive la gente de la isla, que si no necesita nada te lo hace saber y hasta te cuenta quiénes son los que más necesitan, porque son muy solidarios entre ellos”, cuenta Luis Rama, obrero metalúrgico de 51 años, unos de los impulsores de la Travesía Solidaria. “Gracias a esta travesía hemos conocido muchas familias de la isla, pero también a kayakistas de todo el país, quienes se van satisfechos porque los isleños los han hecho sentir como en su propia casa”, resume Rama, quien junto a su compañera Irene Aróstegui, 50 años y empleada de un registro civil de Campana, se animaron a convertir en realidad aquel sueño. “Esta travesía es parte de la relación que tenemos con la gente de la zona: el hospital, la Prefectura, que siempre nos está cuidando cuando estamos en el agua, y los lugareños que nos brindan desinteresadamente su hospitalidad”, agrega ella y destaca: “Todo gracias al aporte de una gran cantidad de gente que se ha hecho eco del pedido de donaciones y ha acercado ropa, calzado y juguetes”. Ambos se iniciaron en el kayakismo hace poco más de cinco años “buscando una actividad para compartir los fines de semana y que nos acercara al agua, que siempre estuvo muy presente en nuestras vidas”.
Debido al crecimiento de la travesía, que también cuenta con ayuda de la Municipalidad de Escobar, se fueron sumando más socios del Crnbe y por iniciativa del ex capitán del club Pablo Guzmán, un docente de escuelas secundarias de 37 años, en esta última edición se han armado varios grupos de trabajo. “Ya es un icono para el club, porque es la única travesía abierta que organizamos y en la que demostramos el potencial que tenemos como club, nuestra estirpe”, explica Guzmán, quien con 13 años de experiencia en el agua durante el año se encarga de realizar los cursos de canotaje del club (ver aparte), la única condición establecida para admitir nuevos palistas.
Los doce kilómetros por el arroyo Las Piedras son los más duros. La ansiedad de llegar trabaja sobre los palistas. Las charlas con unos y con otros, todas circunstanciales, ayudan para poner la cabeza en otra cosa, pero no se puede dejar de remar. El último objetivo es el cruce del Paraná de las Palmas. Las olas están más o menos bravas, pero las boyas que muestran la llegada empujan como desde atrás. Quedará una merienda caliente y una cena de camaradería. Una noche que se espera sea tranquila, porque a la mañana, cuando la diana anuncie el despertar, se hará un nuevo recorrido más corto, unos 18 kilómetros por el arroyo Correntino hasta el río Luján.
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