SOCIEDAD › OPINIóN
› Por Elio Noé Salcedo *
Para Macri, ni la Capital pertenece a la Nación –es decir a todos los argentinos– ni la ciencia y la tecnología son capital. La negativa del encumbrado empresario a instalar Tecnópolis en la Capital de todos los argentinos, escudándose en la actual autonomía de la ciudad, no sólo impide la “popularización de la ciencia” que propone el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación sino que se inscribe en la lógica de la “política porteña” (inaugurada después de hacer fracasar la revolución nacional y americanista de mayo de 1810) de sustraer su concurso y recursos a la Nación.
La negativa a dar su autorización para instalar la megamuestra en la Capital de los argentinos como homenaje al Bicentenario de la revolución aludida, comporta una doble actitud antiargentina y antinacional, muy del carácter del procerato porteño durante los últimos 200 años: de oposición a todo lo que signifique progreso y bienestar general.
El carácter retardatario, autoritario y antiprogresista de la medida y rechazo macrista a la instalación de Tecnópolis en la Capital se torna más claro aún cuando advertimos que este emprendimiento “dará a conocer la tecnología de punta de nuestro país y las posibilidades del trabajo del sector productivo público, privado y de la sociedad civil”, y constituye “una apuesta al futuro, una ventana a los avances argentinos y una puerta de lo que vendrá”.
Tal vez, advertido por sus asesores de la carga ideológica del arco de entrada a la “ciudad de la ciencia” –en la que cuelgan una Constitución, una balanza que evoca la Justicia, un hombre que rompe las cadenas en alusión a la libertad y varias urnas que celebran la democracia–, Macri haya pensado que eso resulta un insulto a sus ideas y sentimientos más caros, contrarios a toda Constitución que no sea exclusivista, a toda Justicia que no promueva la impunidad, a toda libertad que no sea la de mercar con los bienes públicos y explotar el trabajo esclavo de los hermanos latinoamericanos y a toda democracia que no sea la de manipular conciencias a través de la dictadura de una prensa concentrada, hegemónica y mentirosa.
El aislamiento y ostracismo al que Macri condena a los capitalinos impedirá a la Ciudad Autónoma visualizar el pasado, el presente y el futuro más allá de la General Paz. Por esa decisión (coherente con toda su gestión), en esa Buenos Aires de Macri no habrá lugar para la industria espacial ni aeronáutica nacional; tampoco para observar la lluvia cósmica y realizar una experiencia táctil con las constelaciones, adaptada incluso para personas no videntes. En esa ciudad que deconstruye Macri no habrá lugar para la Plaza de la Paz ni para la Plaza de la Memoria, para la nanotecnología ni para disfrutar a Fuerzabruta en todo su artístico esplendor.
Tal vez para Macri, mejor que todo eso, sea volver a los barcos y a la ciudad de Juan de Garay, con los habitantes de Buenos Aires “mirando el río, como náufragos –naciendo, viviendo y muriendo como exiliados en su propia patria–... esperando que de allí llegue la salvación...”.
Capitalinos, provincianos y latinoamericanos que viven en Buenos Aires deberán apelar a su propia conciencia nacional para recuperar la ciudad que costó 70 años de luchas civiles conquistar para toda la Nación.
* Docente investigador de la UNSJ y del Ciicap (adscripto al ISER).
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