Dom 23.03.2003

SOCIEDAD  › PLEBISCITO EN ESQUEL POR SÍ O NO A LA MINA EL DESQUITE

Un voto que vale oro

Hoy los esquelinos votan en un plebiscito no vinculante. Los del Sí dicen que la mina de oro es la única posibilidad de ampliar el mercado de trabajo. Los del No temen la contaminación y, a largo plazo, la destrucción de la zona como sitio de recepción de turismo, mientras avanza la explotación indiscriminada, como una conquista de América posmoderna.

› Por Alejandra Dandan

De pronto la ciudad se ha trasformado en otro de los territorios de guerra. Las mismas vetas de petróleo que cruzan las tierras de Saddam Hussein aquí se convierten en riachos de oro disputados por buscadores de minas canadienses y pobladores decididos a impedirlo. Esquel tiene los colores, los ruidos y sensaciones de una guerra doméstica. “Pero por el amor de Dios –dice un viejo lugareño–, gente requeteconocida que por el Sí o por el No anda a la refriega por todos lados.” Y las refriegas se aventurarán hoy durante todo el día. En un plebiscito no vinculante la gente decidirá su posición frente a la minera El Desquite, de Meridian Gold, encaminada en un proyecto millonario de extracción de oro y plata.
Los del No ya preparan la fiesta, los del Sí intentaron demorar el plebiscito con un amparo rechazado estos días por la Justicia. En el medio, muchos tienen dudas pero sobre todo temen sobrevuelos repentinos de Bush, Osama bin Laden o Barrionuevo, que pueden llegar a colar sus espíritus por estos lados.
“¿Sabés qué pasa?”, pregunta Sandro Nahuelpan, 22 años, campera de cuero, sentado en la vereda del local del Sí a la mina. “La mayoría de los del No son jueces, maestros, abogados, no sé... La gente del Sí vendrían a ser los que estamos por el trabajo. ¿O quién nos va a dar trabajo a nosotros? ¿Los que viven del turismo?”
A unos 150 metros de ahí otra parte de la gente se atolondra en un local buscando coincidencias entre sus nombres y las direcciones de escuelas. Al fondo, la imagen de una calavera sobrevive en una pared con la palabra cianuro anclada en los pies. Desde adentro sale Mariela Massacese, licenciada en Filosofía y con actividad entre las tropas de autoconvocados contra la instalación de la mina. “Al principio, cianuro, eso es lo único que entendía.” Con los meses, Mariela pasó de la filosofía más etérea a archiexperimentarse en cuestiones químicas, geológicas y de minería. “Y ahora te digo una cosa –aclara–: esto se parece a la conquista de América pero ahora posmoderna: llega con la anuencia de los que nos gobiernan.”
El plebiscito de hoy es algo así como el punto final de un largo recorrido. La convocatoria se aprobó los primeros días enero cuando la asamblea de vecinos autoconvocados organizó una marcha hasta el Concejo Deliberante para conseguir la aprobación del plebiscito con una ordenanza. Aquella movilización fue medular para la consolidación de este frente que recién entonces tomaba posición sobre un proyecto que había comenzado años atrás pero que hasta allí no se conocía.
–¿Si oíamos de la mina? –pregunta ahora Pablo Quintana– Sí. Pero al principio cuando nos hablaban de la mina, ¿qué te imaginás? Picos y palas.
La Meridian llegó a Chubut sobre julio de 2002 pero el trabajo de exploración sobre las zonas más altas de las sierras del Cordón de Esquel se hacían desde el ‘97. En aquellos años, el gobierno provincial le había cedido el permiso de obra a una empresa de capitales nacionales que comenzó con los trabajos más silenciosos de cateo y prospección. De esos capitales no queda nadie. Los primeros grupos fueron fusionándose con accionistas y empresas inglesas hasta julio del año pasado, cuando apareció Meridian dispuesta a encarar, ahora sí, el proyecto más explosivo. A tres meses de poner los pies sobre las minas, la compañía presentó un informe de impacto ambiental para las excavaciones y explotación del petróleo. Ese fue el detonante, el momento donde la gente empezó a entender que ahí, sobre los cerros, estaba a punto de pasar algo.
Desde octubre hasta enero algunos vecinos se dedicaron a juntar información y organizaron aquella marcha hasta el Concejo para pedir el plebiscito. “Te voy a decir una cosa –dice Pablo Quintana–. Me corro del papel de vocero de la asamblea y me pongo en el lugar de vecino: esamarcha, esa marcha fue impresionante.” Esa mañana lograron que el Concejo Deliberante votara por unanimidad tres ordenanzas: la del plebiscito, la abolición de las ordenanzas que adherían a las leyes de minería provinciales, y una tercera con tono de acción directa: el Concejo prohibió el uso de cianuro a nivel local, el método de destilación previsto por Meridian Gold para la mina (ver aparte).
Aunque el triunfo final fue parcial, porque la ordenanza contra el cianuro se vetó al otro día, desde ese momento la asamblea fue consiguiendo adhesiones de especialistas de la universidad, información de Estados Unidos y, de a poco, más participación de los que todavía estaban afuera. Edgardo Jerez llegó en ese momento. Hasta ahí era solamente un ex camarista atildado, jubilado, miembro del Consejo de la Magistratura local y con treinta años de falta de entrenamiento en cuestiones callejeras: “Si la última vez que milité –dice– fue para la Noche de los Bastones Largos: ahora me siento, no sé, hasta más joven, desatado”.
Dentro de uno de los locales donde dice “Sí a 2000 puestos de trabajo”, dos mujeres pasan por las mesas revisando padrones. A poco de dar vueltas salen hablando en voz alta. “¿Será cierto?”, dice Mabel Flores enrolada aún entre los neutrales. “Te digo la verdad –dice ahora–, esta gente viene con el cianuro y a ver, ¿por qué? ¿Qué necesidad, decime, si antes se sacaba oro con pico y pala?”
Mientras las mujeres se van perdiendo, en un bar Pablo Quintana piensa en esos temores que fueron tomando peso durante estas últimas horas: “Acá –dice– acá tenemos miedo. ¿Por qué? Todo el mundo habla acá de la cuestión de Catamarca porque ¿hasta qué punto no van a embarrar la cancha si saben que van a perder?”
Aunque los resultados no incidirán directamente sobre la continuación o no de la mina, buena parte de los lugareños sabe que para los canadienses y para el gobierno provincial comprometido con la obra el resultado tiene peso decisivo. Esquel es una de las ciudades patagónicas que duerme desde hace siglos sobre riachos de oro encerrados entre las sierras. Para muchos, detrás de El Desquite se abre un proceso de privatización de suelos ya cateados y registrados por la provincia.
Para los del No hoy se define lo que vendrá, para los del Sí, lo mismo.

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