Dom 23.03.2003

SOCIEDAD • SUBNOTA  › LOS RIESGOS EXPLICADOS POR ESPECIALISTAS

Un bombardeo sobre Esquel

› Por Alejandra Dandan

Los bombardeos en Irak no son muy distintos a lo que podría oírse dentro de unos meses en Esquel. La búsqueda de oro y plata en la mina El Desquite se hará con 8 toneladas de explosivos al día: “Imaginate –propone un especialista–, será un bombardeo continuo, todas las horas del día, todos los días del año”. Los efectos de las explosiones sobre la roca, el uso del cianuro para el tratamiento de los minerales y la demanda de 1500 metros cúbicos de agua al día son algunas de las variables más críticas del proyecto. Biólogos, hidrólogos y geólogos especializados en estos temas consideran estos puntos para anticipar resultados gravísimos para la zona. La explotación minera en ese lugar, advierten, dispararía drenajes ácidos capaces de contaminar el agua subterránea y superficial, liberaría cianuro en dosis letales para el organismo humano y para las especies y contaminaría las reservas de agua potable de esa parte de la Patagonia.
El proyecto minero en Esquel se originó de algún modo a mediados de la década de los ‘90. Los planes de expansión y desarrollo industrial en el interior del país contemplaron una serie de leyes que promovían la inversión privada a través de distintos estímulos impositivos. En ese contexto, hacia el ‘95, las pequeñas explotaciones mineras del país comenzaron a reconvertirse con fusiones o inversiones de capitales extranjeros. De esa época data el proyecto de El Desquite. La compañía trabaja sobre el cordón de sierras de Esquel a 6,5 kilómetros de la ciudad desde el ‘97. Para entonces estaba compuesta por un grupo de accionistas nacionales más tarde asociados a inversores australianos. En julio de 2002, la minera El Desquite SA pasó a manos del grupo canadiense Meridiam Gold, el grupo que ahora trabaja con los beneficios del régimen de promoción industrial: cinco años de gracia para pagar las cargas tributarias nacionales, provinciales y municipales; 30 años de tarifas congeladas, exención en los impuestos de automotores y de sellos; descuentos al impuesto a las ganancias y, entre otros beneficios, está liberada de pagar los derechos de importación y de liquidar en el país los dólares ganados.
Hasta aquí El Desquite SA pasó por dos de las tres fases del proyecto: la de prospección y exploración, etapas previas a la explotación. Desde el comienzo, la compañía contó con distintos tipos de aprobaciones provisionales para llevar adelante los trabajos. El Código de Minería exige para cada etapa un estudio de impacto ambiental, la aprobación de la autoridad de aplicación y el certificado de aptitud ambiental. En octubre de 2002, Meridian Gold presentó el último estudio de impacto cuya validez ahora cuestionan los especialistas. Los canadienses le encargaron el trabajo a Vector Engineering Argentina SA, una consultora de capitales norteamericanos que convocó para el gerenciamiento del estudio a Guillermo Hughes, director de la Dirección de Minería del Chubut, el área que debía haber asumido el contralor del proyecto y no la elaboración. Además de este aspecto, otro de los problemas de ese informe es que se hizo cuando aún no estaba hecho el diseño de la explotación. Fernando Díaz, uno de los hidrogeólogos consultados, lo explica así: “Es gravísimo, es como operar a alguien sin tener un diagnóstico”.
A pesar de esto, en la evaluación de aquellos estudios, la provincia le recomendaba a los operadores de El Desquite, por ejemplo, modificar el tipo de explotación a cielo abierto y hacerla subterránea, para disminuir los riesgos asociados que desencadenan las explosiones. El sistema de explosiones a cielo abierto, de hecho, es uno de los métodos usados en otro tipo de minas donde el oro está diseminado en la roca y no en una veta como sucede aquí. La veta del Cordón de Esquel tiene un máximo de tres o cuatro metros de profundidad, característica que permitiría los trabajos subterráneos. “Pero la empresa no lo modificó –dice Díaz– porque el sistema a cielo abierto es más barato.” De acuerdo con los datosque manejan los científicos de la zona, con la explotación a cielo abierto, Meridian Gold ahorra 20 por ciento de costo. “El tipo de maquinarias que van a usar –sigue Díaz– les permite, entre otras cosas, eliminar mano de obra llevando adelante un tipo de extracción que países como Costa Rica, por ejemplo, lo prohibieron.”
¿Por qué se prohibieron las extracciones cielo abierto de oro? La respuesta es complicada, pero los habitantes de Esquel aprendieron a explicarlo durante estos meses. Omar Daer es bioquímico especialista en microbiología y es uno de los científicos que recorrió varias escuelas explicando las consecuencias de la instalación de la mina. “¿Cómo lo explico? –dice–, esto es un desastre para el pueblo.” La sucesión de explosiones que se harán para triturar la roca y comenzar con el proceso de destilación química donde se extrae el oro o la plata liberará también otros metales que hasta ese momento no hacían contacto con la atmósfera. Entre esos metales habrá arsénico, plomo, mercurio y hasta uranio. La hipótesis de Daer y del grupo de científicos indica que de acuerdo con el tipo de proyecto, esos metales llegarán tarde o temprano a la cuenca de Willimanco, la reserva de agua potable del pueblo ubicada al sur de la minera. “Esto se conoce como el proceso de acidificación del agua -explican–: la roca se tritura sobre un tajo donde se extrae el material y la sola trituración produce un proceso de oxidación de minerales que hasta ese momento no tenían contacto con la atmósfera.” El drenaje sobre el tajo con restos de azufre altera primero la composición del agua, convirtiéndola en algo parecido a lo que se conoce como lluvia ácida. De allí en adelante, ese tipo de combinación provoca el resto: el agua acidificada facilita el arrastre de los metales pesados contenidos en la roca.
El tajo en cuestión es una grieta en la montaña de tres kilómetros de largo, 500 metros de ancho y 180 de profundidad. El emprendimiento se hace sobre un macizo rocoso pero el flujo de agua que pasa por el macizo triturado va a parar a la laguna de Esquel, usada, por ejemplo, para la siembra de peces. Además de la contaminación directa, los biólogos saben que una sola explosión libera 60 kilos de óxido de nitrógeno, oxidación que tiende a incorporarse a los recursos hídricos, un problema agravado en este caso porque no se trata de un cauce abierto sino de lagunas. El problema del agua, las posibilidades de contaminación superficiales o subterráneas son más graves si se tiene en cuenta un dato: Meridian Gold necesita para su trabajo diario 1500 metros cúbicos de agua, la misma cantidad que usa por día una población de 6000 personas.
El otro aspecto medular de la mina es el tema del cianuro. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, considerada un referente en estos temas, prohíbe el uso de cianuro por los efectos que genera. Sin embargo, para el proyecto de Meridian, el uso del cianuro es algo así como fundamental. Desde el aspecto técnico, el cianuro les permite incrementar un 25 por ciento el rendimiento de cada una de las detonaciones y, como consecuencia, llevarse más oro. Silvia Gómez es una especialista en química orgánica, doctorada en productos naturales en la UBA. “Esto -dice– es un muy buen negocio para ellos porque con el cianuro sacan hasta 99 por ciento del oro de la roca mientras que con otros materiales como el mercurio, las extracciones sacaban 70 por ciento.” Además de la optimización, consiguen un aditamento extra: con cada tonelada de cianuro que cuesta 1500 dólares pueden sacarse de la montaña unos 6 kilos de oro, valuados en 58.500 dólares.
El promedio de cianuro de sodio usado por mes será de 180 toneladas, que se combinarán con 12 toneladas de ácido clorhídrico, 12 toneladas de soda cáustica y 1400 kilos de litargirio. Y en este punto vale la pena aclarar dos cuestiones: el proceso y los efectos. Las detonaciones arrojarán por día unas tres mil toneladas de roca triturada de la textura de la harina. “Pensalo así –propone Gómez–: imaginate a la roca molida como el polvo para preparar café a la que se le echa una solución de cianuro.” De aquel proceso, una parte será oro o plata, y otra, material de descarte que termina como roca molida, pero mojada con cianuro. Una dosis de entre 150 miligramos de cianuro es letal para un adulto, por eso la sustancia es una de las definidas como altamente tóxicas. Aunque las medidas de seguridad de Meridian deberían contemplar estos riesgos, los especialistas creen que no lo podrán hacer porque el proceso incluye desplazamientos, trasportes y un volumen de cianuro demasiado alto. Estos efectos no son los únicos, porque los científicos locales ya están pensando en los desechos: la roca triturada mojada con cianuro pero sin oro ni plata seguirá camino hacia las escombreras, unas 114 hectáreas destinadas a los desperdicios. Este es otro de los focos contaminante marcado por los lugareños.
El otro tema son los efectos tóxicos sobre el organismo. La toxicidad de los metales es alta, dice Silvia Gómez en uno de los informes preparados, porque naturalmente no pueden metabolizarse, persisten en el organismo y ejercen sus efectos tóxicos. En el cordón de Esquel hay un alto porcentaje de arsénico, unos 46 toneladas al día irán a parar a la escombrera. Los efectos crónicos de este metal incluyen hasta encefalopatías o daños en la médula ósea.

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