SOCIEDAD
› APARECIO BRUTALMENTE ASESINADO UN SECUESTRADOR DE ECHARRI
Silenciando una operación política
La confirmación de esa muerte afianza la hipótesis de que el secuestro fue una maniobra para desestabilizar a Cafiero.
Por Raúl Kollmann
y Horacio Cecchi
Ezequiel Dicugno participó del secuestro de Antonio Echarri, en forma sospechosa logró escapar de la policía cuando entraron a su casa a rescatar al secuestrado y pocos días más tarde fue asesinado de la forma más brutal que se pueda imaginar. Le pegaron cuatro navajazos en el cuerpo, le dispararon dos tiros en la cara y, aún con vida, consciente, lo ataron a un bloque de cemento y lo tiraron a un canal de aguas podridas. Murió ahogado. Todo indica que minutos antes de matarlo, lo golpearon y torturaron, incluso en el terreno sexual. El asesinato de Ezequiel es otro elemento que se agrega a la hipótesis señalada por Página/12 en su momento: el secuestro del padre de Pablo Echarri fue una operación realizada con mano de obra policial e inspirada por jefes o ex jefes policiales con el objeto de desestabilizar al ministro de Seguridad, Juan Pablo Cafiero, y tal vez al gobernador Felipe Solá. A Ezequiel Dicugno, hijo de un retirado de la Policía Federal, lo asesinaron de esa forma brutal para silenciarlo.
El cadáver del joven apareció en verdad el 10 de noviembre, doce días después de finalizado el secuestro de Antonio Echarri. Estaba sumergido en el canal Santo Domingo, entre Wilde y Sarandí, lo único que tenía puesto era un calzoncillo y se había cambiado el color del pelo. No se encontró ropa ni documentación alguna y para colmo el cuerpo estaba en avanzado estado de descomposición por la podredumbre de las aguas y el calor de la época. Recién hace dos semanas, el fiscal de instrucción 5 de Lomas de Zamora, Juan José Vaello, pudo establecer que aquel cuerpo correspondía a Ezequiel, el joven que tenía encerrado a Antonio Echarri en su propia casa y lo custodió durante todos los días del secuestro. Vaello se comunicó entonces con el juez Arnaldo Corazza, de La Plata, y le pidió copia del expediente Echarri.
Este diario señaló en su momento los ribetes extraños del caso Echarri:
- El secuestro no se hizo con un auto robado, como es habitual, sino con un coche que estaba a nombre de uno de los secuestradores.
- La banda mantenía al secuestrado sin atar, sin vendar y en la misma habitación en la que transitaban los secuestradores, algo que no registra antecedentes.
- Esto demuestra que no les preocupaba mucho que los identificaran.
- Mantenían al secuestrado más buscado del país en la propia vivienda de Dicugno, a cien metros de donde vivía su padre.
- El ahora asesinado pasaba horas mirando televisión junto al secuestrado, algo también inhabitual.
- Supuestamente, Dicugno padre le avisó a la policía que su hijo tenía secuestrado a Antonio Echarri.
- En el momento en que la policía llegó, Dicugno hijo saltó por una ventana y se fue. En un fallo reciente, la Cámara de Apelaciones sostuvo lo siguiente: “Está lejos de toda cotidianidad que la policía haya permanecido a 50 metros de donde se desarrolló la escena del ingreso a la casa donde estaba Antonio Echarri y sin tomar mínimas precauciones para que no suceda lo que aconteció, esto es, que escapen los delincuentes. En este caso pareciera que han dejado escapar la inteligencia y la imaginación”.
Todos estos elementos apuntaban a dos hipótesis posibles. La primera es que el secuestro de Antonio Echarri fue protagonizado por la banda de perejiles más increíble que se recuerde. La segunda es que el grupo tenía respaldo policial, se movía con zonas liberadas y cumplía con un plan político que consistía en tener en vilo al país y desestabilizar a Cafiero y Solá. Desde el punto de vista operativo, algo similar al caso Cabezas, en que un grupo de policías contrató ladrones para cometer el asesinato.
Horas después de liberado Antonio Echarri, la joven esposa de Ezequiel Dicugno advirtió que la vida de su marido corría peligro. “El no mata ni una mosca. Tengo mucho miedo de que no aparezca vivo”, dijo. La chica, con la que Ezequiel tenía un hijo, ya percibía la mafia que se movió detrásdel secuestro. Y lamentablemente su presagio se cumplió: había que silenciar a Ezequiel y lo hicieron de manera siniestra. El crimen demuestra que la organización que tuvo relación con el caso Echarri tiene bastantes integrantes, porque las cuchilladas, los disparos y después la forma en que lo ataron al bloque de cemento indica que no puede ser obra de los únicos dos prófugos que aún hoy tiene esa causa, Fabián Mónaco y Juan Torres, de los que tampoco se sabe nada.
En el caso Echarri hay otros cinco detenidos que, según la Justicia, participaron de una operación casi desopilante: el cobro del rescate. Los jueces determinaron que ese grupo no tuvo nada que ver con el secuestro y que aprovechó la oportunidad para pedirle dinero a la familia, haciéndose pasar por los secuestradores. La maniobra fue tan ridícula que el grupo le indicó a la familia Echarri que tirara la plata en una bolsa de residuos a dos cuadras del Congreso, en plena Capital Federal, y no en un descampado del conurbano bonaerense. Después se gastaron buena parte del rescate en un bingo y un prostíbulo. Alejandro Vecchi, defensor de uno de los detenidos, insiste en que detrás del secuestro hubo una organización de policías y ex policías que le permitieron cobrar el rescate al grupito que está ahora preso para echarle la culpa del hecho. Era también una forma de tapar la maniobra política que escondía el caso Echarri.
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