Sáb 26.11.2011

SOCIEDAD  › OPINIóN

La provocación de las muertas

› Por Carlos Rozanski *

Con frecuencia, la Justicia nos asombra por sus contrastes. Mientras algunos jueces llevan algo de aire fresco a los pasillos de tribunales –el juez Gabriel Vitale en fallo comentado en este mismo medio–, otros nos recuerdan que los mitos y prejuicios que convalidaron la violencia durante siglos gozan de buena salud.

Así, se conocen sentencias que generan horror y sobre todo dañan el esfuerzo cotidiano de los operadores judiciales y de otros sectores sociales que trabajan para ayudar a las víctimas de la violencia de género y de discriminación. Hace pocas semanas, dos jueces de la Cámara de Casación de la Provincia de Buenos Aires redujeron la condena a un asesino que mató a su mujer con una cantidad importante de martillazos y puñaladas. El descuento fue de una pena de 17 años de prisión a una de 10 años y tres meses. La importante disminución se basó en “la actitud casi provocativa de la víctima”. Cabe señalar que el imputado, en su descargo, había dicho entre otras cosas para justificar su acción: “Ella se acerca y se para en la puerta del baño y me dice ‘por qué llorás, boludo, ¿sos macho o sos puto?”. Incluyó asimismo una supuesta confesión de infidelidad de la víctima, tras lo cual una “fuerza incontrolable” se apoderó de él...

La historia del ser humano es sin duda la de la violencia y abuso de niñ@s, mujeres, personas mayores y en general de todo grupo vulnerable, aunque la “historia oficial” siempre lo haya negado. Se impone recordar al respecto que esa historia ha sido escrita, difundida e interpretada por varones, al igual que las leyes, que a lo largo de los siglos han sido elaboradas y aplicadas también por varones. Finalmente, han sido los varones quienes, en la inmensa mayoría de los casos, han abusado, maltratado, violado, asesinado y denigrado a aquellos grupos vulnerables, comenzando por las mujeres –niñas o adultas–. Es decisivo tener en cuenta que los dos paradigmas tradicionales, que en el caso citado el asesino puso de resalto en los dichos que atribuyó a su pareja muerta, fueron nada menos que su virilidad y la exclusividad. Ambos seguramente concitaron la simpatía y probablemente la identificación de más de un lector de la noticia, incluyendo algunos jueces.

En las últimas décadas se produjo una revolución normativa en la Argentina. Las Convenciones sobre Derechos Humanos incluidas en la Constitución Nacional han dejado sin excusa alguna a todo funcionario que pretenda mantener los abominables criterios discriminatorios en que se apoyaron a lo largo de la historia los violentos y abusadores. Las “provocaciones” de una mujer que termina con la cabeza abierta a martillazos están lejos de ser un respetable criterio jurídico de interpretación de las normas. Ningún razonamiento legal que viole el derecho de las víctimas es tolerable. Con la excusa de la imposibilidad de cuestionar a los jueces por el contenido de sus sentencias, se han tolerado los mayores crímenes de nuestra historia judicial contemporánea. Se trata de magistrados que no sólo han dejado sin sanción o con penas menores a delincuentes peligrosos, sino que en lo cotidiano, a través de la difusión periodística, actúan como incentivo para más de un violento.

* Juez federal.

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