SOCIEDAD › PRIMER MATRIMONIO ENTRE DOS MUJERES EN UNA CáRCEL FEDERAL
La Unidad 3, de Ezeiza, recibió el matrimonio de dos internas. Por primera vez, el Servicio Penitenciario Federal fue escenario de un casamiento por la ley de matrimonio igualitario, entre dos mujeres. Las novias esperaron en el locutorio.
El “sí, quiero” fue dado ayer, por primera vez en la historia del Servicio Penitenciario Federal, por dos mujeres privadas de su libertad. Hace apenas unos meses, Laura Laiguera le robó un beso a Jésica Ibarra en un pasillo de la Unidad Penal 3 de Ezeiza y, tiempo después, le propuso casamiento. “Ella pensó que le estaba haciendo una joda”, aseguraba ayer la recién casada, mientras Jésica sonreía, bajo su radiante coronita plateada. Al momento de oficiar la ceremonia, la jueza de paz Catalina Ana Basílico destacó que la unión “es triplemente importante”. “Porque ustedes tienen alguien a quien amar, porque hace un año esto no lo podrían haber hecho y porque lo hacen al momento de estar cumpliendo una condena.”
Los familiares y amigos de la pareja ocupaban las últimas filas; las cámaras y los medios, las primeras. Todos llegaron pasado el mediodía a la Casa de la Cultura y la Historia del Bicentenario, dentro de la cárcel de mujeres, para presenciar el casamiento. “¡Vamo’ Juli!”, alentaban a Jésica las compañeras del penal. Basílico fue la última en llegar. Se sentó a la mesa decorada con peluche rojo y cortinas blancas y leyó con paciencia los derechos y obligaciones de los testigos.
No dejó pasar la presencia de tanto medio. “Por algo alguien quiso que esto se hiciera acá y tomara publicidad –dijo, interrumpiendo por unos minutos el protocolo–. Y creo que es una buena decisión, porque de esta forma su matrimonio alentará a que la sociedad comprenda que todos somos iguales y merecemos tener los mismos derechos.”
“Esto es triplemente importante. Primero, porque ustedes tienen alguien a quien amar y por quien ser amadas, y eso es lo que las hace felices ahora. En segundo lugar, porque hace un año ustedes no podrían estar haciendo esto. Y porque se casan mientras cumplen su condena y dentro de la cárcel”, felicitó la magistrada.
En lo que va desde julio de 2010, cuando se sancionó la ley de matrimonio igualitario, hubo varios casamientos de parejas no heterosexuales dentro de cárceles. En abril de este año, por ejemplo, un gay y una travesti se casaron en la Unidad 6 del Complejo Penitenciario de Ezeiza. En mayo último lo hizo una pareja de mujeres en Mendoza, una de ellas seguía presa al momento de la ceremonia en la Unidad Penal 3 de Borbolón, Mendoza.
“¡Vivan los novios!”, gritaban los chicos, madres, tías, amigas y detenidas, mientras tiraban arroz. Paradójicamente, la costumbre les hizo poner una O, en el lugar que debería haber ocupado la A. El detalle semiológico, sin embargo, no apagó la fiesta. Laura, de 28 años, y Jésica, 22, sonreían tras el beso protocolar.
Tomadas de la mano, recibieron a Página/12. Laura no podía dejar de mirar de reojo hacia un rincón. “Es que acaba de llegar mi hermana y no la veo hace un montón”, se disculpa. Sus papás no pudieron presenciar la boda porque también cumplen una condena. Según personal del servicio, llevan detenidas más de dos años por robo. Hace doce meses, comparten el pabellón y las actividades del penal. “Teníamos un ‘hola y chau’, nada más, pero nos gustábamos”, relata Laura, que tiene una camisa blanca y el pelo rapado. “Un día, la veo en un pasillo y le robo un beso, y ahí empezó todo. A los tres meses le propuse casamiento.” Al recibir la propuesta, ella se rió. “Pensó que le estaba haciendo una joda.”
Para Jésica, o Juli como le dicen sus amigos, todo fue nuevo. “Nunca había estado con otra mujer, pero me di cuenta de que es esto lo que quiero para mí y que además en Laura encontré a mi compañera.” “Me supo entender, cuidar, y yo estoy enamorada”, dice y agrega que su personalidad “cambió mucho” con la relación.
Laura, en cambio, supo que le gustaban las mujeres a los once años –“no te voy a decir que nunca tuve novio, pero no pasaba de un beso”, se ríe–. “Acá en el penal, con Juli, compartimos todo. El trabajo, el tiempo, las angustias. Yo la amo, es mi vida”, dice y se dispara corriendo a saludar a su hermana y sus sobrinos. “¡Vení, Juli! Quiero que los conozcas.”
Informe:Rocío Magnani.
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