Un joven que, cuando tenía 17 años, había matado a un amigo al manipular un arma de fuego, fue absuelto pese a considerárselo responsable de homicidio culposo. El fallo se sustentó en un artículo del Régimen Penal de Menores por el cual los jueces pueden tomar esta medida si está acreditada la rehabilitación social del menor. La última sesión del juicio oral resultó particularmente emotiva, cuando el homicida pidió perdón al padre de su víctima, éste se lo otorgó y finalmente se abrazaron. El delito se había cometido en 2005: ambos jóvenes, compañeros de colegio, pertenecían a una agrupación murguera, a su vez vinculada con la barra del club Defensores de Belgrano. Otra faceta del juicio se refirió al encubrimiento del homicidio: se acreditó que tres personas mayores de edad, de la misma agrupación, intentaron desviar la investigación e hicieron desaparecer el arma; uno de ellos habría sido, también, el que se la vendió al chico que disparó. El encubrimiento tampoco tuvo condena, ya que había prescripto por el tiempo transcurrido.

El 20 de noviembre de 2005, Jonathan Kaprof, de 17 años, se hallaba en un departamento de la calle Grecia 4720, en compañía de varios amigos: habían ido a buscar unos bombos que utilizarían en una actuación de la murga que integraban, Los Dragones de Núñez. Uno de ellos, también de 17 años y compañero de colegio de Jonathan, extrajo un arma corta, de guerra, que llevaba consigo; como jugando, se puso a cargarla, pero se le escapó un tiro que hirió a Jonathan en el vientre.

El menor homicida, junto con Lucas Iscaro, que tenía 24 años, Raúl Gilbert (23) y Alan Goldstein (19), auxiliaron al herido y le procuraron una ambulancia que lo trasladó al Hospital Pirovano. Pero dijeron a la policía que el disparo lo había realizado un ladrón que, encapuchado, había pretendido robarles los bombos. El arma nunca pudo recuperarse.

Jonathan pasó cuatro meses y medio en terapia intensiva; fue sometido a varias operaciones y finalmente falleció.

En el juicio oral, que culminó ayer, el joven homicida confesó todo lo sucedido. El Tribunal de Menores Nº 3 de la Ciudad de Buenos Aires –integrado por Sergio Real, Gustavo González Ferrari y Mónica Rodríguez Eiriz– lo declaró penalmente responsable pero lo absolvió sobre la base del artículo 4 de la Ley 22.278, de Régimen Penal de Menores. Esta norma establece que, aun cuando “haya sido declarada la responsabilidad penal” y a condición de que el menor “haya sido sometido a un período de tratamiento tutelar no inferior a un año, prorrogable hasta la mayoría de edad”, el tribunal puede absolverlo “si fuese innecesario aplicarle sanción”.

La familia de la víctima acordó con la absolución. Roberto Damboriana, abogado de los Kaprof, explicó a este diario que “el joven tenía un buen legajo tutelar: terminó sus estudios secundarios, y hoy está en cuarto año de abogacía y trabaja; está bajo tratamiento psicológico y psiquiátrico. En el juicio manifestó que, por más que el padre de Jonathan lo haya perdonado, no podrá en su vida sacarse de la cabeza lo que hizo”.

Marcelo Kaprof, padre de Jonathan, recordó que “cuando mi hijo murió, fue como si mi vida se hubiera apagado. Primero me dediqué a que los responsables fueran a juicio. En ese tiempo había resentimiento, dolor, peleas en nuestro hogar. Tengo cuatro hijos más, pero todo había pasado a un segundo lugar, nada alcanzaba. Después, como consecuencia de haber perdonado, el amor de Dios vino a mi vida. Formo parte de una comunidad cristiana y, mientras uno tiene resentimiento, está limitando a Dios”.

El fiscal, Claudio Di Paola, había pedido cinco años de cárcel, pero acordó con la decisión de que no se aplicara la pena. Iscaro, Gilbert y Goldstein fueron sobreseídos del delito de “encubrimiento simple”, por haber transcurrido los tres años que marcan la prescripción de este delito.

El abogado Damboriana comentó que “todos estaban vinculados con la barra del club Defensores de Belgrano” y señaló que “el arma de guerra que tenía el menor le había sido vendida por uno de los mayores de edad”.