SOCIEDAD › OTRA CARTA DEL KARATECA DETENIDO POR EL CUADRUPLE CRIMEN DE LA PLATA
En una nueva carta, Osvaldo Martínez acusa al fiscal de “confundir a alguien celoso con un cuádruple asesino”. El tono del texto apela a cuestiones sentimentales y clama por su inocencia. El día anterior había respondido a las pruebas en su contra.
“No me siento preso, me siento secuestrado.” Así comienza la carta que Osvaldo Emir Martínez, el único detenido por el cuádruple crimen de La Plata, hizo pública ayer y en la que reclama “que se sepa la verdad ya”. El texto, manuscrito, con correcciones y tachaduras, está fechado el 21 de diciembre de 2011 y pone en el centro de sus críticas al fiscal del caso, Alvaro Garganta, a quien responsabiliza por “cualquier cosa que le pase a mi familia, especialmente a mi mamá”. La carta es la segunda que difundió Martínez y se agrega a la difusión de su primer escrito, que consistió en una argumentación contra la prueba de la señal de su celular que lo ubica próximo a la casa de su novia, Bárbara Santos, en el horario en que se cometió el cuádruple crimen.
La carta describe en tiempo presente su relación con su novia, Bárbara Santos, a quien llama Barby, y hace eje en sus sufrimientos actuales. “Mientras todos lloran y se abrazan los unos a los otros para consolarse –dice en su segundo texto, sin determinar a quién se refiere, aunque es posible que se refiera a los familiares de las víctimas–, yo paso mis penas solo en un cubículo de 2x2, abrazado a un colchón y en la mano una foto de Barby.”
Osvaldo Martínez es el único detenido por el cuádruple crimen de La Plata, recientemente imputado como coautor del homicidio simple de su novia y el triple homicidio agravado de Micaela, de 11 años, hija de Santos; de Susana de Bárttole, madre de Santos; y de una amiga, Marisol Pereyra. Martínez se encuentra detenido en la alcaidía Roberto Petinatto, en La Plata.
La carta, de seis carillas manuscritas, tiene como centro de las críticas al fiscal Garganta. “Quiero hacer responsable al señor fiscal por cualquier cosa que le pase a mi familia, especialmente a mi mamá, que tal vez sin darse cuenta y con sus ineficientes acciones no sólo que no encuentra al culpable y además de que encerró a un inocente, sino también que es el causante de todo el dolor que hoy siente mi familia.”
En el texto, Martínez termina diciendo, en relación con la acusación de la que es objeto, que “confundir una persona celosa con un cuádruple asesino es un gran error”.
Mucho más específica sobre las acusaciones, la primera carta no hizo tanto eje en la cuestión sentimental sino que parecieron respuestas a las pruebas acusatorias presentadas por el fiscal. Así, en aquel primer texto pidió que “cualquiera” hiciera una llamada desde su celular y en su casa, al celular de Bárbara, en la casa de ella, para demostrar que las antenas confundirían la ubicación “porque la señal es débil”.
Por ejemplo, sobre la acusación del fiscal que sostiene que sus celos lo empujaron a tomar la decisión de matar a su novia, Martínez sostuvo en su primera carta que “yo no la dejaba porque la cuidaba y la amaba, no por otra cosa”. En aquel primer escrito, recordó cómo era él quien llevaba a “Mica” y a Bárbara a la Clínica del Niño y al hospital infantil Sor María Ludovica. “Por supuesto que no la dejaba sola, porque ya demasiado sola estaba”, sostenía argumentando sobre la ausencia del padre cuando la nena se enfermaba.
En la primera carta también acusa a uno de los testigos –el vecino que dijo haberlo visto entrar con el auto apurado en un horario posterior al crimen– de haber firmado sin leer lo que declaró. Y también apuntó contra amigas de Bárbara que fueron quienes declararon en su contra como testigos en relación al carácter posesivo del acusado. En el primer texto analiza punto por punto de la acusación y cita la ubicación con precisión dentro del expediente. Así, también cuestiona la acusación de que “el ingreso a la vivienda fuera posible sin que se ejerciera violencia alguna” al sostener que “era un PH, cualquiera le pudo haber facilitado el acceso a la puerta del pasillo, hasta por error; la puerta de acceso a la casa de Barby siempre estaba abierta, sólo se cerraba cuando se iban a dormir”.
Igual que en su segunda carta, en la primera sostiene que “no me siento preso sino secuestrado”.
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