SOCIEDAD › CONMOVEDOR RELATO ANTE CIEN OBISPOS DE UNA MUJER VíCTIMA DE UN SACERDOTE PEDóFILO
Un simposio sobre pedofilia en el Vaticano tuvo como invitada a una irlandesa de 64 años, que contó cómo fue abusada a los 13.
Delante de más de cien obispos y otros tantos expertos de la Iglesia Católica en el Vaticano, ayer la irlandesa Marie Collins, de 64 años, relató cómo fue abusada sexualmente por un sacerdote cuando tenía 13. En ese entonces, estaba internada en un hospital. “Me sentí más segura cuando un capellán católico vino a visitarme para las lecturas de la tarde. Desgraciadamente esas visitas vespertinas cambiaron mi vida”, recordó en un simposio sobre pedofilia, que la tuvo como única víctima invitada. “Tenía 40 años cuando hablé por primera vez de mi agresión a mi médico de cabecera. Me aconsejó que advirtiera a la Iglesia. Pedí cita con un cura, que rechazó tomar el nombre del agresor y me dijo que probablemente era culpa mía. Esta respuesta me destrozó”, contó.
Según su relato, “el cura comenzó a manosearme, pretendiendo al principio que era un juego”. “Quedé conmocionada, resistí, le pedí que parara. Pero no se detuvo. Mientras me manoseaba me decía que él ‘era un sacerdote’ y que ‘no podía actuar mal’. Sacó fotos de mis partes más íntimas y de mi cuerpo, y me dijo que era ‘estúpida’ si pensaba que actuaba mal. Yo rezaba para que no lo hiciera más... pero volvió a la carga”, dijo Collins. En ese momento, agregó, no conocía la sexualidad: “Mi inocencia se agregó a mi vulnerabilidad. Tomaba la religión católica muy en serio y acababa de hacer la confirmación”.
Collins dijo que el sacerdote había salido del seminario pocos años antes, aunque ya tenía antecedentes de abusador. “Esos dedos que habían abusado de mi cuerpo en la noche anterior me ofrecían la hostia al día siguiente. Las manos que habían fotografiado mi cuerpo expuesto, sostenían a la luz del día un libro de oraciones cuando escuchaba mi confesión”, dijo la mujer. “Aunque sucedió hace más de 50 años, es imposible olvidarlo”, agregó ante las autoridades religiosas.
Cuando dejó el hospital, recordó, creía que ella se había portado mal.
“No me volví en contra de la religión, sino en contra de mí misma. Pasé sola mi adolescencia, manteniendo a todos a distancia para que nadie descubriese hasta qué punto era mala, sucia”, comentó. El abuso derivó en una fuerte depresión, dijo, que siguió con largas hospitalizaciones. “A los 29 años, conocí a un hombre maravilloso, me casé y tengo un hijo. Pero no conseguía superar la depresión.” A los 40 denunció lo ocurrido.
Sin embargo, una década después, cuando la prensa cubrió otros abusos cometidos por ese sacerdote, volvió a la carga.
“Entonces comenzaron los dos años más difíciles de mi vida. El cura que me había agredido estaba protegido por sus superiores”, aseguró. Tras una larga batalla el agresor fue condenado por la Justicia. Recién entonces, agregó, su vida volvió “a tener sentido y valor”.
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