SOCIEDAD
› CARLOS CARRASCOSA QUEDO PRESO, ACUSADO DE MATAR A TIROS A SU ESPOSA, MARIA MARTA
Viaje sin escalas del country al calabozo
El viudo de García Belsunce se entregó anoche en un quinta de Escobar, luego de que el juez aceptara el pedido del fiscal de ordenar su detención. Antes, en un mensaje grabado por televisión, había proclamado su inocencia e insistido en la versión del robo.
Por Horacio Cecchi
y Raúl Kollmann
Inescrutable como lo fue a lo largo de todo el caso, el viudo más mencionado en el país durante los últimos cinco meses y medio, se entregó ante la Justicia poco antes de las ocho y media de la noche como imputado de homicidio agravado por el vínculo. Así concluía el día quizá más largo de Carlos Carrascosa para dar inicio a su noche quizá más oscura, seguramente la más demorada de su vida. Se presentó en una quinta de Escobar, donde lo esperaba el propio fiscal Diego Molina Pico, para trasladarse ambos hacia un lugar de detención por el momento no revelado. A las 13.30, Barroetaveña había aceptado el pedido del fiscal, y ya desde las 14 toda la policía de San Isidro comenzaba a buscarlo en vano: sus abogados, José Scelzi y Marcelo Nardi, negociaban su entrega. Durante la mañana, Nardi realizó el último intento desesperado por evitar la detención: presentó un pedido de nulidad y dijo que Carrascosa estaba dispuesto a pagar los gastos para el estudio de ADN que contrastara su sangre con la de las manchas hemáticas halladas en el escenario del crimen. Desde ayer, el caso García Belsunce inició otro recorrido. Por el momento, no está claro hacia qué destino.
La mañana comenzó movida con la agitada resaca del día anterior. Todos los ojos y oídos estaban puestos sobre el juez de Garantías de San Isidro, Diego Barroetaveña, de cuya pluma dependía la decisión de dar cauce o rechazar el pedido de detención formulado por Molina Pico. Como fue una práctica acostumbrada desde que el caso saltó a la fama, la defensa de Carrascosa intentó poner paños fríos y desarticular acusaciones y sospechas interponiendo escritos judiciales por un lado, y desarrollando extensas argumentaciones frente a los medios periodísticos.
Pero hubo una diferencia. Quizá menor y discreta, pero indisimulable: la aparición de la defensa de Carrascosa ayer tuvo la marca de una medida desesperada. ¿Un último manotazo de ahogado? No estamos en condiciones de sostenerlo. ¿Cuestiones formales? Es posible. Lo cierto es que Marcelo Nardi hizo su aparición ayer en el juzgado de Barroetaveña. Por supuesto, lo aguardaba una nutrida columna de periodistas.
Nardi informó que presentó un escrito en la fiscalía de Pilar, para pedir la nulidad del proceso contra Carrascosa. “El señor Carrascosa no ha matado a su esposa. Carrascosa es un señor honesto que está siendo empujado a un proceso judicial”, dijo. “Si lo que se ha querido a través de la difusión irregular del pedido de detención es que el señor Carrascosa se profugue es absolutamente estéril, porque está a disposición judicial como siempre”, agregó, lanzando un tiro por elevación hacia la fiscalía y sus superiores. Obviamente, Nardi hizo alusión a la necesidad de dejar de lado lo que él llamó “testimonios controvertidos”, precisamente los que pusieron en jaque la coartada del viudo y dieron el puntapié al pedido de detención.
El abogado además pidió como “medida urgente” la realización de un estudio de ADN que se contrastara con la sangre hallada en el chalet. “Si en la Justicia hay dificultades de dinero, él está dispuesto a pagar lo que sea necesario para realizar esos estudios.” Como anticipó ayer este diario, Carrascosa propuso que esos estudios se realizaran en la Fundación Favaloro.
Pero esas intervenciones jurídico-mediáticas no tuvieron eco. Alrededor de las 13.30, bajo el mayor de los hermetismos, el juez Barroetaveña dio curso al pedido de detención. Ya a las dos de la tarde, toda la policía de la DDI de San Isidro se había puesto en movimiento para hallar al ilustre viudo en los lugares donde se suponía que debía ser encontrado. Pero a esa hora, sus abogados negociaban con Molina Pico el lugar de entrega, con las condiciones del caso: lejos de la prensa y del escándalo.
Habían pasado cinco meses y medio desde que María Marta García Belsunce de Carrascosa muriera de cinco balazos calibre 22 en la cabeza, en su chalet del Carmel Country Club. Desde ese momento, la figura de Carrascosa, buena parte de los familiares y algunos amigos, fueron concentrando todas las sospechas del caso.
Pero para que se desataran las sospechas debieron pasar un mes y días, porque desde el 27 de octubre hasta el 2 de diciembre del año pasado, una extraña fatalidad unió la muerte accidental con la natural. Así apareció dibujado su final en el certificado de defunción trucho tramitado por Guillermo Bártoli, en el que la muerte de María Marta aparecía como “natural por paro cardiorrespiratorio”, mientras que sus familiares describían el trágico resbalón en la bañera.
Las sospechas se iniciaron en forma tardía. El fiscal recién reaccionó el 8 de noviembre, cuando el médico de emergencias Santiago Biassi testimonió sobre sus sospechas, el baño de sangre y su lavado por parte de la masajista Beatriz Michelini. La autopsia del 2 de diciembre puso punto final a la mascarada e inició en forma aletargada la investigación sobre el crimen. En el canasto de las sospechas quedaron el cónclave del “pituto”, las llamadas para frenar la intervención policial, el lavado de la sangre, las interpretaciones de Horacito García Belsunce, la sorpresa de algunas amistades durante el velorio, ante la escasa demostración de dolor de parte del viudo. Tanta sospecha terminó a mediados de enero con la imputación por encubrimiento agravado de Carlos Carrascosa, Guillermo Bártoli, Horacio García Belsunce, Constantino y John Hurtig de parte de la familia, Sergio Binello y Nora “Pichi” de Taylor, entre los amigos, y Juan Gauvry Gordon y Beatriz Michelini, el primer médico que intentó resucitar a María Marta y la masajista.
La causa se abrió en dos, por un lado los encubrimientos. Por el otro, el homicidio. Los abogados de los imputados concentraron todo su esfuerzo sobre la primera. Pidieron la recusación del fiscal, pidieron la nulidad de las acusaciones, apelaron, apelaron y apelaron. Ayer, se desató la tormenta pero en otro frente. Carrascosa quedó detenido y toda la estructura de declaraciones (especialmente las de Bártoli y su esposa, Irene Hurtig) corren el riesgo de desmoronarse como un castillo de naipes.
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