SOCIEDAD
› OPERACION MEDIATICA DE LA DEFENSA DE CARRASCOSA
Un plan para salvar al viudo
La visita del padre de María Marta al detenido fue el primer paso de una estrategia para cambiar la imagen del acusado. Prevé además desacreditar a los testigos que demolieron su coartada.
› Por Horacio Cecchi
Ayer, en su segundo día de detención, el eminente viudo Carlos Carrascosa recibió la visita de otra eminencia: el especialista en Derecho Impositivo Horacio García Belsunce, padre de María Marta, quien pasó a ser así el mejor abogado de su yerno, acusado de asesinar a su propia hija. Como lo hizo la primera vez (cuando alojó a Carrascosa en su propia casa), García Belsunce no utilizó palabras sino gestos. La visita se inscribe en el notorio afán mediático de la defensa, interesada desde el inicio del caso en revertir la imagen del viudo ante la prensa, mientras sufría sucesivas debacles en el plano jurídico. También ayer, para subrayar ese carácter, allegados a la defensa revelaron un detallado plan estratégico para arrancar al viudo de entre las rejas. El primer punto fue definido nada menos como “Política comunicacional”.
La intención de dar una vuelta de tuerca al caso, pero apelando a los medios, fue palpable: la visita, en lugar de pasar inadvertida, como venía ocurriendo hasta ahora con cada uno de los pasos de García Belsunce padre, fue revelada a la prensa por los propios abogados de la familia, José Licinio Scelzi y Marcelo Nardi. Nada trascendió de esa visita más que la visita misma: “Ningún padre visitaría al asesino de su hija”, aseguró Nardi con criterio.
Esa mirada mediática del caso quedó subrayada con la revelación del plan estratégico. Consta de cinco puntos. El primero fue denominado “Política Comunicacional”. “El objetivo es instalar en los medios la idea de que Carrascosa también es víctima del asesinato de su mujer, y no el autor, como dice la Justicia”, señalaron allegados a la defensa. En el plano jurídico, esa idea jamás cuajó. Carrascosa mostró interés en ser considerado particular damnificado apenas se enteró de que el fiscal Diego Molina Pico había pedido la autopsia. No lo tuvo antes aunque ya muchos en la familia hablaban de crimen. El pedido fue sucesivamente rechazado por la Justicia, además, porque Carrascosa estaba procesado por encubrimiento agravado.
También se considera la posibilidad de contratar un abogado “con mayor cintura mediática”. La movida es riesgosa, ya que públicamente podría convertirse en un cinturón de lastre. El primer paso de esa política comunicacional fue dado con la entrevista realizada por Luis Majul a Carrascosa, previa a la detención. Sugerentemente, no se le formularon preguntas y el viudo leyó una “carta” redactada con el visto bueno de sus abogados, con lo que la entrevista resultó un espacio para que Carrascosa proclamara su inocencia antes de proclamarla ante el propio fiscal.
El segundo punto de la estrategia consistirá en intentar desacreditar los tres testimonios en los que el fiscal fundamentó el pedido de detención, considerados como evidencias por el juez Diego Barroetaveña al aceptar ese pedido. Uno de esos testimonios corresponde a Catalina Vargas, mucama de los Bártoli por dos días, quien sostuvo que a las seis de la tarde del 27 de octubre no había nadie en la casa de Guillermo Bártoli viendo ningún partido por tevé. Carrascosa, Bártoli e Irene Hurtig habían dicho lo contrario. Los otros dos testigos son Alba Benítez y Gerardo Oberndofer, concesionaria y mozo del restaurante del club house del Carmel. Ambos señalaron con lujo de detalles que Carrascosa estuvo en el restaurante a la hora en que él dijo haber estado viendo el partido de Independiente y Rosario Central.
La primera pregunta que se hacen en el entorno de Carrascosa es “por qué recién ahora vienen a contradecir a Carrascosa, cuando hace meses que se conoce su versión”. Una posibilidad sería que ningún empleado del country, de buenas a primeras, va a lanzar testimonios en contra de los socios del lugar.
El tercer punto consiste en instalar la teoría del ladrón, que ya fue puesta de manifiesto durante el caso, y ratificada por Carrascosa durante su única entrevista periodística. Esa teoría sostiene que de la casa faltóun cofre con distintos bienes, y que cuando María Marta entró se topó con alguien a quien conocía, que estaba robando y que la mató. Aunque no lo mencionen –y eso es lo llamativo–, la acusación familiar estuvo dirigida desde el inicio contra un ex vecino díscolo, Nicolás Pachelo, aunque jamás se aportaron más que versiones.
Después sigue el estudio de ADN propuesto por Carrascosa. Del chalet se extrajeron muestras de manchas de sangre. Los defensores sostienen que Molina Pico se apresuró en pedir la detención sin conocer a quién pertenece esa sangre. Sin embargo, expertos jurídicos ya habían señalado a Página/12 que la prueba de ADN es de cargo y no de descargo, o sea que si la sangre no se corresponde con la de Carrascosa, no indica que no haya estado en el lugar del crimen. De todos modos, el fiscal no tiene pruebas de que el viudo haya estado en el lugar, sólo cuenta con testimonios que desmoronan su coartada. Que no es poco.
Por último, insistirán en que Carrascosa jamás pudo matar a su mujer porque desconocía el manejo de armas, aunque los datos proporcionados por la Armada certifican que lo tuvo.