Dom 20.04.2003

SOCIEDAD  › AUMENTARON LAS DENUNCIAS POR ACOSO SEXUAL

La cama o la calle

El miedo a perder el trabajo multiplicó el poder de los acosadores: en los últimos cinco años, la UPCN pasó de recibir una denuncia semanal a unas tres o cuatro. Sólo en Tucumán se sanciona el acoso en el ámbito privado. Y en la administración pública nacional, el decreto que rige nunca fue reglamentado.

› Por Mariana Carbajal

“Si no te acostás conmigo ya sabés, nenita... la calle.” La amenaza sonó una y otra vez durante el verano en boca del jefe de Personal de un distinguido restaurante de Puerto Madero y apuntó a la recepcionista del local. Con miedo a perder el trabajo o sufrir un ataque sexual, la joven pidió ayuda y asesoramiento en la Secretaría de Igualdad de Oportunidades de UPCN-Capital, que viene motorizando una campaña contra la violencia laboral. No fue la única. La oficina del gremio recibe cada vez más consultas de mujeres que sufren acoso sexual tanto en el sector público como en el privado. En cinco años, el número de denuncias aumentó considerablemente: hoy reciben entre 3 y 4 por semana, cuando en 1997 registraron 50 en todo el año. Los cuadros más espantosos se dan en el ámbito privado, particularmente en comercios, sectores de servicios, gastronomía, finanzas y bancos. El contexto del desempleo, coinciden especialistas, favoreció el crecimiento del fenómeno. El problema se agrava porque las víctimas están desamparadas. Hay una sola provincia que sanciona el acoso sexual en el sector privado y el decreto que rige para la administración pública nacional nunca fue reglamentado. “Lo más terrible es que la mujer pierde el empleo y queda con profundas secuelas psicológicas”, advirtió Elizabeth Benítez, secretaria de la Comisión de Derecho del Trabajo de la Asociación de Abogados de Buenos Aires.
La recepcionista de Puerto Madero consultó en la oficina de Unión de Personal Civil de la Nación empujada por su hermana, que antes se comunicó varias veces con la Secretaría de Igualdad de Oportunidades del sindicato y comentó su temor porque su hermana sufriera un ataque sexual en el lugar de trabajo. Había motivos para esperar semejante desenlace. El jefe de Personal del restaurante ya había acosado a varias camareras instigándolas a que se acuesten con él, si no, “ya sabés, nenita... la calle”. A una, sostén económico de su familia, la hostigó durante seis meses hasta que consiguió que cediera y la llevó al sótano, donde consumó el acto sexual. Hizo lo mismo con otra moza que luego del sótano, en un ataque de llanto, se fue del restaurante y no volvió nunca más. Una tercera camarera se negó a las proposiciones y fue despedida. Según relató en la Secretaría de Igualdad de Oportunidades de UPCN-Capital la recepcionista –cuyo nombre no se menciona para preservar su identidad–, esta situación es conocida por los “encantadores propietarios” del lugar, que suele aparecer entre los auspicios de programas de televisión.
Terrible
La oficina de UPCN no es el único termómetro que permite tener una idea de la magnitud que está adquiriendo el problema del acoso sexual en el país. La Comisión Tripartita de Igualdad de Oportunidades y de Trato del Ministerio de Trabajo hizo en enero una campaña por televisión para concientizar sobre la problemática de la violencia laboral, una de cuyas manifestaciones es el acoso sexual. La difusión de los spots generó una avalancha de denuncias. “En apenas un mes y medio, entre mediados de enero y febrero, recibimos 150 llamados y correos electrónicos para denunciar casos de violencia laboral. La gran mayoría eran de mujeres, todas del sector privado. El 30 por ciento fueron casos de acoso sexual, algunos muy graves”, informó a Página/12 Liliana Jensen, titular de la Comisión Tripartita de Igualdad de Oportunidades del Ministerio de Trabajo, en la que convergen los sectores gubernamental, patronal y sindical. Entre las víctimas que llamaron para pedir asesoramiento hay una empleada de un supermercado que por problemas de salud fue trasladada a una sucursal más cercana a su casa. Y ahí se encontró con un acosador. Su jefe directo, contó la muchacha, la presionaba para que tuviera relaciones sexuales con él. Le decía que él era quien evaluaba al personal, que si se negaba podía despedirla. Por temor a quedar en la calle, la mujer accedió. “Al cabo de un tiempo empezó a tener depresión, fue derivada a un servicio de psiquiatría y finalmente renunció. Ahora está con tratamiento psiquiátrico y sin trabajo”, señaló Jensen.
No sólo aumentó la cantidad de consultas sobre casos de acoso sexual en la oficina de UPCN, sino también la gravedad de los hechos denunciados, precisó a este diario Zunilda Valenciano, subsecretaria de la Mujer de UPCN-Nación. Los altos índices de desempleo aumentaron la vulnerabilidad de las mujeres a sufrir situaciones de acoso sexual, coincidieron las especialistas consultadas. “Los casos que recibíamos años atrás eran leves. Ahora son muy terribles, situaciones espantosas y los más graves pertenecen al sector privado. En la administración pública hay menos porque venimos realizando campañas de concientización”, destacó Valenciano en diálogo con Página/12. La mayoría de las víctimas trabajan en locales gastronómicos, bancos, sector financiero y comercios, puntualizó. Una de las mujeres que llamó recientemente al gremio es promotora de una empresa líder y trabaja sábados y domingos en un shopping del conurbano. Tiene un supervisor que recorre los stands semanalmente. Un día el hombre visitó el puesto de ella a última hora del sábado, se quedó hasta que terminó su horario y la invitó junto con otras compañeras a tomar un café “para hablar sobre el desarrollo de la empresa en el mercado”. A partir de ese día, el jefe empezó a ir todos los sábados y domingos a su stand, a llamarla a su casa durante la semana, a insinuársele, hasta que finalmente la invitó a salir.
La chica se negó y pidió en el área de recursos humanos que la cambien de shopping, pero recibió un “no” rotundo. Mientras, su jefe persistió con las invitaciones y amenazaba con despedirla si ella no acepta. En una de las supervisiones, ante la reiterada insistencia a “ir a un telo que abrieron cerca”, ella le gritó que era un “baboso enfermo”. Durante la semana siguiente, la llamaron de Recursos Humanos porque el supervisor había presentado una nota donde relataba “la falta de respeto de la señorita...”. Ella hizo su descargo, pero no contó la verdad porque “le daba vergüenza”. El supervisor, entonces, empezó a esperarla a la salida del shopping y a seguirla con el auto. La promotora consultó a UPCN después de que el jefe la esperó cuando ella bajaba del colectivo, antes de entrar a su casa, y le gritó que la iba a “reventar”.
Vacío legal
Otra de las mujeres que llamaron desesperadas a UPCN en busca de ayuda trabaja en una empresa familiar algodonera. En el transcurso de los dos últimos años, el presidente de la compañía le dice “piropos” en primer lugar, y luego la invita a salir en forma insistente, la llama a su oficina por cualquier motivo, comenta delante de sus compañeros lo “linda” que es. Ella rechazó todas las propuestas e invitaciones, pero tolera el hostigamiento por la difícil situación económica que atraviesa: su salario es el único ingreso familiar. A medida que pasa el tiempo, los avances del presidente se fueron haciendo cada vez más cotidianos y más concretos: directamente le planteaba tener relaciones sexuales para preservar su fuente de trabajo. La consulta la realizó después de que el presidente, ante su firme negativa, se paró frente a su puesto de trabajo, separado del de una compañera por un tabique y a viva voz le dijo: “Chupámelo de una vez, chupámelo”, al tiempo que le mostró sus genitales y le indicaba que lo hiciera “ya”. La empleada quedó paralizada por la escena, sin responder. El guardó su pene, dejó de gritar, se subió el cierre del pantalón y se retiró de la oficina.
Desde hace varios años, el acoso sexual como una forma más de violencia laboral está en la agenda política de UPCN. El gremio viene desarrollando una campaña en la administración pública por la cual promueve que se denuncien los casos en las delegaciones sindicales. “El gran inconveniente que tenemos es que las mujeres no se animan a denunciar. Vienen a nuestra oficina, nos cuentan su caso, pero no quieren firmar nada porque tienen terror a perder el trabajo. Pretenden que alguien vaya y le arregle elproblema, pero no quieren involucrarse, cuando ellas son las actoras principales en el tema”, señaló Zunilda Valenciano, subsecretaria de la Mujer de UPCN-Nación. “La gente no tiene internalizado al acoso sexual como un delito”, acotó Elizabeth Benítez, secretaria de la Comisión de Derecho del Trabajo de la Asociación de Abogados de Buenos Aires. “El problema es la falta de legislación específica”, indicó Jensen. Aunque los abogados encuentran resquicios legales para llevar los casos a la Justicia, persiste un vacío legal, fundamentalmente en relación al sector privado.
Hasta ahora, la provincia de Santa Fe es la única que tiene una ley que castiga el acoso sexual tanto en el sector público como en el privado. Chaco modificó el Estatuto del Empleado Público e incorporó la figura de acoso sexual. La Legislatura bonaerense aprobó una ley con alcance en la administración pública provincial, pero todavía no fue reglamentada. Tampoco fue reglamentado aún el famoso decreto del ex presidente Carlos Menem de 1993 que impuso penas a los acosadores del sector público nacional. “El decreto de Menem fue recibido con mucho entusiasmo. Significaba tener el instrumento para actuar. Pero nunca se reglamentó y tampoco desde el INAP (Instituto Nacional de la Administración Pública) se capacitó a las gerencias de recursos humanos en el tema, con lo cual se trata de una herramienta incompleta”, concluyó Marcela Manuel, de la Secretaría de Igualdad de Oportunidades de UPCN-Capital. “El último empleado que fue despedido en la administración nacional por ejercer violencia laboral fue directivo del Senasa, en 1998, pero al año nos enteramos que fue contratado en la Secretaría de Agricultura”, precisó Manuel. El hombre hostigaba a un grupo de subalternos, entre ellos mujeres, a las que solía decirles frases del tipo: “Sos una mal cogida”.
Junto a la campaña de concientización, UPCN impulsa la aprobación en las Legislaturas de leyes que sancionen las diversas expresiones de la violencia laboral. Hasta ahora, lograron introducir proyectos en el Congreso Nacional, en 13 provincias y en la ciudad de Buenos Aires. Como informó oportunamente este diario, en setiembre de 2002, Tucumán se convirtió en la primera en sancionar una ley de esa clase.
La ausencia de leyes, advirtió Valenciano, no debe impedir la denuncia: “La mujer debe dejar de sentir vergüenza por lo que está viviendo y animarse a denunciar el hecho en su organización sindical”.

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