SOCIEDAD › UN MéDICO MEXICANO PRESENTó SU LIBRO PARA CURAR EL EMPACHO SEGúN RITUALES Y CURANDERíAS
Roberto Campos Navarro es un médico mexicano especializado en antropología y estuvo en Buenos Aires para presentar su libro De cómo curar el empacho (y otras yerbas). Sostiene que el saber médico aplasta la medicina popular, que es efectiva.
› Por Belén Poquet y Alejandra Rosés
No es común encontrarse con médicos especializados en antropología y mucho más extraño es cruzarse con un médico que estudia las prácticas curanderiles sin condenar a los curadores, parteras tradicionales y remedios caseros. El médico mexicano Roberto Campos Navarro se encuentra en Argentina presentando su último libro sobre el empacho y otras enfermedades que no suelen ser reconocidas por la medicina académica. Desde su visión, la formación médica tiene “un contenido abrumadoramente biologicista” que minimiza e incluso invisibiliza y desprecia los aspectos psicológicos, sociales y culturales. Sin embargo, Campos Navarro considera que, en un continente pluricultural como América, los distintos modelos médicos presentes deben ser complementarios.
–¿Por qué considera que las enfermedades y curaciones populares o tradicionales son silenciadas?
–La actual biomedicina se establece en los países europeos metropolitanos y está emparentada con la revolución industrial, el acelerado proceso de urbanización y la creciente tecnologización. La formación médica tiene un contenido abrumadoramente biologicista, donde los aspectos psicológicos, sociales y culturales son minimizados e incluso despreciados e invisibilizados. Se tiende a una práctica urbana y hospitalaria. Si consideramos que la salud requiere un equilibrio entre lo corporal, lo mental y lo espiritual, es evidente que se requiere una formación profesional diferente, humanista, donde las variables psicosociales y antropológicas deben ser incluidas con toda su fuerza. Este modelo se convirtió en dominante y logró legitimidad en términos ideológicos y jurídicos. Todo esto implicó la desvalorización de otras prácticas ejercidas por las mamás y los curanderos, que pasarían a la subalternidad. Es tiempo de reconocer los alcances y limitaciones de cada modelo médico, pues ninguno de ellos, ni siquiera la biomedicina, es totalmente eficaz. Se trata de que la actuación médica se establezca dentro de los límites de la ética profesional con una orientación intercultural,
–¿Qué prácticas tradicionales o indígenas están presentes en Latinoamérica?
–En la medicina indígena nos encontramos con una infinidad de especialistas y expertos, parteras, curanderos, yerberos, sobadores y masajistas, entre otros. De inmediato también surgen las plantas medicinales como los elementos más relevantes de la terapéutica indígena. También se pueden incluir los tratamientos rituales, las “limpias”, el empleo de los baños de vapor mesoamericano (temazcales), la “medida de la cinta” y “tirar del cuerito” para diagnosticar y curar los empachos. Si estas prácticas curativas no tuvieran eficacia, ya habrían desaparecido. En algunos casos podemos reconocer a qué se debe esta eficacia, por ejemplo, el paico se utiliza para el control de la parasitosis; en otros casos la eficacia se debe a elementos rituales.
–En Argentina el parto vertical que practican muchas culturas indígenas no es aceptado en los hospitales y esto distancia a las mujeres de esas comunidades del sistema médico. Si esta práctica no implica riesgos, ¿por qué el equipo de salud es tan resistente a aceptarla?
–A los médicos nos han enseñado que los partos resultan más confortables para nosotros cuando la parturienta se encuentra acostada en una mesa elevada, con las piernas separadas y la vulva expuesta en forma directa. La posición en cuclillas requiere que el médico o la obstetra tengan que inclinarse y permanecer en posiciones incómodas. En algunas regiones rurales e indígenas de Bolivia y Perú se ha logrado que los médicos se adecuen a los partos verticales.
–En 2005, se conoció en Argentina el caso de un niño perteneciente al pueblo mbya guaraní al que los médicos consideraban que debía ser intervenido quirúrgicamente, pero su comunidad no lo aprobaba. ¿Qué vías posibles existen ante este tipo de conflictos?
–No se trata de hacer decisiones unilaterales, autoritarias o hegemónicas, sino de establecer diálogos transaccionales, de tal manera que exista un consenso en las acciones a realizar. En estos casos la existencia de mediadores o facilitadores interculturales podría ayudar a tomar la mejor opción para el enfermo y sus familiares, además de buscar el consenso comunitario. Se trata de que la actuación médica se establezca dentro de los límites de la ética profesional con una orientación intercultural.
–¿Qué es la interculturalidad en salud?
–De nada sirve que los trabajadores de la salud se perciban como “buenos” y “resolutivos” si existe un correlato negativo en las percepciones de los enfermos y sus familiares. La interculturalidad implica la valoración y reconocimiento de otras prácticas curativas y sus especialistas. Lograr un adecuado acercamiento significa que ambas partes se sientan y se perciban con un grado aceptable de satisfacción en la relación intercultural. En Argentina hay avances en este sentido. En Aluminé, Neuquén, se está construyendo un centro de salud intercultural y en los últimos años se han realizado encuentros de médicos y curanderos en el noroeste. En esta visita, estamos organizando jornadas de salud intercultural junto con el Ministerio de Salud y las universidades nacionales de Salta y Jujuy.
–¿Dónde nace su interés por la antropología médica?
–Se inició con el “descubrimiento” de los saberes y las prácticas curativas de las madres de familia asistentes a los servicios de salud hospitalarios, donde reconocí la relevancia de las estrategias populares ante la enfermedad. Ello significó la aceptación de otros saberes, provenientes de la medicina casera o doméstica, y otras prácticas distintas de las mías.
–¿Como surgió la idea de su nuevo libro De cómo curar el Empacho (y otras yerbas)?
–La idea surge al descubrir, en México, que existía información sobre la enfermedad de empacho desde el primer manuscrito médico, producido en 1552. Al estudiar el caso argentino me encuentro con que el empacho es la enfermedad de origen popular más extendida en el país y que existe un tratamiento ritual que lo diferencia de todo el resto del continente, también compartido con los cubanos. Ello dio origen a un primer libro. En este segundo volumen aparecen los tratamientos botánicos, los textos generados por los antropólogos y folkloristas, los testimonios de los propios curadores y enfermos y finalmente coplas referidas a las curaciones populares con yuyos. Para este libro no sólo realizamos un diálogo con escritores del pasado que trataron el tema y los vinculamos con los escritores del presente. Lo más interesante fue recuperar y rescatar la memoria colectiva de tipo oral de abuelas y curadores populares trasladando sus saberes y prácticas ancestrales al ámbito de la palabra escrita.
–Los textos que aparecen en el libro se remontan hasta el siglo XVI. ¿Por qué estas prácticas son reivindicadas en la historia, pero no así en la actualidad?
–Esas prácticas son conservadas por la sabiduría popular, que las mantiene dentro del circuito de la autoatención y de la medicina doméstica. Su ejercicio es marginal y silencioso por la persistente negación de la medicina académica, que en el mejor de los casos le da al empacho otras denominaciones equivalentes, como gastroenteritis, enterocolitis y otras, pero para la gente empacho será simplemente empacho.
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