SOCIEDAD › A UN AñO DE LA ERUPCIóN DEL PUYEHUE, BARILOCHE Y VILLA LA ANGOSTURA ESTáN RECUPERADAS
En las dos ciudades turísticas, está todo listo para “una temporada invernal normal”. “Es el día y la noche”, compara el intendente de Bariloche. En Ingeniero Jacobacci, los productores retoman la cría de animales.
A un año de que el volcán Puyehue cubriera con nubes de ceniza el cielo, las tierras, los lagos, las calles, los animales, y de a ratos volviera irrespirable el aire, los pobladores de Bariloche, Villa La Angostura e Ingeniero Jacobacci dicen que en doce meses cambiaron muchas cosas. Que en la ciudad más grande a orillas del lago Nahuel Huapi, solucionada ayer la provisión de gas por la rotura de un caño, está todo listo para “una temporada invernal normal”; que en Villa La Angostura “después de un verano de flores más lindas y árboles más verdes”, el paisaje está perfecto y los servicios turísticos, a punto de atender tanto público como el otro año; que en Ingeniero Jacobacci, el pueblo que había quedado aislado, los productores vuelven a tener animales.
“En el análisis que uno puede hacer de la cosa, desde lo visual, desde lo paisajístico, diría que es el día y la noche”, asegura el intendente de Bariloche, Omar Goye, quien al momento de la lluvia de cenizas todavía no había sido electo y se desempeñaba en la
Cooperativa de Electricidad. “Ese 4 de junio todavía me acuerdo que fueron entre 8 y 10 horas, tal vez 12, de caída permanente de arena. Cubrió toda la ciudad, los circuitos turísticos. En el lago, la arena se sostenía flotando, parecía que desaparecía el agua. Fue shockeante. Yo soy nacido acá, y fue la primera vez en mi vida que pasó algo así.” Ahora, a menos de una semana de que una máquina retroexcavadora rompiera un caño del Gasoducto Cordillerano y dejara sin gas a la ciudad y a Villa La Angostura, Bariloche se apresta a comenzar la temporada turística con el “producto nieve” que convoca al turismo, especialmente al brasileño, y los clásicos paquetes para estudiantes egresados de la secundaria.
En el medio, entre el último junio y este que está comenzando, el intendente dice que la ciudad aprendió cuáles eran “las falencias globales, o generales que tiene la infraestructura básica” del lugar. Al principio, con la caída de las primeras cenizas, “tuvimos pánico porque no sabíamos si iban a contaminar el agua del lago, que es la que abastece a la ciudad. Ahí se evaluó cuál era la capacidad de almacenamiento de agua de Bariloche. Era sólo de 6 horas”, dice Goye. En este año, “estuvimos trabajando para mejorar eso”, explica, aunque “todavía algunos problemas quedan”.
La suspensión de la temporada invernal de 2011 sí afectó a la economía local, que mantuvo activa parte de sus fuerzas gracias al turismo estudiantil. “Nos castigó durísimo en cuanto al empleo. Hubo gente que emigró. El que tenía la chance se fue, porque el año pasado, como no fueron convocados los trabajadores de temporada, que suelen ser gente de la ciudad, hubo un desempleo importante.” Sin embargo, a las tareas comunitarias entre privados y sector público para, por ejemplo, limpiar el área urbana de cenizas, al paisaje que en el verano tuvo “el pasto con un color inusitado” y “las flores con más fuerza”, se sumó un punto de inflexión con precisión cronológica. “El 13 de enero empezó a cambiar el humor de la población. Ese día se reanudaron los vuelos”, que en su ausencia habían sido revalorados porque resultaban “esenciales para los turistas” no estudiantiles. “A medida que nos acercamos a julio, la expectativa es más grande. Después de un año casi parados, en el que sólo el turismo estudiantil motorizó la economía local buena parte del invierno y la primavera”, la temporada se avecina con “buen nivel de reservas”.
A mediados de este mes, “los tours de estudiantes empiezan a dar colorido y trabajo a la ciudad”. A principios de julio, llegará el turismo “de nieve”.
A 83 kilómetros de Bariloche, el paisaje de casitas y árboles que hace un año empalidecía bajo el gris de las cenizas y el olor a azufre en el aire volvió a ser Villa La Angostura, tal como sus habitantes la conocían. “La gente, los días después del Puyehue, venía y te decía ‘van a estar años para recuperarse’. Tres, ocho, cinco años te decían. Y la única realidad es que a menos de un año del volcán, la Villa está como antes”, dice Simón Puyó, presidente de la Asociación de Hoteles y Restaurantes de esa localidad y propietario de cabañas. “Hoy estamos igual que como estuvimos siempre. Como si no hubiera pasado nada”, agrega, y explica en qué se traduce ese horizonte de normalidad para una localidad en la cual el turismo es central: “El nivel de reservas es el mismo que cualquier año” anterior a las cenizas. “Para nosotros está superado el tema”.
En Villa La Angostura, explica Puyó, revertir el gris que sembró el Puyehue hubiera sido imposible “si no se trabajaba en conjunto”, es decir, “el municipio, el Estado provincial y el sector privado”. En este año, amén de las tareas puramente físicas, de limpieza y restablecimiento del paisaje de siempre, “lo que nos costó mucho más, creo, fue modificar la imagen que había quedado: nos costó informar que estábamos recuperados”. Los ayudó cada una de las personas que visitaba la Villa, convertida, a su regreso, en “embajador”. “El verano sirvió mucho para eso. En verano ya se podía ver esto.”
Doce meses atrás, el pueblo de Ingeniero Jacobacci era un mundo sitiado por la ceniza. Incomunicado por algunos días, en algún momento se había temido que el estado de los caminos, anegados de cenizas, impidiera la llegada de suministros básicos, entre ellos el agua. La ganadería caprina y ovina, principal fuente de ingresos del pueblo de diez mil habitantes, se vio perjudicada por algo tan difícil como preservar las vidas de los animales cuando avanzaba la pluma del Puyehue. Para entonces, el lugar ya se debatía hacía tiempo con la sequía. En este año, “la sequía sigue, pero se ha sacado muchísima ceniza en la ciudad y el área rural. Aunque ahí es más difícil, gran parte se la llevaron los vientos fuertes”, contó a este diario Pablo Zambrano, periodista de la filial que Radio Nacional tiene allí.
Aunque lo peor pasó, los productores, fundamentalmente los pequeños, aún están “tratando de salir de las dificultades económicas para recuperar lo que perdieron” y tal vez “reconvertir la forma de producción” para modificar “cómo se alimenta a los animales y darles otra protección”. En tanto, hoy mismo, en el pueblo (y con la presencia del interventor de la Comisión Nacional de Comunicaciones, Ceferino Namuncurá), se inaugurará la “Ruca tecnológica”, un espacio construido en colaboración con la Facultad de Arquitectura de la UBA a base de ladrillos hechos de ceniza y materiales reciclables, rescatados del basural. “Se va a usar para educar y desarrollar energías alternativas, como recurso turístico y también para distribuir las señales de televisión digital.”
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