SOCIEDAD › EL MATRIMONIO DE HOMBRES QUE ESTA ESPERANDO UN BEBE
Alejandro Grinblat y Carlos Dermgerd se casaron en octubre. Alquilaron un vientre en la India y están a punto de ser padres. Ya tienen la habitación preparada para el bebé. La historia.
› Por Mariana Carbajal
La habitación tiene una cuna y está pintada de blanco. “No sabemos si tenemos que decorarla con un castillo de princesas o una pista de autos”, se divierte Alejandro Grinblat. En menos de un mes, Alejandro y su esposo, Carlos Dermgerd, se convertirán en flamantes papás. Su bebé nacerá en la India, donde alquilaron un vientre a través de una clínica de Nueva Delhi. Ya están en la cuenta regresiva. En pocos días viajarán para allá, para estar tranquilos por si la fecha de parto se adelanta. Así que para hoy no tienen más planes que dedicar el Día del Padre a armar las valijas. Y releer uno de sus libros de cabecera en los últimos meses, Instrucciones de uso, un manual de procedimientos con la información básica sobre cómo criar un recién nacido, donde se explica paso por paso desde cómo cambiar un pañal hasta cómo darle un baño.
Rebozan alegría y les sobra ansiedad. Casi igual que a sus familiares y amigos, que siguen esta experiencia de paternidad distinta a través del blog que Ale y Carlos tienen casi desde el comienzo del embarazo para plasmar sus sensaciones, temores y novedades, familiaplus2.blogs pot.com.ar. Como son el primer matrimonio gay argentino que recurre a la maternidad por sustitución en la India se han convertido también en noticia en ese país, donde un par de periódicos les han dedicado amplio espacio. Página/12 contó ya su periplo en diciembre, pero en ese momento la pareja prefirió resguardar su identidad. Ahora, con la inminencia de parto, se atreven a fotografiarse. “Los nueve meses son imbancables, pero por otro lado ese tiempo es tan necesario para ir preparándose”, dice Alejandro. Hace poco se mudaron de un departamento en el barrio porteño de Urquiza a una casa en un barrio privado en San Fernando, para estar más cómodos, con la llegada de un nuevo integrante a la familia. Carlos duerme con el celular prendido, por si los llaman de la clínica de fertilización asistida por alguna razón. Por los nervios, ya duerme bastante mal. “La idea es quedarnos unos quince días en la India después de que nazca hasta que tengamos todos los papeles para regresar”, dice Carlos (ver aparte). Todavía no saben si será niña o niño, porque por las leyes de la India no se puede conocer el sexo del bebé antes de su nacimiento para evitar los abortos selectivos en una sociedad que valoriza más a los varones que a las mujeres. Uma o Tobías son los nombres elegidos. “Lo vamos a convertir al judaísmo. Carlos no es judío pero generosamente aceptó”, dice Alejandro.
Pensando en la responsabilidad que asumieron, con su hijo o hija en camino, decidieron viajar a la India en vuelos separados. Uno partirá el sábado y el otro el domingo próximos. Por si alguno de los dos aviones tiene un accidente, dicen, con tremendismo. A la vuelta regresarán los tres juntos, toda una odisea: serán 24 horas de viaje –con una escala– con un bebé de pocas semanas. Fueron planeando todo metódicamente. Hasta están preparando comida para dejar en el freezer para no tener que ocuparse del tema cuando estén ya instalados en la casa de San Fernando con el bebé.
Alejandro tiene 35 años y trabaja en una empresa de entretenimientos para celulares. Carlos tiene 41 y es gerente de operaciones en un laboratorio de procesos industriales. En sus trabajos acordaron tomarse licencia para viajar y esperar la llegada del bebé en la India. Alejandro cambió de compañía en febrero: cuando lo convocaron avisó que esperaba el bebé y que por las particularidades del caso demandaría más de los dos días de licencia por nacimiento que hoy legalmente le corresponde a un padre. “No podía creer que me quisieran contratar con este panorama por delante. Yo les decía, miren que en junio tengo que viajar a la India. Y mi jefe me dijo: quedate tranquilo, ya sé, es como si estuviera tomando a una embarazada”, recuerda Alejandro el diálogo.
Se conocieron hace 12 años y desde entonces conviven. Se casaron el 20 de octubre de 2011. Pero empezaron a soñar con la idea de formar una familia de tres hace más de un año y después de analizar distintas alternativas para tener un hijo decidieron alquilar un vientre en la India, como hizo Florencia de la V en los Estados Unidos. Optaron por llevar adelante el complejo proceso en ese país porque los costos son menores que en los Estados Unidos. En la India la maternidad subrogada está reglamentada. Por medio de una empresa de turismo médico, recibieron diversas alternativas de clínicas que ofrecían ese procedimiento. Al final, eligieron una ubicada en Nueva Delhi. En julio de 2011 viajaron por cinco días para definir, firmar el contrato y dejar sus muestras de semen. Los dos las dejaron y delegaron en el equipo médico la selección de quién sería el donante de gametos en función de la calidad del esperma. Una vez firmado el contrato con la clínica tuvieron que elegir quién sería la mujer que les donaría los óvulos. Se contactaron con varias compañías y optaron por una situada en California. La elegida fue una joven universitaria de 27 años oriunda de un pueblo de Canadá. Para la donación, recibió medicación para estimular los ovarios y, en el momento preciso de su ciclo, viajó a la India para que extrajeran los óvulos. El siguiente paso fue elegir a la portadora del embarazo, quien les alquilaría el vientre. En el primer intento la gestación no prosperó y decidieron elegir a otra portadora, una joven también de 27 años, casada. Está previsto que dé a luz a comienzos de julio. Calculan que en total –con pasajes y demás gastos– el procedimiento de maternidad subrogada les costará unos 100.000 dólares.
“Es un embarazo muy controlado. Tenemos 12 o 13 ecografías. La última ecografía la recibimos a principios de junio”, dice Alejandro. “Ya pesa más de 2 kilos y medio”, precisa Carlos. A lo largo de la gestación, les fueron mandando desde la clínica los distintos estudios que se le realizan a la portadora. En la India una exigencia es que esté casada. Tienen que firmar el contrato ella y su marido. Y la mujer tiene que vivir durante los nueve meses en una casa que le provee la clínica, cuyas dimensiones y características están reglamentadas por la ley.
Cuando lleguen a la India, conocerán a la mujer. “Podemos conocerla pero no acariciarle la panza por cuestiones culturales”, señala Carlos. La legislación marca que la portadora no debe tener contacto con el bebé. Después del parto, la criatura va directo a la Nursery. Está previsto que el bebé quede en el hospital durante un par de días –si no hay complicaciones-, durante los cuales los primerizos reciben un curso acelerado de puericultura. Y pueden ir a darle la mamadera cada tres horas, cuenta Alejandro.
Para elegir la clínica en la India, Carlos y Alejandro investigaron a través de Internet en diversos sitios la posibilidad de alquilar un vientre, una práctica que en la Argentina no está legislada. La posibilidad de subrogar un vientre está ahora contemplada entre las novedades que propone el proyecto de reforma del Código Civil y Comercial, recientemente enviado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al Congreso, aunque expresamente prohíbe el pago, es decir que no se trata de “alquiler”.
“Lo primero que vamos a hacer al llegar a la India es sacarnos un celular y esperar a que suene”, dice Carlos. Vivirán en un apart hotel. El parto no podrán presenciarlo porque en la India, dicen, no es costumbre que los hombres acompañen en ese momento a su esposa. Se los ve felices, entusiasmados. No quieren tener un hijo único. En un año y pico, aseguran, volverán a viajar a la India para “encargar” el hermanito.
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