SOCIEDAD › CHICOS DE ESCUELAS PúBLICAS PORTEñAS CELEBRARON EL AñO NUEVO DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
Unos 400 alumnos de escuelas primarias se juntaron para conmemorar el rito del Inti Raymi. Coordinados por un grupo de docentes y un guía espiritual aymará, tocaron instrumentos ancestrales, cantaron en idiomas originarios y le pidieron sus deseos al Sol.
El guía espiritual reaviva las brasas y los chicos se callan, atrapados con los dibujos formados en el humo. Están sentados en torno a un fuego tenue, mientras aguardan –expectantes– que comience la celebración del Inti Raymi, en quechua, Fiesta del Sol. Los alumnos, de entre 9 y 12 años, aprietan con ansiedad sus sikus y pinkuyos, mientras comentan entre ellos de cara a una gran whipala: quieren pedir ya sus deseos, escritos en hoja de carpeta. La escena ocurre, lejos de los habituales paisajes andinos, en Parque Chacabuco, como parte del proyecto independiente “Encuentro por la memoria de mi tierra”. Unos 400 estudiantes de al menos siete escuelas públicas porteñas cantaron ayer en lenguas nativas y recrearon las tradicionales sikureadas con que se da la bienvenida al nuevo año de las culturas originarias de buena parte del cono sur.
El proyecto surgió en 2005, de la mano de un colectivo de docentes de música de Caballito y Flores Sur, recuerda la profesora Nélida Wyatt, de las escuelas 6 y 12, distrito 11. “Notábamos que en nuestras clases teníamos alumnos muy diversos, con chicos de Bolivia, Perú, Paraguay y de las provincias. Eso provocaba muchas situaciones de desentendimiento entre ellos, porque vienen de culturas muy distintas. Pero vimos que la música era un momento de encuentro para todos y el sikus, en particular, una forma de comunicación, en el sentido de que para hacer una canción se necesita que muchos toquen. Cuando uno hace una nota, necesita del otro para que toque otra.”
La idea es que la celebración no sea un espectáculo –“como los que se hacen en el colegio para los padres”, dice Wyatt–, sino un verdadero encuentro que permita revalorizar cosas simples como el sentarse en ronda. El colectivo “Encuentro por la memoria de mi tierra” conmemora “el último día de la libertad” cada 11 de octubre, y la fiesta del Inti Raymi con los instrumentos creados en clase. Participan escuelas de los distritos 8, 11 y 12 de los barrios de Caballito, Parque Chacabuco y Flores sur, de la mano de los profesores de música que trabajan por fuera de las currículas para hacer posible el espacio. Entres ellos se encuentran Wyatt, y los docentes Coralí Asborno, Claudia Bernal, Karina Gurfinkel, Marina Cores, Federico Mercado y Analía Aedo.
“¡Jallalla, hermanitos!”, saluda el guía espiritual Rumymayo, o Fernando Torrico, por el nombre que lleva para “el Estado colonial” de Oruro, Bolivia, donde nació. Una decena de chicos acaban de soplar sus trutrukas, que fueron hechas por ellos mismos y que replican los instrumentos mapuches, a los cuatro puntos cardinales. “Jallalla, niños, no significa hola. Significa equilibrio, armonía y paz, y por eso nos saludamos así. El jueves 21 nosotros celebramos el año nuevo en el que damos gracias al padre Sol porque comenzará un nuevo ciclo. Sin el sol, nuestra pacha no podrá darnos su alimento y nosotros no podríamos vivir. Por eso, agradecemos y hacemos un pedido por todo lo que es naturaleza pura”, explicó y todos los chicos levantaron las palmas de las manos hacia el sol para agradecer y pedir.
La profesora de música Claudia Bernal, de las escuelas 14 y 15, del distrito escolar 8, sonríe. “Es importante este festejo porque entendemos que la cultura del pueblo originario no es algo lejano o ajeno, sino que nos une a todos, en especial a nuestros chicos que son de distintos países. En ese sentido, la música nos une y el sikus logra que se internalicen valores del respeto que en la ciudad a veces cuesta mucho enseñar.” El director de la escuela 22, Enrique Sanmar, opina que “es importante que los chicos sepan que lo que festejamos el 31 de diciembre es la herencia europea, mientras que el Inti Raymi es el verdadero año nuevo de los pueblos del sur”.
Rumymayo invita a que los chicos hagan su pedido al padre Inti. Yenny (9), de la escuela 20, del distrito 11, se acerca al guía espiritual con una cajita de margarina en las manos y arroja su contenido al pequeño “fuego de los deseos”. “Tiré ajo con cáscara de mandarina seca y las hojitas que usamos en casa para cocinar los tallarines y pedí que cuide a todos los del mundo y que el sol no se acabe nunca.” A unos metros, Luca (10), nacido en Lima, lee por megáfono su deseo: “Paz, justicia y respeto para nuestro pueblo”. Sus compañeros piden al Inti “que se acabe la violencia y las peleas”, “que proteja los mares” y que “no se pierdan las lenguas de los pueblos originarios”.
La ceremonia concluye a pura música. Los chicos cantan “Inti Ukanha”, una canción en lengua aymara, y un tema en homenaje a la resistencia de los pueblos originarios. Sikus, pincuyos, bombos legüeros. De escuelas y nacionalidades distintas, todos los chicos tocan al unísono las últimas coplas. Los maestros dicen: “Ya está, chicos”. Pero ellos siguen, por su cuenta, con la sikuriada.
Informe: Rocío Magnani.
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