SOCIEDAD › A UNA DECADA DEL CRIMEN DE GARCIA BELSUNCE, UN CASO QUE CONMOVIO AL PAIS
El domingo 27 de octubre de 2002 era asesinada María Marta en su casa del country Carmel. Esa muerte derivó en uno de los casos policiales más resonantes. Su viudo, Carlos Carrascosa, preso por el homicidio, acaba de recurrir a la Corte Suprema nacional.
› Por Raúl Kollmann
“Vivo estos días con desesperación. Yo soy introvertido, pero la procesión va por dentro. Por eso las varias internaciones cardíacas que tuve en el último tiempo. Y, en particular, me desespera que estoy acá injustamente y nadie busca al asesino de María Marta.” Desde la cárcel de Campana, Carlos Carrascosa dice que no puede creer la pesadilla que vive desde hace diez años, desde aquel domingo 27 de octubre de 2002, cuando mataron a su esposa. Menos entiende el fallo de la Corte Suprema bonaerense, que tardó tres años y se limitó a decir que se debió pedir un “recurso de inaplicabilidad de la ley” en lugar de lo que hicieron los abogados de Carrascosa, presentar un “recurso extraordinario de nulidad”. Por ese aspecto formal, la Corte provincial se negó a evaluar si Carrascosa es culpable o inocente y lo dejó cumpliendo una pena de reclusión perpetua. El viudo había sido absuelto del homicidio en el larguísimo juicio oral –lo condenaron por encubrimiento–, pero en un fallo que no registra antecedentes, Casación lo declaró culpable. El defensor actual de Carrascosa, Fernando Díaz Cantón, presentó ahora un recurso ante la Corte Suprema de la Nación y también apelará a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
La Corte bonaerense tuvo el caso tres años en su poder y rechazó el recurso porque debió denominarse de una forma y no de otra. Esos tres años Carrascosa los pasó en la cárcel.
La decisión del máximo tribunal provincial era imperiosa porque Carrascosa sólo fue condenado en una instancia, ya que en el juicio había sido absuelto por el homicidio. Es decir que la Corte bonaerense iba a ser la primera revisión de la condena.
En su recurso ante la Corte Suprema de la Nación (CSJN), el abogado Díaz Cantón cuestiona con dureza que “el exceso de rigor formal constituye una renuncia a la búsqueda de la verdad”.
La Procuración bonaerense se pronunció a favor de que a Carrascosa se le conceda el derecho de apelar a la Corte nacional.
En su escrito, Díaz Cantón reitera que “la hipótesis de la autoría del homicidio por parte del marido nunca pudo ser siquiera formulada con algún grado de seriedad. Carrascosa estuvo casado durante 30 años con M.M. y es un hecho indiscutido que mantenían una relación de concordia, afecto, paz y armonía. Y no sólo entre ellos dos, sino con toda la familia. La demostración más clara del afecto es que los padres de M.M. le cedieron a Carrascosa los derechos hereditarios que tenían en la sucesión de su hija”. Es decir que hasta la mamá y el papá de MM están del lado de Carrascosa.
Lo cierto es que en todo el proceso judicial no apareció un solo testigo que dijera que hubo una pelea o una desavenencia entre Carrascosa y M.M. y nadie vio nunca al viudo con un arma.
La defensa de Carrascosa insiste con la hipótesis que viene formulando desde que se conoció que a M.M. la mataron: que ella volvió sorpresivamente a su casa tras interrumpir un partido de tenis por la lluvia, que se encontró con ladrones dentro de la vivienda y que la asesinaron después de pegarle.
Díaz Cantón recuerda:
n Fue desactivada la alarma perimetral.
n Fue desactivada la cámara 15 que enfocaba en la casa de Carrascosa.
n Se encontró sangre en el lugar donde mataron a M.M., con ADN de dos hombres y una mujer. Ninguno de esos perfiles genéticos pertenece ni a Carrascosa ni a ningún integrante de la familia.
n Es evidente que los autores habían hecho una averiguación previa y sabían que la casa estaría vacía hasta las siete de la tarde, porque M.M. estaba jugando al tenis. La suspensión del partido por lluvia hizo que M.M. regresara a su casa antes de lo previsto.
“Todo esto debió revisar la Suprema Corte bonaerense –señala Díaz Cantón en su escrito– y en cualquier caso debió considerar digno de respeto el fallo absolutorio del juicio oral que no encontró ninguna evidencia de que Carrascosa fuera el autor del homicidio de su esposa.”
Lo que suele hacer la Cámara de Casación bonaerense cuando revisa el fallo de un juicio oral es decir si la calificación fue correcta o incorrecta, pero no se mete con las pruebas mismas, que justamente son las que mejor ve el Tribunal Oral, ya que tuvo a los testigos y peritos delante de sus ojos. Cuando la Casación advierte una incongruencia seria, ordena que se dicte un nuevo fallo o incluso que se haga un nuevo juicio. El caso García Belsunce resulta por eso sospechoso: la Casación directamente anuló el fallo del Tribunal Oral y condenó a reclusión perpetua al viudo. Todo en medio de fuertes rumores sobre la incidencia de la interna judicial en el caso.
El extraño fallo de Casación se sienta en un punto: consideró falso el testimonio de un vigilador, José Ortiz, que declaró que llegó antes de las 19 a la puerta de la casa de Carrascosa y vio el momento en que éste llegaba con su camioneta a la vivienda. Casación evaluó –arbitrariamente según la defensa de Carrascosa– que el crimen se cometió entre las 18.50 y las 19.07. Si el testimonio de Ortiz es verídico, el viudo no pudo ser el homicida porque llegó a las 19.
“No hay prueba ni presunción alguna que permita suponer que el empleado del country haya mentido –dice la defensa del viudo–. No se ha invocado siquiera un móvil ni una prueba de esa supuesta mentira. ¿Por qué se arriesgaría de ese modo? Las pruebas indican todo lo contrario: que Ortiz dijo la verdad. Otro vigilador, Páez, declara que Ortiz llegó antes de las 19 y que éste le dijo a Páez que estaba tocando el timbre en lo de Carrascosa a esa hora. Es más, Ortiz le dijo a Páez que cuando estaba tocando el timbre se escuchaba sonar el teléfono. ‘Sí, soy yo el que está llamando’, para avisar la llegada de la masajista Beatriz Michelini. En el listado de llamadas, esa comunicación aparece efectuada a las 18.59. Todo esto demuestra que Ortiz no mintió y que Carrascosa no estaba en su casa cuando mataron a M.M.”
Durante el juicio oral, el médico forense Horacio Moreyra reveló detalles de la autopsia. Explicó que M.M. tenía una o dos costillas fracturadas y que se trata de fracturas no vitales –producidas después de la muerte–, consecuencia de las maniobras de resucitación. “Es necesario que haya pasado al menos una hora entre el momento del deceso y la maniobra de reanimación”, señaló Moreyra. Las tareas para reanimar a M.M. empezaron a las 19.07, con la masajista y Guillermo Bártoli, cuñado de la víctima, o más probablemente cuando llegó la primera ambulancia, cerca de las 19.30. Esto indica que el asesinato se produjo a las 18.30 o antes, es decir media hora antes que Carrascosa volviera a su casa.”
Moreyra no fue un médico forense convocado por la familia García Belsunce, sino el médico forense convocado por el fiscal Diego Molina Pico.
El forense oficial también derribó otros mitos difundidos respecto del caso:
n Es falso de que M.M. haya tenido pegamento en la cabeza o que se haya puesto pegamento en los orificios de bala.
n Los orificios de bala no se veían. “Luego de desprender el pelo, se veían cinco orificios, pero en un primer momento pensamos que habían sido producidos por un elemento corto punzante (las canillas de la bañadera). Recién al abrirse el cuero cabelludo se observó la existencia dentro del mismo de cinco proyectiles de plomo.” Preguntado sobre si un médico no especializado debía deducir que la muerte era consecuencia de proyectil de arma de fuego, Moreyra contestó: “De ninguna manera, nosotros recién nos dimos cuenta después de que realizamos la autopsia”. Los disparos no se veían, dijo el forense convocado por el fiscal.
“Se ha prescindido del sentido común –redondea el defensor de Carrascosa–. Si hubiera habido voluntad de encubrir, sigilosamente se habrían apurado las cosas para hacer desaparecer el cadáver y cremarlo, sin ningún tipo de ceremonia ni velorio. Sin embargo, lo primero que hizo el marido fue hacer entrar a la masajista, luego llamar a la prepaga más importante del país para que mande una ambulancia, la hermana llamó a otra empresa y vino una segunda ambulancia, y recorrió todo el vecindario buscando médicos, vinieron varios médicos que manipularon el cuerpo, se hizo un velorio en el mismo dormitorio, con la víctima tendida sobre la cama, sin mortaja ni féretro, a la vista de todo el mundo. Y al velorio concurrieron, a instancia de la familia, el fiscal de turno (Molina Pico), el jefe de policía de todo el distrito (Aníbal De Gastaldi) y el fiscal federal Romero Victorica. O sea, personas más expertas en todas las disciplinas para detectar un homicidio. Nada dijeron ni hicieron. La víctima no fue cremada, medida que habrían dispuesto un marido asesino y familiares encubridores. No existía ningún impedimento para ello. La propia familia, por su propia iniciativa, fue la que le informó al fiscal de la existencia del pituto, uno de los plomos, y terminó buscándolo en el pozo séptico.”
Carrascosa y su abogado le piden entonces a la Corte que tome el caso y lo trate en profundidad “dada la larga e injusta prisión que padece”. En el texto del recurso se dice que en aquel fatídico 27 de octubre de 2002 también hubo un clima de concordia y amistad entre Carrascosa y M.M., desde la mañana hasta el momento en que ella se fue en bicicleta hasta la casa. No hay evidencia ni testimonio de ninguna pelea o controversia. Ni ese día ni en los días previos.
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