“Es una pasión”, dijo Abril cuando le tocó hablar de su práctica con el violín. Abril tiene 9 años y formó parte de la marcha que chicos como ella realizaron para reclamar a Macri que no cerrara el programa de Orquestas Infantiles y Juveniles. Ni Abril ni ninguno de sus compañeros desentonó en la protesta que consistió, precisamente, en un concierto brindado por esas orquestas –que funcionan en barrios pobres desde hace 15 años–. La marcha se realizó frente a la Jefatura de Gobierno porteña, en Avenida de Mayo al 600. En cada intervalo se oyó fuerte y a tono la consigna que los llevó a montar un escenario improvisado sobre la calle: “Si nos tocan las orquestas qué quilombo se va a armar”, advirtieron al unísono a los funcionarios y apuntaron a Soledad Acuña, subsecretaria de Inclusión Escolar del Ministerio de Educación, de quien depende el programa. De esa manera, alumnos, padres, profesores y músicos denunciaron “reducción de presupuesto, cancelación de conciertos, intimidación y hostigamiento”, además del pase a planta permanente de los docentes. “No vamos a permitir que la educación para los pobres sea pobre”, determinó ante el público el docente ideólogo del proyecto y pianista Claudio Espector.

Los músicos –profesores y alumnos mayores de 18 años– se ubicaron en semicírculo bajo la sombra de los árboles que alivianaron el sol ardiente del mediodía. Violines, chelos, violas y contrabajos, por un lado. Un poco más atrás, los vientos: clarinetes y flautas, trombones y trompetas. Por último, los percusionistas. Cuando todo estuvo listo sonó el Himno y en la voz acompañó el barítono Ernesto Bouer. Todos cantaron. Ante el final de la presentación, estallaron los aplausos y los músicos levantaron sus instrumentos como en señal de batalla.

Entre el público, había carteles y pancartas de cartulina y cartón y algunos pasacalles que demandaban por las 17 orquestas. “Soledad Acuña: no queremos orquestas de gestión asociada”, bregaba una de ellas. Leandro Bleger, coordinador de asistentes pedagógicos, explicó el punto en cuestión: “Nos llegó el rumor por medio de colegas que están ofreciendo a ONG pagar 240 pesos por chico para que les den talleres de violín”, contó con un dejo de preocupación. “Seguramente van a estar muy bien dictados, pero que no tiene nada que ver con lo que nosotros hacemos”, agregó Adriana Wechsler, coordinadora de la sede de Bajo Flores.

En campaña durante 2011, Mauricio Macri, se comprometió a elevar a 50 las orquestas. Sin embargo, Weschsler aseguró que eso no sucedió. Según afirmó, el subsidio de 400 mil pesos anuales, este año “no llegó a la coordinadora del Bajo Flores”, electa por la comunidad educativa para ejecutar el dinero para la compra y el arreglo de instrumentos, en contraposición a lo sostenido por Acuña: “Se incorporaron más de mil nuevos instrumentos e hicimos crecer exponencialmente la calidad de las orquestas. La modalidad del subsidio para la compra de materiales no se utiliza más porque la Ciudad se rige por la Ley de Compras”, justificó.

Entonaron varios ritmos. “Javier, Javier”, clamó el público cual hinchada a Javier Nahum, que dirigó la pieza de rock. Aún transpiraba cuando contó que está por recibirse de licenciado en Música en la Universidad Nacional de Lanús. “Este proyecto refleja los valores que debemos tener como sociedad: hay que saber escuchar al otro y trabajar en conjunto”, señaló.

El proyecto trascendió la ciudad. Cecilia Fernández, becada de flauta en París, y Gonzalo Iriart (clarinete), Axel Juárez (trombón) y Macarena Figueredo (trompeta), en enero recibirán el Premio Crescendo en el Carnegie Hall, de Nueva York. Jessica Juárez, Valery Cornejo y Yamila Angulo, de 21 años, son tres amigas contrabajistas integrantes de la orquesta –desde hace diez años– y ya docentes. Juárez es integrante del único grupo de tango femenino. “Hubiera sido infeliz sin la orquesta”, concluyó.

Informe: Carla Perelló.