SOCIEDAD › UN AñO DESPUéS DE QUE EL CRUCERO ENCALLARA, LOS FAMILIARES RECORDARON A LAS 32 VíCTIMAS
Celebraron una misa en la isla. Calculan que sacarán al crucero en septiembre con un costo de 400 millones de euros.
Los familiares de las 32 víctimas del Costa Concordia, el lujoso crucero que naufragó hace un año, se reunieron ayer en la isla italiana de Giglio para recordar a sus seres queridos con una emotiva misa. Mientras, las tareas de remoción del gigante encallado siguen estirando su final, que ahora está calculado como máximo para septiembre próximo, al fin del verano boreal. Los costos del megaemprendimiento aumentaron y ya alcanzan los 400 millones de euros.
La ceremonia, que fue transmitida en una gran pantalla en el puerto, tuvo lugar en la iglesia de Santi Lorenzo e Mamiliano, donde muchos de los 4000 pasajeros del barco se refugiaron tras el naufragio, el 13 de enero de 2012. Antes del servicio religioso, el alcalde de Giglio, representantes de la empresa Costa Crociere y familiares trasladaron en un barco la roca (en la que había encallado el transatlántico) que había sido extraída para peritar y sobre la que habían colocado una placa conmemorativa para arrojarla en el arrecife Le Scole, donde justo hace un año encalló el crucero. Las sirenas del puerto local sonaron en ese momento 32 veces, una por cada víctima.
Uno de los familiares, Elio Vincenzi, de Sicilia, se deshizo en lágrimas al colocar una estatua de la virgen en el altar de la iglesia en memoria de su mujer, que es una de las dos personas desaparecidas. El otro cuerpo que nunca fue hallado corresponde al indio Russel Rebello, cuyo hermano viajó al lugar “para agradecerles a los residentes de la isla”.
El aniversario reunió también en la isla a los sobrevivientes de la tragedia. “Es bueno estar aquí”, dijo la francesa Anne Marie Royer. “Hemos venido para cerrar el círculo.” Según contó la mujer, de 49 años, una de sus amigas que también sobrevivió al accidente no ha podido trabajar desde entonces. “Físicamente, no lo consigue”, explicó.
Otro sobreviviente francés señaló que la compañía naviera les había pedido que no acudieran a Giglio para el aniversario. Según argumentaron, éste estaba destinado a los familiares de los 32 fallecidos, entre ellos un español y dos peruanos.
Al capitán del Costa Concordia, Francesco Schettino, se lo acusa de haberse acercado demasiado a la costa estando al frente de la embarcación, en la que viajaban 4229 personas, entre pasajeros y tripulantes. El ministro italiano de Medio Ambiente, Corrado Clini –que también acudió a Giglio–, dijo que Schettino ha enviado al mundo una imagen negativa de Italia. El capitán está siendo investigado, tanto por el accidente como por haber abandonado el barco antes que los pasajeros.
Los actos de conmemoración de este domingo incluían la inauguración de una placa en recuerdo de las víctimas y un concierto de música clásica.
Los restos de la embarcación siguen aún en las costas de la isla. Retirarlos llevará más tiempo y costará 100 millones de dólares más de lo esperado. No obstante, se prevé que los trabajos de retirada puedan completarse a finales del verano.
Por el momento, el mastodonte yace semihundido frente a la isla toscana a la espera de que lo enderecen y arrastren hasta un puerto, una empresa inédita en la que participan una Torre Babel de 430 técnicos de todo el mundo, entre ellos algunos latinoamericanos. El enorme navío, que cuando cruzaba el Mediterráneo parecía la octava maravilla del mundo, ahora se presenta como un elefante herido y moribundo, rodeado de técnicos, buzos, grúas, plataformas, e iluminado día y noche por un hotel flotante de tres pisos que aloja a los cientos de especialistas de unas veinte nacionalidades.
El crucero, emblema de la ingeniería naval y el lujo, encalló el 13 de enero del 2012 frente a una de las islas más bellas del Mediterráneo, entre los primeros parques naturales protegidos de Italia por su valor marino. Allí, el buque se convirtió en una bomba ecológica, que se desactivará cuando se lleven la nave toda entera, un verdadero desafío técnico, científico y medioambiental.
“Un proyecto de esta magnitud jamás ha sido realizado en el mundo”, sostiene Franco Porcellacchia, vicepresidente del grupo Costa, propietario de la embarcación y director del proyecto. “Aquí colaboran los mejores talentos de todo el mundo”, reconoce Porcellacchia, que contrató buzos, especialistas en el manejo de grúas, expertos en extraer restos arqueológicos marinos, ingenieros y proyectistas.
En total, 110 expertos en las más diversas profesiones, entre ellos muchos italianos, estadounidenses, pero también brasileños, holandeses y sudafricanos, participan en el proyecto, coordinado por la firma estadounidense Titan, asociada a la italiana Micoperi, vencedora de la licitación para el retiro del Costa Concordia.
La operación, considerada “titánica”, costará al menos unos 400 millones de euros y como no ha sido jamás realizada por nadie en el mundo, surgen muchas incógnitas y dudas.
“Se necesitarán al menos seis semanas para que Costa Concordia pueda volver a flotar”, calculó Nick Sloane, uno de los coordinadores. Cuando se complete la retirada del crucero, en septiembre, se limpiará el lecho marino y se volverá a plantar la flora, según el compromiso adquirido públicamente de no perjudicar el turismo y el medio ambiente de Giglio, una de las joyas naturales de la península.
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