Jue 14.02.2013

SOCIEDAD  › EN UN INSTITUTO PLATENSE ESPOSABAN A LA REJA A UN CHICO PARA EVITAR QUE SE SUICIDARA

Los Tribilines públicos de la provincia

Durante una visita de la Comisión Provincial por la Memoria al Centro de Recepción de Menores platense, encontraron a un chico de 17 en una jaula, esposado a la reja. Denunciaron torturas. El Centro ya había sido motivo de denuncias.

› Por Horacio Cecchi

El Comité Contra la Tortura de la Comisión Provincial por la Memoria denunció las gravísimas torturas sufridas por un adolescente de 17 años, alojado en el Centro de Recepción de La Plata, aislado, golpeado en condiciones inhumanas y esposado a una reja. No está claro si para su suerte, estaba en una jaula de la enfermería, de dos por uno y medio. El chico pedía ser trasladado a Bahía Blanca, de donde lo habían sacado, pero como no le respondían intentó suicidarse. Lo encontraron en medio del tratamiento antisuicidio. El CCT presentó la denuncia como hábeas corpus ante el juez Fabián Cacivio, quien ordenó el inmediato traslado del chico a otra institución. Ayer, el pibe ya estaba mejor, en el instituto Nuevo Dique, localidad de Abasto, un par de metros más cerca de Bahía Blanca y al menos sin la terapia de la reja.

“Confiarle una criatura y que reciba semejante maltrato y violencia es una cosa absolutamente repudiable, incomprensible”, lamentó Scioli y pidió que la Justicia castigara a los responsables con “las mayores sanciones a través de la ley”. Scioli no se refería al chico torturado en el instituto de La Plata, sino a los chiquitos del jardín Tribilín de San Isidro. Lo dijo el 5 de febrero, un día antes de la visita de los integrantes del equipo del Comité Contra la Tortura al Centro de Recepción platense, una especie de Tribilín público para adolescentes.

Cuando el equipo del Comité Contra la Tortura llegó al Centro de Recepción, en las calles 63, entre 2 y 3, comenzó a intuir que alguna sorpresa había provocado su presencia: demoraron más de media hora en abrirles la puerta. En la enfermería detectaron a un chico literalmente enjaulado. Tenía su brazo izquierdo sujeto a la parte baja de la reja (ver foto), en una jaula (ni siquiera era celda porque apenas entraba el colchón) que, además, estaba cerrada con candado.

Cuando el CCT preguntó a los “maestros” (así se llama internamente a los celadores, de dudosa docencia) la respuesta humanitaria fue que “el joven se autoagredía e intentaba suicidarse”. Tal como señala el informe de la CCT, la terapia se completaba con “un colchón sobre el suelo, sin su relleno y un recipiente con su orina.” El lugar no tenía baño. Cuando lo revisaron los médicos del equipo detectaron cicatrices en las cejas, un premolar que le habían volado en la comisaría (habrá que recordar los patrulleros blancos que Casal instaló a principios de septiembre de 2010, especializados en infancia), dolores en las costillas y en la cabeza por golpes recibidos durante su alojamiento, y cicatrices en el tórax, en las muñecas (por las esposas) y en los brazos. De éstas sólo reconoció las últimas como “autoagresiones”.

Los visitantes entrevistaron al chico en privado y sin esposas.

–¿Qué pasó? –le preguntaron.

–Lo único que quería –les respondió– era que me trasladen al Instituto Vergara (Bahía Blanca)– de donde lo habían llevado a La Plata por motivos desconocidos.

Cuando le preguntaron por qué estaba en esa jaula, esposado, dijo que suponía que había sido porque había intentado ahorcarse en dos oportunidades y se había realizado cortes en uno de sus brazos (muñeca del brazo izquierdo, en la cual tenía la marca del corte). “¿Por qué esos intentos?”, “porque no me daban ninguna respuesta”. El CCT comprobó además que el 28 de enero había sido “brutalmente golpeado por seis asistentes de minoridad. Luego de un intento de suicidio el 1º de febrero, fue nuevamente golpeado esta vez por cinco asistentes, uno de los cuales le decía ‘guacho, por tu culpa voy a perder el trabajo y después ¿quién les da de comer a mis hijos?’”.

La visita del CCT interrumpió el tratamiento y la preocupación asistencial de los maestros. El informe psicológico del CCT señala que “(...) las autoagresiones e impulsos autolíticos son atribuibles total y directamente reactivos a la violencia institucional proferida, la que no presta resquicio alguno para manifestaciones defensivas de índole simbólica e impulsan inexorablemente al paso al acto de la violencia. Esta, por la desproporción de fuerza, no encuentra otra vía de expresión que sobre el propio sujeto-víctima.”

La presentación ante el juez Cacivio derivó en la orden de traslado inmediato a otro centro, Nuevo Dique, un poco más abierto y al sur de La Plata, es decir, un par de kilómetros más cerca de Bahía Blanca. No se podrá argumentar que en Bahía Blanca no hay cupo, porque donde estaba, tampoco (ver aparte).

Cuando el CCT recorrió los pabellones, sus integrantes comprobaron en los diferentes módulos que los adolescentes se encontraban en los patios, fuera de las celdas. Les comentaron que los habían sacado “hace como dos horas”, horario coincidente con su llegada. El informe describe que las celdas de los diferentes módulos están en muy malas condiciones y apenas tienen lugar. Hay escasa o nula custodia de los celadores, y en algunos sectores ni siquiera tienen luz artificial. Además de la sorpresa del chico esposado a la reja detectaron que entre los detenidos hay un chico de 15, para la Justicia inimputable, uno de aquellos casos que la mitología hace entrar por una puerta y salir por la otra, y la realidad los enjaula.

Hasta ayer, Scioli no había reclamado “las mayores sanciones a los responsables”, sus subordinados.

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