SOCIEDAD › AUNQUE HAY UNA LEY, UN GRAN NUMERO DE PROFESIONALES NO CUMPLE LOS DERECHOS DE LA MUJER EN EL PARTO
Un informe de Unicef revela que ocho provincias aún no adhirieron a la Ley nacional de parto respetado. Y destaca que donde sí rige, igual no se cumple del todo. La norma busca evitar muertes maternas y de bebés prematuros. También evitar cesáreas innecesarias.
› Por Mariana Carbajal
Soledad Pérez Bove tiene 32 años y es docente de una escuela pública de la Ciudad de Buenos Aires. Un año atrás, para dar a luz a su primer hijo, fue derivada por la obra social de empleados municipales (Obsba) a una clínica privada de la localidad de Quilmes. Allí, en la sala de partos, la sometieron a una seguidilla de malos tratos, al punto de que sin mayores explicaciones le impusieron una cesárea, que podría haber sido innecesaria, y ni siquiera le permitieron estar acompañada en ese momento por su esposo, según denunció en la Comisión de Género de la Defensoría del Pueblo bonaerense y en otros ámbitos. Su caso refleja una realidad que se repite en un gran número de hospitales y centros de salud, públicos y privados de país: todavía muchas mujeres no gozan de los derechos contemplados en la ley de parto respetado, sancionada nueve años atrás. Todavía hay ocho provincias que no adhirieron a la normativa ni aprobaron una ley propia, entre ellas la de Buenos Aires (ver aparte). En la semana mundial del parto respetado, desde Unicef-Argentina, la encargada de Salud, Zulma Ortiz, advirtió que si se garantizan los derechos de las mujeres y su hijo o hija en el momento del nacimiento, se podrían evitar muertes maternas y de bebés prematuros. La ginecóloga Claudia Alonso, de la entidad Dando a Luz, cuestionó que en el sector privado se realizan alrededor de un 60 por ciento de cesáreas, muchas de ellas sin una indicación médica, frente a un 20 por ciento en hospitales públicos (ver aparte).
“Si se hubiera garantizado un parto respetado a la mamá de la beba Luz Milagros, se podrían haber evitado muchas de las secuelas que hoy sufre la pequeña, que fue dada por muerta al nacer en un hospital de Chaco”, arriesga Ortiz. Luz Milagros nació un año atrás en el Hospital Perrando de Resistencia. Analía Boulet, su mamá, relató en declaraciones periodísticas los malos tratos que recibió durante el parto. De acuerdo con un relevamiento de Unicef-Argentina, el incumplimiento de los derechos contemplados en la ley de parto respetado no es una excepción en el país. Incluso, “en provincias que han adherido a la ley nacional, se visualiza un cumplimiento desparejo de la misma, variando en cada institución”, precisó Ortiz, al ser consultada por este diario.
La experiencia de Soledad al dar a luz a su primer hijo, Camilo, es la de otras mujeres que también sufren malos tratos al ser atendidas en una maternidad. Los casos no se denuncian, porque son violencias que están naturalizadas todavía. Las mujeres aguantan. Y no se quejan. La felicidad de recibir a su bebé, recién nacido, las hace poner en segundo plano esas formas de violencia de género –llamada violencia obstétrica–, y es raro que los episodios se denuncien. Pero Soledad no se calló. Además de la Defensoría del Pueblo bonaerense, hizo su denuncia en la obra social, entre otros lugares, aunque no obtuvo todavía –según dijo– una respuesta. Su relato llegó incluso a la Consavig, la comisión que analiza y elabora sanciones contra la violencia de género, creada por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, y que encabeza la abogada feminista Perla Prigoshin, que a partir del caso creó un grupo especial para estudiar sanciones para la violencia obstétrica. En el marco de la Semana Mundial del Parto Respetado, Soledad recordó en diálogo con este diario lo que vivió un año atrás.
Actualmente vive en el barrio de Pompeya. Un año atrás vivía en Berazategui, por eso se atendió en una clínica de Quilmes. El parto fue asistido por la obstetra de guardia, la misma que llevó adelante la atención de su embarazo, “ignorando completamente la Ley de parto respetado”, dijo la joven a este diario. La norma es nacional. La provincia, lamentablemente, todavía no adhirió a la misma (ver aparte). Soledad contó que ingresó a la clínica el 4 de junio de 2012 cerca de las 23, “luego de haber hecho trabajo de parto durante largas horas en la tranquilidad de mi hogar, junto a mi compañero. Llevé un buen embarazo y lo que más deseaba era un parto natural, al lado de mi compañero, respetuoso y con amor. Nada indicaba que esto no pudiera realizarse, ya que nunca se habló de la necesidad de una cesárea, ni complicaciones de ningún tipo. Ingresé a la guardia con trabajo de parto y 5 centímetros de dilatación. La médica que me asiste me dice que voy muy bien, en la mitad de trabajo de parto”, relató. Pero “la primera medida que toman apenas ingreso a la guardia es sacar a mi compañero de la sala e indicarle que esperara afuera, donde lo envían a realizar trámites de internación, situación que me genera nervios y angustia, al quedarme sola, con el natural dolor del trabajo de parto y sin la contención de mi compañero”, continuó. En la sala, la obstetra de guardia le conecta el monitoreo fetal y “en una contracción observan que disminuyen los latidos, ante lo cual la primera doctora que me asiste me dice que respire, que eso sucede por no oxigenarme bien. Pero la Organización Mundial de la Salud no recomienda los monitoreos, ya que suelen terminar en cesáreas innecesarias. Ahí es que la doctora indica una urgente cesárea, le digo que quiero un parto natural, me dice que no, y no realiza ninguna acción para evitar la intervención quirúrgica. Sabiendo que yo no quería esta operación, no me ayuda a tranquilizarme, no me indica cómo respirar, no me da oxígeno, no me hace pararme o cambiar de posición, simplemente me hace permanecer acostada y ordena la cesárea”.
“Siguiendo la indicación de la primera médica, empiezo a respirar tranquila y profundo –continúa el relato– y pregunto si siguen disminuyendo los latidos, a lo cual me responde que no, que los latidos se normalizaron; pregunto entonces si podemos evitar la cesárea, a lo cual la doctora me responde que no, que iba a cesárea.” “En minutos tenía cuatro personas encima sacándome la ropa, pinchándome, afeitándome, yo lloraba, preguntaba por mi marido y le pedía a la médica una y otra vez que quería entrar con mi marido al quirófano. A lo cual me responden que no se puede. En simultáneo siento cómo se burlaban entre ellas de otra parturienta que ya aguardaba en sala de partos. ‘Está descontroladísima’ comentaban y en un momento oigo también cómo se burlaban de mí y mi requerimiento de que mi marido me acompañara.”
“Finalmente no logré ingresar acompañada”, se lamenta Soledad. “Cuando al fin sacaron a mi hijo, contrariamente a lo que nos explicaron en el curso de preparto, en cuanto a la importancia del primer contacto del niño con la madre, de poner un segundo al bebé en el pecho de la mamá, para que ésta pueda recibirlo y besarlo, a mi hijo se lo llevaron, sin siquiera acercarlo a mí para que lo viera, lo besara; me negaron ese momento tan mágico. Que pongan al bebé en el pecho de la madre apenas nace es un derecho”, reafirma Soledad. Espera que su denuncia trascienda y se logre que no se repitan situaciones similares a las que le tocó a ella.
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