SOCIEDAD
› DEVASTADOR INCENDIO EN LA UNIVERSIDAD DE ROSARIO
El museo que quedó arrasado
Por Alicia Simeoni
Desde Rosario
Dos menos cuarto de la tarde. Casi todos los testimonios coinciden en señalar ese momento como aquel en el que se vieron las primeras columnas de humo y enseguida las llamaradas en el sector noreste de la cubierta del viejo edificio que fue sede de los Tribunales provinciales y hoy ocupan la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario y el Museo de Ciencias Naturales Angel Gallardo. De allí en más, todo ardió como estopa en el ala que da por la calle Moreno y que continúa por Santa Fe, a metros del lugar donde un rato antes la intersindical que agrupa a los gremios estatales de la provincia y de los municipios terminó su acto en la plaza San Martín con 10.000 participantes. La mención del acto no es casual, porque muchos señalaron a las bombas de estruendo como las causantes del incendio. Por ahora, la investigación está en la Justicia federal. El 80 por ciento del museo quedó destruido y un 40 por ciento del área afectada de la facultad también. Las pérdidas exceden la medición material: las colecciones del Angel Gallardo son “irrecuperables”, pues eran únicas en Sudamérica.
El edificio que comenzó a construirse en 1888 y fue inaugurado en 1902 fue reparado en buena parte a partir de la donación de 1.800.000 pesos -en los tiempos del 1 a 1– del gobierno provincial y con otro aporte de la UNR.
Sólo pasaron unos veinte minutos del cierre del acto de los gremios cuando se comenzó a ver el humo en el sector del techo del extremo noreste que ocupa el museo provincial. De ahí en más, el fuego devoró los techos reparados hace poco e inaugurados junto a las aulas en marzo pasado con la presencia del gobernador Carlos Reutemann.
En la Facultad de Derecho, sobre el ala de calle Santa Fe, los destrozos fueron “impresionantes”, remarcó el decano Ricardo Silberstein. Los techos de las aulas reparadas sobre la calle Santa Fe de lo que era el aula virtual, la Escuela de Graduados y las oficinas que ocupaban la secretaría financiera y otras dependencias habían sido arregladas hace poco tiempo con la donación de la provincia y parte de fondos de la UNR que llegaban a 1.800.000.
“Se destruyó la parte más valiosa de la facultad”, decía un atribulado Silberstein, a quien llamaban alternadamente el ministro de Gobierno, Carlos Carranza; el subsecretario de Asuntos Legislativos, Gustavo Vera, y Gustavo Isaac, quien –dijo el decano– ofreció los sótanos del Rock & Fellers para que sirviera de depósito de lo que se pudo sacar. Todos esos elementos fueron a parar allí, a la Casa del Estudiante y a la Fundación Prats.
En Derecho se salvaron los legajos y la documentación indispensable para el funcionamiento, sobre todo los respectivos respaldos en disquetes, algunas fotocopiadoras, la mayor parte de la biblioteca, y algunas cerebros de computadoras. La cadena humana que se armó entre estudiantes, docentes y no docentes conmovidos y lagrimeando pudo salvar parte del equipamiento –que todavía no se evaluó económicamente– hasta que la policía y los bomberos dijeron que no se podía entrar más. Habían saltado por las ventanas y sacaron las cosas como pudieron. De tanto en tanto, cuando alguien les decía que les iba a acercar algo más, los estudiantes se movían rápido, entre angustiados y disciplinados, aunque lo que les alcanzaran fueran diez sillas, un teléfono o varias resmas de formularios continuos. El olor a destrucción y a pérdida impregnaba los rostros, la ropa y los ánimos.
Desde la calle, la imagen era dolorosa, el fuego consumía y consumía las aulas y cada pequeña madera de las viejas y resecas celosías. Todo, absolutamente todo, ofició como una gran mecha.