SOCIEDAD
Confusa batalla de la policía con un estanciero y su peón en Córdoba
Los ladrones aprovecharon para huir. El estanciero y el peón están internados a raíz del tiroteo.
› Por Carlos Rodríguez
En medio de la noche y en pleno campo, todos los gatos son pardos. Esa debe ser la resignada reflexión que anima ahora a los integrantes de los dos bandos que protagonizaron un violento tiroteo en los alrededores de una estancia de la localidad cordobesa de Vicuña Mackenna, 300 kilómetros al sur de la capital de la provincia. De un lado estuvo la policía, que apretó el gatillo para detener el escape de unos presuntos ladrones. Del lado opuesto se ubicaron el dueño de la estancia y uno de sus peones más fieles, que también reprimieron por las suyas a los mismos supuestos asaltantes, que en realidad eran los policías, ya que los verdaderos autores del robo ya habían escapado. Por años de ejercicio en el manejo de las armas, más la saludable medida de llevar chalecos antibalas, una vez más ganaron los uniformados, que salieron ilesos. Los dos civiles siguen pagando el error en la sala de terapia intensiva de un hospital y por una cuestión jerárquica, el herido más grave es el peón.
La estancia, en la que realmente hubo un asalto, se llama El Pilar, y está situada sobre la ruta nacional 35, a la altura del kilómetro 638. Un grupo de delincuentes ingresó al lugar, cerca de la medianoche del viernes, con fines de robo que se concretaron con la sustracción de varios objetos de valor. Los ladrones golpearon en la cabeza a Engelbert Margon, uno de los peones. A pesar del golpe recibido, Margon llamó por teléfono al dueño de la estancia, Pedro Pablo Madeu, de 75 años, quien estaba cenando en un restaurante céntrico de la vecina ciudad de Río Cuarto.
Madeu, un conocido empresario de la construcción, regresó a toda carrera, en su auto particular, y antes de llegar a la tranquera de su campo levantó en el camino a otro de sus peones, Eduardo Devía (50). En este punto no se sabe si los dos ya tenían armas o si las fueron a buscar dentro de la casa, pero lo cierto es que comenzaron a disparar contra un vehículo similar, que sólo tenía prendidas las luces reglamentarias. El anuncio de la llegada de la medianoche fue a los tiros, que iban y venían de un lado al otro. De un lado estaban las víctimas del robo y del otro los policías que querían hacer justicia.
Madeu fue herido en el antebrazo izquierdo y en el hombro derecho, alcanzado por el fuego cruzado de los policías, que eran cuatro y que en un momento dado bajaron del vehículo, un patrullero que recién se iluminó a pleno sobre el final, haciendo sonar la sirena. El peón Devía se arrojó del vehículo de su patrón cuando se las vio feas y un disparo lo hirió a la altura de la axila y le atravesó el pulmón. Los dos civiles terminaron internados en el Instituto Médico mientras que la Unidad Regional número 9, con asiento en Río Cuarto, tuvo que explicar lo inexplicable.
El comisario Aldo Etcheverry aseguró que los policías “dieron la voz de alto” antes de tirar, mientras que los allegados al estanciero insinuaron que el tiroteo se había producido “en forma espontánea por ambas partes”. Tal descripción debe ser inédita para este tipo de hechos, muy frecuentes en la provincia de Buenos Aires, donde algunas veces los dos bandos fueron integrados por policías uniformados o de civil. Etcheverry sostuvo que los policías resultaron ilesos “sólo porque llevaban puestos los chalecos antibalas reglamentarios”, lo que habla en favor de la buena puntería de los civiles, que tiraron hasta con una escopeta. El caso es investigado por la fiscalía de turno y dadas sus características, también interviene una comisión de Asuntos Internos.