El segundo día de metrobús no fue tan feliz como el primero: parecía haber más colectivos en la calle, porque el tránsito estaba trabado a lo largo de todo el recorrido: a las 19, recorrer la distancia entre el Obelisco y Plaza Constitución demandó 20 minutos, sin contar el tiempo de espera. Las opiniones de los usuarios siguieron repartidas: mientras unos celebraban haber viajado más rápido, otros se quejaban por el tiempo perdido en las esperas o la caminata hacia las paradas.

“Si hubieran puesto estas paradas cada cinco cuadras en Lima o Bernardo de Irigoyen, los colectivos hubieran ido más rápido y no hubieran gastado tanta plata”, razonaba una señora que no terminaba de entender la razón de esta megaobra.

En plena hora pico, los dos carriles exclusivos por mano parecen chicos para la cantidad de líneas (once) que circulan por allí. La circulación se traba porque los micros deben dejar paso a la salida de la dársena y a veces se forma una fila india interminable. La demora genera rebeldía: fue el caso de un interno de la línea 100 que se salió de los carriles y se fue junto a la senda de automóviles, ayer a eso de las 19, en el Obelisco.

En esa zona, otra razón para la demora son las extensas colas y el tiempo que se tarda en cargar pasajeros: en la estación Obelisco Norte, entre Lavalle y Tucumán, una fila de casi una cuadra espera el 17 que va a Wilde. Hasta que se llene el coche de adelante, los de atrás no pueden abrir las puertas.

Los carriles exclusivos en la 9 de Julio fueron inaugurados el miércoles. A lo largo de su recorrido, desde la avenida San Juan hasta Arenales, hay 17 estaciones, cada una de ellas de una cuadra de extensión. Los colectivos, que en ese trayecto tenían 12 paradas en promedio, pasan a tener cinco como mucho. Algunas de ellas separadas por hasta siete cuadras.

Un capítulo aparte es el del tránsito de automóviles. Aunque no hay atascamientos, se hace muy lento, especialmente entre Córdoba y Avenida de Mayo.