Mié 16.07.2003

SOCIEDAD  › DESALOJAN UN PREDIO OCUPADO POR ARTISTAS CALLEJEROS

Un circo en la cuerda floja

› Por Mariano Blejman

La sonrisa no puede ser desalojada así como así. Eso opinan, al menos, los integrantes del Circo Trivenchi, que okuparon un espacio abandonado y en dos años y medio lo convirtieron en un circo urbano porteño. Tomaron un viejo taller mecánico, olvidado desde hacía 12 años, bajo la consigna “No se puede matar la sonrisa”. Es cierto que no se puede obligar a no reír. Pero una denuncia penal de ceño fruncido por “usurpación” amenaza con desalojar a los Trivenchi. Hasta hoy viven dentro del Trivenchi 30 personas (unas 7 familias) y 300 personas participan semanalmente en talleres de malabares, acrobacias, capoeira, danza, expresión corporal, entre otras. Pero eso es por ahora. Solamente por ahora. Porque el lugar que llegó a cobijar a 1800 personas en recitales de rock y fiestas de diverso tipo se prepara para resistir “con narices coloradas” el desalojo dispuesto por la Justicia para mañana a las 10. “Recuperamos un edificio abandonado, creamos un espacio para la cultura y ahora quieren echarnos”, cuenta El gaita, integrante del circo. La cita para resistir es en Vera 195 (esquina Lavalleja) mañana a las 8 de la mañana.
El gaita y El mago son dos cirqueros que están en la cuerda floja desde el principio. Recorrían Buenos Aires sorprendiendo a transeúntes obnubilados por el tedio rojo de los semáforos, hasta que se toparon con 350 m2 vacíos. Y pensaron que allí podrían ensayar. Era un antiguo taller mecánico que pertenecía a Zulema Leonetti. Leonetti supo ser la mujer del comisario Mauricio Fischetti (hoy fallecido). Su hijo, también Mauricio, es el abogado que tomó el caso en sus manos y logró que el juez Omar Fasciutto, de la Justicia penal, determinara el desalojo. Otra parte de la propiedad pertenecía a Javier Margulis, director de teatro, quien nunca respondió por esta causa. El Trivenchi quedó abandonado a comienzo del ‘91 olvidado por sus propios dueños. En el interior se juntaron toneladas de escombros, basura y deudas públicas. “Los vecinos hicieron denuncias porque el lugar estaba lleno de ratas y malos olores”, cuenta El gaita. Pero si el juez no da marcha atrás, los habitantes de este espacio único en el corazón de la ciudad volverán al lugar de donde vienen: la calle.
Ahora bien: ¿cómo puede resistir –ante el implacable peso de la ley– un puñado de narices rojas?, se preguntaron ellos mismos. Juan Pablo Domínguez, del área de Juventud del gobierno de la ciudad explicó a Página/12: “Nos interesa que se mantenga el proyecto social. Como es un juicio de partes, le pedimos al juez la mediación. El diputado Marcelo Vensentini (del Frepaso) presentó un proyecto de expropiación. Necesitamos que se posponga el desalojo. Si no es posible, buscaremos lugares alternativos”, se comprometió Domínguez.
Cuando la dueña se apareció por el lugar para averiguar qué sucedía con sus instalaciones, se encontró con un puñado de hombres decididos a fundar una sala de circo urbano: sin animales, ni carpa, ni pororó en la entrada. “Este es un centro cultural abierto a la comunidad. Las actividades y los talleres son a la gorra. No hay discriminación, ni tenemos apoyo de ningún partido político”. Del Trivenchi salió, por ejemplo, Duendes un espectáculo que luego terminó en el Teatro San Martín a sala llena. “Tenemos iniciativa y perseverancia: logramos una alternativa cultural abierta a la sociedad”, dice El Gaita. Los dueños piden 3500 pesos por el alquiler. “Es imposible pagar eso: todos vivimos de la gorra aun los profesores. Pagamos la luz, el teléfono y compramos garrafas de gas. Pedimos un precio accesible”, dicen los cirqueros.
Pero la calle curtió al mundo clown para enfrentar la seriedad de la Justicia: por eso, mañana “habrá resistencia cultural y una puesta en escena junto a 500 narices de payasos para ridiculizar y reclamar por un espacio cultural propio”, cuenta El Gaita.

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