Mar 26.02.2002

SOCIEDAD  › DEBATES

¿En qué terminarán las asambleas vecinales?

Por Silvia Bleichmar *.
El retorno de la política

El ruido de las cacerolas, el fragor de los piquetes han empezado al fin a buscar palabras. Este nuevo modelo de participación pone de relieve dos cuestiones: en primer lugar, el retorno de la políticaen el sentido más profundo del término, como propuesta de participación activa en el destino del país, comoforma de profundización de la democracia, dando cuenta del descrédito de un modo de ejercicio del poder y a la vez de la voluntad de la ciudadanía de no ceder su derecho participativo. Lo cual nos lleva a la segunda cuestión: el abandono de toda ilusión retrospectiva de que el fracaso de un modo de gobernabilidad acarree, necesariamente, la pérdida de los derechos civiles o ponga en riesgo las conquistas democráticas de los últimos años. Las asambleas populares en sus diversas formas dan cuenta de que no hay un deseo de ceder el poder a ningún salvador de turno, a ningún mesiánico que venga bajo los modos que hemos conocido “de gobierno fuerte” a “poner orden”. Si el retiro del Estado de sus funciones administrativas y de protección se ha visto continuado por el desgobierno –desgobierno que se caracteriza por el desconocimiento de las compañías petroleras a acatar la propuesta presidencial de no aumentar la nafta, y no por la permanencia en la calle de la indignación popular frente a la mezcla de impunidad e inoperancia que muestran las clases gobernantes– es altamente auspicioso este profundo movimiento reparador que constituye el comienzo de un diálogo inter-pares. Diálogo simétrico, carente de fórmulas previas pero no de memoria histórica y de anhelo de un proyecto postergado, interrupto de país, en el cual coexisten la racionalidad y el exceso, la rabia y el deseo de tomar a cargo las impostergables tareas postergadas.
Por eso es injusto poner el acento en los desbordes y en muchos casos mal tomadas decisiones de escraches de dudoso alcance o de consignas cuya inmediatez parecen no dar cuenta de la dimensión que está en juego. Sólo una mezcla de terror a la irrupción de la ciudadanía demasiado tiempo silenciosa o una profunda desconfianza en la potencialidad histórica de los procesos nuevos puede llevar a tratar de manera peyorativa o a desconocer el alcance profundo de estos modos de ejercer la democracia, y de intentar darle un sentido profundo: con contenido social, despojándola de la vacuidad a la cual la corporación política parecería haberla condenado no sólo por su imposibilidad de despojarse de las alianzas que la tornan conciliatoria con la corrupción y la torpeza, sino también por no haber tenido la capacidad mínima de escuchar que el país que se anhela no puede quedar reducido a tres meses más de supervivencia de un ajuste que ha ido expulsando de la vida no sólo civil sino también cultural y en su extremo biológica, a un conjunto cada vez mayor de habitantes.
Si el diálogo es necesario, es indudable que en el país se ha establecido un solo modelo de ejercicio: el que la gente realiza diariamente con sus consignas, con sus marchas, con su creatividad y ahora con sus asambleas, en las cuales se puede escuchar un diálogo tan novedoso como estremecedor, cuando un “busca” debate con el médico del barrio, en el medio de una esquina aglomerada de gente y de palabras, qué proyecto de país quieren y hasta dónde estándispuestos a pelearlo.
De tal modo las asambleas están restituyendo su valor a las palabras; palabras que la corporación política, los empresarios, los representantes extranjeros de las grandes compañías, habían gastado, porque no tenían retorno, siendo efecto del discurso autistizado y que ya nadie escucha porque no se espera ni que recojanel sufrimiento de la mayoría, ni que busquen soluciones, ni que tomen a cargo la verdadera función de gobernabilidad que implica hacerse cargo de las necesidades de las mayorías.Es el deseo de un país menos excluyente y más capacitado para acoger profundamente la vida y anhelos de sus integrantes aquello que aparece, al menos en embrión, en las asambleas populares: con todas sus virtudes y todos los defectos de un proceso nuevo que deberá ir encontrando su modo de desplegarse y, fundamentalmente, de no quedar reducido a cumplir una función catártica, de descarga de angustia y bronca, ni declamativo, en la cual las palabras reemplacen los proyectos que de ellas pueden emerger.
* Psicóloga.

Por Alejandro Samek *.
La gran oportunidad

Durante enero y febrero abrimos el Teatro Andamio 90 exclusivamente para que sesione allí la asamblea del barrio de Tribunales; mi participación activa en ella y de oyente en otras me llevó a algunas reflexiones.
Cuando me piden opinión sobre las asambleas vecinales, siempre digo ¡ bienvenidas! Lo mismo digo de todas las formas de participación y expresión popular no violentas, dondepodamosreaprender (¿o aprender?) elsano ejercicio de reclamar, de protestar ante el abuso de las grandes empresas y del poder, de debatir ideas, de construir un entramado social solidario y cooperativo.
Los argentinos de la clase media hace mucho tiempo que no hacemos ese ejercicio. Ojalá que seamos consecuentes.La tarea recién empieza y el camino será largo y azaroso.Y junto a los escraches, los cacerolazos, las marchas, hay que darle un espacio al debate de ideas. Porque la protesta nos une pero las propuestas nos separan.
La clase media compró todos los buzones que cuanto mafioso suelto hubo le quiso vender.
¿Cuántoseran los que hace 10 años denunciaban que la extranjerización de la banca nos iba a llevara una situación como la que vivimos hoy? Mi memoria, que puede estar incompleta,recuerdaalInstituto Movilizador de Fondos Cooperativos y al Banco Credicoop.
¿Por qué cuando el ex presidente Menem vendía y privatizaba todo, no hubo un fenomenal levantamiento de la sociedad argentina? Porque se creyó en el mito de la eficiencia ylas bajas tarifas, que los comunicólogos de la televisión promocionaban como los grandes méritos de las empresas privadas y extranjeras.
¿Por qué los jubilados, los maestros y tantos otros quedaron solos y aislados en su lucha? Porque los demás creían que a ellos no les iba a tocar. Y bueno, les tocó, nos tocó a todos. Ahora, no le echemos la culpa exclusivamente a los políticos, a los funcionarios y a los sindicalistas corruptos, que sí la tienen; pero el quemiró para otro ladoo escondió la cabeza como el avestruz, aquel que se molestaba ante los cortes de ruta o de calles, o simplemente decía “yo estoy en otra”, también es responsable. En las asambleas vecinales hay que dar lugar a esta reflexión, para definir el camino que queremos recorrer, hacia dónde, cómo lo vamos a hacer y quiénes quieren caminarlo.
Las estructuras políticas de la Argentina han fracasado o no gozan de respetabilidad ante la gente y la palabra política es insistentemente rechazada.Pero el problema sigue siendo político.
Entonces pienso que la sociedad civilargentina deberá encontrar nuevas formas de organización con representación institucional que permitan reconstruir una red social que durante casi 30 años fue golpeada y destruida sistemáticamentepor un modeloneoliberal salvaje.
Las asambleas vecinales son una oportunidad. Ojalá sepamos aprovecharla.

* Director de teatro (actualmente, de una puesta en Nueva York de Volvió una noche, de Eduardo Rovner, con elenco argentino-uruguayo) y codirector de la Sala Andamio 90, junto a la fundadora de ese espacio, la actriz y directora Alejandra Boero.

Por Lita Stantic *.
La pérdida del miedo
El fenómeno me parece fantástico. Lo único positivo de todo lo que está sucediendo es que la gente está en la calle proponiendo salidas frente a la pérdida del miedo. De alguna manera esto tiene que influir en el Poder Ejecutivo, van a tener que tener en cuenta esa presión. Creo que hay una puja de intereses y una actitud del gobierno de ver de qué forma se acomodan estas pujas de intereses: aparte de los banqueros y las grandes empresas, está la voz del pueblo. Ojalá que todo esto lleve a un cambio, y que surja algo para que no se reiteren las mismas defraudaciones, tanto a los que trabajan como a los que no pueden trabajar.
Espero que sean fuente de futuras representaciones sociales y que de esto surja un recambio en nuestra dirigencia. No fui a las asambleas, pero es algo que tengo que empezar a pensar: de alguna forma me siento un poco superada por la gente, siento que ha superado un poco mi esperanza porque yo me había acostumbrado a la idea de la inmovilidad y esto fue para mí un gran alegría. La conjunción máxima sería una alianza sólida entre los piqueteros que reclaman por trabajo y los que reclaman por defraudaciones. Ya hay una unión. Por lo menos están de acuerdo en que llegaron a esta situación por los mismos motivos que tienen que ver con una misma política económica caníbal. Sienten que tienen un mismo enemigo. Al comienzo uno sentía que la gente reclamaba sólo por dinero en el banco, pero ahora a través del dolor propio han recibido el dolor ajeno y se están dando cuenta de que hay gente que muere de hambre. Mientras una parte de la clase media se estaba empobreciendo, había otra que decía “yo me salvé”. Ahora en gran parte de la gente hay conciencia, y hay ciertas resoluciones que se están tomando en las asambleas que denuncian una imaginación increíble: en Villa Urquiza, un supermercado intentaba utilizar un predio para convertirlo en playa de estacionamiento, y la gente decidió ir a ese lugar... y plantar árboles.
Respecto de la participación de las personalidades de la cultura, supe de una asociación de documentalistas que el 20 de diciembre, con sus camaritas, documentó los hechos con imágenes que no tomaron los canales de TV. Desde el punto de vista del cine, me pareció muy interesante ver gente que saliera a registrar los acontecimientos, y que hoy se dedique a difundirlo en Parque Centenario como otra herramienta de cambio.

* Cineasta. Directora de Un muro de silencio y productora de Mundo Grúa, de Pablo Trapero, y de La ciénaga, de Lucrecia Martel. Actualmente está produciendo El oso rojo de Adrián Caetano.

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