Vie 18.07.2003

SOCIEDAD

Liberada después de trece días

La mujer, de 69 años, estuvo encerrada en una casilla, en Parque Chacabuco. El secuestrador había pedido 255 mil dólares.

Una mujer de 69 años, que estuvo secuestrada durante trece días, encerrada en una casilla de madera de dos metros por tres, construida “especialmente para su cautiverio” en un local de Parque Chacabuco, fue liberada ayer por la policía. Los investigadores tienen la certeza de que toda la operación, desde la planificación del secuestro hasta la construcción del lugar, la vigilancia de la víctima y las negociaciones con la familia por el pago del rescate, estuvo en manos de una sola persona, que fue detenida ayer poco antes de la liberación. Se trata de un hombre de 41 años con antecedentes por robo, que había sido empleado del marido de la mujer, gerente de una empresa constructora.
La víctima es Marta María Schneider y su liberación se produjo en el mediodía de ayer sin que se llegaran a cobrar los 255 mil dólares exigidos como rescate. “No existía siquiera la promesa de pago porque, aunque la familia tiene una buena situación económica, de ninguna manera podía reunir semejante suma. La tozudez del secuestrador fue lo que prolongó el secuestro”, explicó a Página/12 el subjefe de la División Delitos Complejos de la Policía Federal, el subcomisario Juan José Schettino.
La mujer fue encontrada en un local ubicado en Zañartú 416, en el barrio porteño de Parque Chacabuco.
Poco antes, efectivos de Delitos Complejos habían detenido al secuestrador en el barrio de Once, cuando estaba a punto de establecer un nuevo contacto con los familiares de la víctima para negociar el pago del rescate, presuntamente desde un locutorio de la zona, ya que el hombre se comunicaba con la familia vía e-mail. Así es como los investigadores se pusieron en contacto directo con el secuestrador desde el principio. Simulando ser los familiares de la mujer, manejaron las negociaciones y lograron conocer los movimientos del hombre.
Schneider había sido secuestrada en la tarde del 4 de julio cuando caminaba por el barrio de Caballito, cerca de su casa, y fue interceptada por este hombre, a bordo de una camioneta.
Desde allí, fue directamente trasladada al local de Zañartú 416, donde permaneció durante los trece días de cautiverio. El local, una especie de taller de ocho metros por seis, había sido alquilado por el secuestrador tres meses antes.
En su interior, el hombre construyó una pequeña casilla hermética de madera y un baño dentro de ella, todo recubierto con fibra de vidrio, un material que funciona como aislante de los ruidos. “Es que, siendo él solo quien tenía que ocuparse de todo, sabía que la mujer pasaría la mayoría del tiempo sola.”
Schneider nunca fue atada y tuvo la cara descubierta durante todo el secuestro pero siempre dentro de la oscuridad de la casilla. Además, aunque pasaba casi todos los días sola y sin vigilancia, siempre había una radio prendida a un volumen lo suficientemente alto como para que no se escuchara ningún otro ruido, según relataron los vecinos que, a pesar de eso, aseguraron que nunca sospecharon nada.
Luego de rastrear los movimientos del captor, la policía logró detenerlo ayer en Once, en plena calle, cuando al parecer se dirigía al locutorio desde donde se comunicaba con los Schneider.
Al ser interceptado y tras un breve interrogatorio, el hombre reconoció ser el autor del secuestro y reveló el lugar de cautiverio.
A pesar de que Schneider fue liberada ilesa, los policías que la encontraron señalaron que su estado de salud no era del todo óptimo ya que el delincuente no la alimentaba regularmente.
“La señora no fue maltratada en ningún momento pero el hombre tenía que simular una vida normal y hacer otras cosas mientras duraba el cautiverio y no iba cuatro veces por día a llevarle comida”, explicó Schettino, segundo de la División Delitos Complejos.
Además, la mujer había sido operada poco antes de la cadera y tiene dificultades para moverse. Sin embargo, allegados al caso contaron que, tras ser liberada, Schneider estaba bajo el llamado “síndrome de Estocolmo y se mostraba preocupada por el futuro del delincuente”.

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