SOCIEDAD › EL PSICOLOGO DETENIDO POR SEIS VIOLACIONES FUE LIBERADO POR FALTA DE PRUEBAS
Ninguna de las víctimas lo reconoció. El ADN obtenido no coincidía con el suyo. La huella digital no se correspondía totalmente. La notebook secuestrada no pertenecía a una víctima. El juez Farías ordenó liberarlo por falta de mérito.
› Por Horacio Cecchi
El supuesto violador serial, identificado, detenido, allanado, condenado anticipada y públicamente, en ese orden, resultó que no era ni serial ni mucho menos violador. Ninguna de las pruebas aportadas en su contra fueron consideradas por el juez de instrucción porteño Ricardo Farías como suficientes y, en la mayor parte de los casos, ni siquiera fueron consideradas como pruebas. Y ordenó su inmediata libertad. No fue reconocido por las víctimas, no fue coincidente su ADN, tampoco la huella digital que se aseguró que le pertenecía, mucho menos la notebook que hallaron en su departamento que, porque a una de las víctimas del violador le habían robado uno de esos aparatejos, con demasiada urgencia los federales le adjudicaron como prueba clave, como si en la Recoleta pudiera encontrarse una vivienda sin su notebook. Ayer, después de que Farías ordenara su inmediata libertad por falta de pruebas en su contra, algún informador ya tarde había iniciado la necesaria ronda de disculpas a Marcelo González Calderón (54), violado en su intimidad.
Durante la madrugada del 1º de septiembre, Calderón fue denunciado por una mujer que diez días antes había sido víctima de un violador y que al pasar por la puerta de una disco sobre Córdoba, casi Pringles, creyó reconocerlo y llamó a un guardia que, a su vez, convocó a la Federal que lo detuvo. Casi de inmediato, el fiscal José María Campagnoli ordenó el allanamiento de su departamento, en Córdoba al 3000, de donde se obtuvieron, según la Fiscalía, objetos que se aseguraba que podían pertenecer a las víctimas por coincidencias algo etéreas al menos en lo inmediato: una notebook marca Asus, ya que una de las víctimas había denunciado el robo de su notebook Asus; bijouterie, ya que una de las mujeres dijo que le habían robado aros con estuche. Mediáticamente, todos los objetos secuestrados en el allanamiento pasaron a tener la carga de sospechosos y a realizarse coincidencias con las denuncias de las víctimas, cuyas versiones no fueron tomadas directamente de ellas (lo que tampoco implica certeza), sino que tenían un mismo origen: fuentes de la investigación.
Así, al día siguiente ya se informaba que Calderón estaba imputado de al menos seis casos de violación incluyendo el de la mujer que creyó reconocerlo.
Dos días después, la mañana del 4, el secretario de Seguridad, Sergio Berni, convocó a una conferencia de prensa en la que dijo que “el juez nos ha autorizado a informar que González Calderón es el delincuente que estábamos buscando”.
En la zona de Villa Urquiza, desde hacía un tiempo se había desatado una paranoia por una seguidilla de violaciones. El 2 de julio habían denunciado un ataque a una joven de 25 años, empleada de un comercio de venta de ropa deportiva. El 22 de agosto, una joven fue abusada en una casa de decoraciones de Villa Urquiza y el 28 de agosto se registró el último episodio cuya víctima fue una joven empleada de una heladería de Villa del Parque. Antes, el 28 de mayo, una joven de 25 años denunció haber sido violada en un local comercial en Caballito. El 25 de junio, una chica de 22 resultó abusada también en un comercio pero en Palermo; tres días después, otra chica de 21 denunció haber sido violada en el mismo barrio.
La policía había dado por hecho que la huella digital le correspondía al detenido y que las versiones de las víctimas estaban confirmadas. Lo que ocurrió después corrió por los canales de la comprobación de las pruebas que no fueron suficientes o ni siquiera pudieron ser consideradas como pruebas.
La mujer que creyó haberlo reconocido y lo denunció, durante la rueda de reconocimiento dos días después no lo reconoció. Tampoco lo pudo reconocer el resto de las víctimas. El ADN, recuperado en uno de los casos, no coincidió con el del imputado. La huella dactiloscópica hallada en uno de los comercios coincidía pero no totalmente, por lo que necesitaba el soporte de otras pruebas porque por sí sola no alcanzaba. La notebook Assus no fue reconocida por la víctima que había denunciado el robo y, al parecer, pertenece a la nueva víctima, el recién liberado. Tampoco hubo coincidencias con los otros objetos secuestrados.
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